Qué tendrá que pasar para que los gurús del cambio horario se convenzan de que el coste que supone en la vida y la salud de las personas la alteración de la hora es superior al pretendido ahorro energético.
No hace falta ser un lince para saber que esa hora de sol no se volatiliza y que si la quitas por la mañana y la pones por la tarde, las luces que no enciendes por la tarde, tienes que darlas por la mañana. Es de perogrullo, pero van pasando los años y nadie toma la decisión de quedarse con la hora solar.
Mucha gente mayor no se cambia la hora, sigue su ritmo vital, al margen de los relojes y las modas. Eso si, si tienen que darte la hora, apuntillan que es por la nueva.
En un país del Sur, con tanto sol como España no tiene mucho sentido perseguir al astro rey con los cambios de reloj. Como diría la viajera francesa de El Tren Expreso de Campoamor:
"no os podéis figurar cuánto me extraña
que, al ver sus resplandores,
el sol de vuestra España
no tenga, como el de Asia, adoradores".
Pues a pesar de ese sol, aquí estamos, subidos al carro de las alteraciones horarias, por una inercia que nadie se atreve a cambiar.
Tengo muchas ganas de viajar a los países nórdicos para asistir a un solsticio de verano y admirar ese sol de media noche. Imagino que será difícil irse a la cama con el sol puesto, pero a la vez tiene que ser una experiencia inolvidable. La otra cara de la moneda, el invierno, la imagino demasiado dura para vivirla.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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