martes, 30 de octubre de 2018

Mino Cerezo, pintor de la liberación


Á. Valle, Mino Cerezo, I. Cueli, A. Vega y de pie, E. Bustio. 
El 27 de octubre tuvo lugar la presentación del Cuaderno número 29 de Cubera, dedicado al misionero y muralista Mino Cerezo Barredo, en el que colaboré de forma activa, haciéndome cargo del texto biográfico.
A continuación reproduzco las palabras que pronuncié en el acto, celebrado en el Teatro Riera de Villaviciosa.

Señor alcalde, Mino, presidente de Cubera, autoridades, señoras y señores, amigos y amigas.
Muchas gracias por arroparnos en este acto. Cubera da un paso más para visibilizar a Mino Cerezo en la Villa, donde nació hace 86 años, aunque no los aparente.
Tengo que confesar que hasta hace dos años desconocía la existencia de Mino Cerezo, incluso de su hermano Gonzalo Cerezo, más popular en la villa.
En el otoño de 2016, tuve la primera noticia de Maximino Cerezo Barredo. Mi amiga Ana Gaitero, periodista del Diario de León, le hizo una entrevista con motivo de la inauguración del retablo que acababa de realizar para la parroquia de San Antonio de Padua, atendiendo al encargo del párroco, el salesiano Juanjo Ruiz, presente en este acto y al que agradezco el esfuerzo por venir desde León.
En ésa entrevista Mino dijo que era de Villaviciosa y a Ana le faltó tiempo para enviarme el texto.
A partir de ahí se fueron dando situaciones curiosas: que yo se lo haya comentado a Etelvino González, en ése momento presidente de Cubera, quien rápidamente dijo que un autor internacional y desconocido en la Villa, bien merecía que se le prestara atención. Y aquí estamos, con Mino en el barrio de El Ancho, donde nació y al lado del colegio de San Francisco y de las monjas vedrunas como él las llama, donde cursó sus primeros estudios. Tampoco está lejos la iglesia parroquial, en la que permanece el impresionante mural de Paulino Vicente. Una anunciación en tonos azules que Mino Cerezo vio pintar y que quedaría impresa en su retina para toda la vida. Y según sus propias palabras, aquel Paulino Vicente, pintor subido al andamio, tuvo mucho que ver en su posterior vocación pictórica.
El trabajo realizado en el cuaderno número 29 de Cubera, y que hoy ve la luz, es sólo una aproximación a la obra de Mino Cerezo Barredo. Necesitaríamos muchos más cuadernos para recoger todo su quehacer como pintor y muralista. Aquí mostramos 170 imágenes de murales, cuadros e ilustraciones de Mino, pero hay miles, repartidos por diecisiete países. No obstante, creo que puede servir como acercamiento a su obra.
Vega entrega  a Mino una reproducción del cartel de Reyes.
Sus murales han sido objeto de estudios y publicaciones en diferentes formatos. Sus dibujos e ilustraciones se reeditan y se copian en todas las versiones imaginables, desde una estampa, a la pancarta que encabeza una manifestación reivindicativa. Es un campo inabarcable si se quiere hacer de una vez, por eso nuestra intención es hacer visible a Mino en la Villa y después cada cual puede profundizar para llegar al pintor muralista, al teólogo de la liberación, que nos deja una importante crónica de la realidad que le tocó vivir y al Mino de cercanía, al que le encanta hablar en bable y rememorar su infancia, cuando jugaba por El Ancho.
Desde los años noventa tengo pendiente un recorrido por el periplo vital de San Melchor de Quirós en Vietnam. Ahora añado otro reto: conocer in situ los murales de Mino Cerezo. Es una forma de viajar muy distinta, un pretexto insólito, que me llevaría a América del Sur y América Central a conocer los países, paisajes y paisanajes a los que Mino entregó gran parte de su vida activa. Muchos de esos países, por los que Mino sufrió y sufre, como Nicaragua, Brasil, Argentina,Venezuela, Bolivia, Colombia o Guatemala tienen hoy problemas domésticos, según nos cuentan en las noticias, bueno, problemas domésticos e internacionales, como es el caso de la caravana del Hambre, que afecta a varios países. La verdad es que este nombre de la caravana me chirría, pero espero que nadie pronuncie en vano la palabra HAMBRE. Vamos a ser optimistas y apostar, una vez más, para que siga germinando la semilla que sembraron todos los teólogos de la liberación y los misioneros de buena fe, hombres y mujeres que entregaron su vida a enseñar al que no sabe y aquí entra enseñar a cultivar los campos para tener más comida, enseñar a leer y escribir para que no les engañen o enseñar normas elementales de higiene para prevenir enfermedades. Lo de la religión, por lo general, viene después. Y espero que con el tiempo lleguen otras cosas, acordes con los tiempos.
Mino realizaba casi todas las enseñanzas a través de la pintura y hacía buena la frase de que una imagen vale más que mil palabras, especialmente si los destinatarios son analfabetos, como era el caso de muchas de las personas que vivían en las comunidades en las que trabajó.
Todos sabemos que a los misioneros y misioneras les salió en las últimas décadas una competencia sana, la de la Cooperación Internacional y las ONGs, y a pesar de todos esos esfuerzos personales y económicos por parte de los países más desarrollados, seguimos pidiendo para combatir el hambre, como cuando yo iba a la escuela de Priesca. Y me paro aquí, que no es el momento ni el lugar para arreglar el mundo!
Aunque, al hilo de este comentario, sí me gustaría recordar que en 2018 se cumplen cuarenta años de la muerte en Nicaragua del misionero asturiano Gaspar García Laviana. Según sus palabras, la impotencia lo llevó a empuñar las armas y echarse al monte con los revolucionarios sandinistas. Sabiendo lo que sabemos hoy, no sé si mereció la pena su muerte.
Por esas mismas fechas, Mino también estaba en América y sus armas eran los pinceles y las brochas; las imprentas y las multicopistas. Aunque en más de una ocasión también pasó a la acción y encabezó reivindicaciones de los campesinos brasileños o peruanos.
Y si sus pinturas y dibujos sirvieron para ayudar a la gente en América, en estos últimos meses, mientras preparaba el texto del Cuaderno de Cubera pude descubrir que Mino sigue tocando el corazón de las personas, incluso, a este lado del Atlántico, y su mensaje está vivo. Un mensaje que se resume en aplicar las bienaventuranzas del evangelio, aquello de dar de comer al hambriento, de beber al sediento, posada al peregrino, etc. Y para eso no hace falta ser creyente, ni ser practicante de ninguna religión, sólo hace falta ser buenas personas.
El impacto en los corazones de quienes se acercan a su pintura lo pude comprobar el pasado mes de mayo en el albergue de peregrinos de Güemes, en Cantabria. En el año 2012 Mino pintó un mural en la Ermita Ecuménica de Güemes. Sí, tenía 80 años, y estaba subido en el andamio. Desde entonces, Mino está presenta de forma continua en ese espacio mágico. Cada día se comentan sus pinturas con los peregrinos (este año pasaron por allí 12.000) y hay reacciones tan distintas como personas interactúan con la obra.
 Cerezo con J. Ruiz y sus colaboradoras de Asturias
Aprovecho para dar las gracias a la delegación de Güemes, integrada por treinta personas, que se desplazaron a la Villa para asistir a este acto. Reitero las gracias al sacerdote salesiano Juanjo Ruiz  y a su equipo de colaboradoras asturianas:  Marga Domínguez, Berta Gómez, Miryan Ortega, Emma Ortega, Josefina Arbesú y Carmen Arbesú (foto superior). Por supuesto, muchas gracias también a todos los demás presentes por vuestra respuesta a nuestra convocatoria.
Gracias al ayuntamiento de Villaviciosa en la persona del señor alcalde, Don Alejandro Vega, que amplía la edición de Cubera con el monográfico sobre Mino Cerezo, y permite dar mayor difusión a la obra.
Me encantaría que Cubera pudiese liberar esta publicación, dedicada exclusivamente a sus socios, y la dejara en abierto, a disposición de todas las personas interesadas, de la misma forma que está la obra de Mino Cerezo.
A mí, que soy partidaria de hacer los homenajes en vivo y en directo, me encanta poder participar en este reconocimiento público a Cerezo Barredo, que como pintor nos enseña a mirar un poco más allá de la realidad, más allá de nuestras narices.
Gracias a Cubera, en un primer momento Etelvino González, como presidente, y ahora Ángel Valle, por darme la oportunidad de participar en el Cuaderno y gracias a Mino por su colaboración y su paciencia para responder a mis preguntas y dudas.
Y como ye uno de los nuestros, me alegro de sus éxitos y, por supuesto, como peregrino de la vida, como dirían en Güemes, le deseo Buen Camino de la Vida, al igual que a todos ustedes. 
Buen Camino!