jueves, 13 de diciembre de 2018

García Laviana: 40 años sin el misionero y guerrillero asturiano


Isolina Cueli
Amigos y amigas de la Asociación Asturiana Gaspar García Laviana, señoras y señores,
Muchas gracias por contar conmigo para este acto en homenaje y recuerdo al misionero y guerrillero asturiano Gaspar García Laviana con motivo del cuadragésimo aniversario de su muerte.
Hace veinte años, por estas fechas, yo estaba en Nicaragua, enviada por La Voz de Asturias, que dirigía Faustino F. Álvarez,

para hacer un reportaje, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la muerte de Gaspar. Tengo que decir, antes de nada, que hasta ese momento, desconocía la historia de García Laviana. Llegué a él gracias a José Manuel Bárcena, un cura de Infiesto, radicado en Gijón, que muchos de ustedes conocerán y que fue un sandinista y guerrillero en la retaguardia sin salir de Gijón, una posición muy importante y poco agradecida, por aquello de estar en segundo plano, que no todo el mundo sabe ocupar. Bárcena la ejercía con naturalidad y en Nicaragua aún se acuerdan de él, aunque no sepan su nombre, como pude comprobar éste verano, cuando conocí al cardiólogo nicaragüense Daniel Rivas Bravo. Me hablaba con admiración de un padre asturiano que les había ayudado mucho. Después de varias conjeturas, averigüé que el padre era Bárcena.
Ya sé que no estamos aquí para hablar de Bárcena, pero si no hubiese sido por él, yo no estaría hoy en este acto. Su mensaje de dar voz a los sin voz tenía mucho calado y como periodista, procuré colaborar en ésa causa las veces que me lo pidió. Hoy casi todo el mundo tiene un altavoz en su bolsillo en forma de teléfono móvil, con acceso a las redes sociales. Pero hasta principios del siglo XXI eso era distinto. Salir en el periódico, en la radio o la televisión era cosa de unos pocos. Bárcena lo sabía y por eso intentó tener su periódico, aunque no le salió bien.
Como curas, Bárcena y Gaspar eran privilegiados porque podían utilizar el púlpito. Para un misionero el púlpito suponía un medio de difusión muy importante, pero Gaspar intuía que las palabras no eran suficientes ni convincentess y que los mensajes bíblicos se quedaban cojos y cortos sin hechos que les acompañasen. Hechos en forma de escuelas, maestros, medicinas, tierras. Y en un momento dado de impotencia optó por la revolución. Así lo cuenta en muchos de sus poemas dedicados a los campesinos:
"Sentí en mi carne tu pobreza como un látigo de fuego.
Quise apagar tu pobreza con justicia legalista;
al no poder, me convertí en guerrillero.
Campesino, abrasaste mis entrañas
como lava derretida en el seno de la tierra.
Quiero consumir el mundo
con los versos encendidos que me inspira tu pobreza".
Lo que sigue en su periplo vital, lo saben ustedes mejor que yo.
De todas formas, quiero recordar las palabras que le dedica Sergio Ramírez en su libro "Adiós muchachos":
"El ejemplo de compromiso armado de un cura con la revolución sandinista lo dio Gaspar García Laviana, misionero de la orden del Sagrado Corazón y párroco del pequeño pueblo de Tola, muerto en combate en el Frente Sur en 1978. Gaspar, un asturiano con vigor de minero, nacido en San Martín del Rey Aurelio en 1941, tenía las crenchas entrecanas y las cejas pobladas, y una barba rebelde que a pesar de la cuchilla siempre le estaba creciendo otra vez. Poeta, además, y capaz de los juramentos más irreverentes.
En alguna de las oficinas del búnker de Somoza encontramos a la hora del triunfo las fotografías a colores de su cadáver tirado sobre la hierba. Tomadas de diferentes ángulos, lo muestran vestido de verde olivo, la pañoleta rojinegra al cuello, toda la mitad del rostro un enorme boquete abierto por la bala de alto calibre; y volví a ver esas fotos hace poco, con la misma zozobra, cuando me pidieron cosas suyas para una exposición en su honor en Gijón, con motivo de la Semana Negra.
Gaspar, a quien llamábamos El Buda, apareció en San José a finales de 1977. Se había despedido ya de los feligreses de su parroquia, y esa Navidad iba a dirigir una carta pública explicando su entrega a la lucha armada, que Humberto Ortega me pidió preparar. Yo me esmeré en escribirla en un lenguaje evangélico, porque tenía que sonar como la carta de un verdadero cura. Se la leí, sentados los dos en un catre del refugio de Humberto, y se quedó callado, con la cabeza hundida entre las manos; luego se sacó tímidamente de la bolsa unas hojas apretadamente escritas; vaciló, y las volvió a guardar:
No es nada importante —dijo al fin—. Yo había escrito otra. Yo también soy escritor.
Azorado, le pedí que nos olvidáramos de mi proyecto de carta, era el suyo el que importaba, pero él se negó de manera rotunda. Y se publicó la mía. Pero él era escritor, un poeta".
Creo que esta escena, que tuvo que ser brutal, fue una primera lección de humildad por parte del Gaspar guerrillero.
El texto de Ramírez continúa diciendo que: "Gaspar fue un símbolo para decenas de sacerdotes, misioneros, religiosas, diáconos y delegados de la palabra que predicaron la revolución, trabajaron en apoyo de los guerrilleros sandinistas en los barrios y en las áreas rurales, transportaron armas, aseguraron refugios clandestinos y fueron a veces combatientes ellos mismos. Un símbolo que se amplió a miles de laicos, católicos y evangélicos, ansiosos a la hora del triunfo de trabajar por el advenimiento de una nueva sociedad y de un hombre nuevo, en una lectura de la historia que hacían juntos cristianos y marxistas".
Y esto que describe muy bien Ramírez no es otra cosa que la Teología de la Liberación, inventada en América Latina y llevada a la práctica al pie de la letra, en este caso, en Nicaragua.
Y aquí me gustaría acordarme de varios misioneros de la época, que no se echaron al monte, pero que también trabajaron y dieron lo mejor de su vida por Nicaragua. Me refiero al dominico de Aller, José Álvarez Lobo, Chepe Lobo, en Chinandega; el también dominico leonés Gregorio Barreales, director de la Escuela de Agricultura de Rivas, un puesto de vital importancia para el desarrollo del país. Se trata de un centro de formación en el que se formaron y se siguen formando muchos jóvenes que apuestan por el campo. El asturiano de Priesca, en Villaviciosa, Ángel Torrellas, que puso su saber como músico a disposición de varias generaciones. Me reservo para el final el trabajo del claretiano, también de Villaviciosa, Mino Cerezo Barredo, autor de la portada del libro editado este año por el Foro Gaspar García Laviana y autor, en ése mismo libro, de un artículo que titula: En la Revolución de Nicaragua. Mino, que había ido a Managua como misionero, convocado por su compañero de orden, Teófilo Cabestrero, para apoyar a los cristianos que participaron en la revolución, acabó poniendo en marcha, a instancias del Gobierno Revolucionario, el Departamento de Diseño de la Editorial Nueva Nicaragua, un instrumento clave para divulgar la propaganda del poder recién establecido.
Hay otro asturiano que también contribuyó al primer éxito de la causa sandinista y que hoy se siente defraudado, me refiero al periodista Zoilo Gutiérrez Martínez de la Vega, natural de Turón, en Mieres, y fundador de Acan, Agencia Centroamericana de Noticias, vinculada a la Agencia Efe. Con la perspectiva que le dan los cuarenta años transcurridos, para Zoilo Gutiérrez la de Gaspar fue una muerte inútil. Pero en su momento, no dudó en poner su grano de arena a través de Acan. Este medio de comunicación puso en el mapa de la información a América Central y como tal, fue muy importante para el movimiento sandinista y muy perjudicial para el dictador Somoza, que llegó a decir que a él no lo habían derrotado los sandinistas, sino Acan.
Cuando se escuchan noticias sobre la situación política y social de la Nicaragua de hoy muchas personas se preguntan y me preguntan, qué pensaría Gaspar de la deriva que tomó el sandinismo. Yo no puedo contestar esa pregunta. Es difícil saber la evolución de Gaspar en cuatro décadas, así que la dejo a elección de cada uno de ustedes.
Por mucho que yo diga aquí, por mucho que denuncie, sé que no voy a arreglar nada en Nicaragua, así que permitanme que pase por alto la situación política actual. No porque no tenga opinión, sino porque no quiero polemizar. Me consta que hay distintas opiniones y distintas formas de interpretar la realidad y las respeto.
Me preguntaba Javiera hace unos días cómo podíamos incorporar el mensaje de Gaspar a la realidad de cada uno de nosotros, hombres y mujeres. Y se me vinieron a la cabeza dos puntos débiles de Gaspar que están de plena actualidad: la defensa a ultranza de las mujeres, aquellas que sufrían violencia dentro del matrimonio y las niñas y jóvenes obligadas a prostituirse por la Guardia de Somoza. Mujeres y hombres podemos seguir hoy ese ejemplo, tanto para prevenir, como para denunciar casos de abuso y maltrato.
El otro punto débil de Gaspar era la defensa de los campesinos y de la naturaleza, hoy sería la defensa del medio ambiente, que no es otra cosa que la defensa de nuestra civilización. Somos tan torpes que nos vamos a fagocitar nosotros mismos. No vemos límites, no hay setu que nos torne en destrucción y consumismo atolondrado.
En este sentido, sí me aventuro a decir que si Gaspar viviese hoy, con 78 años y en plenas facultades mentales, estaría clamando por la defensa del medio ambiente y si estuviese en Nicaragua sería un firme opositor a la construcción del canal interoceánico que destrozaría el lago Cocibolca, "el lago más bello del mundo", como dijo en más de una ocasión, según lo cuenta Ernesto Cardenal en su libro "La revolución perdida", en el que describe al misionero-guerrillero asturiano como "hombre de oración y a la vez hombre de armas", una postura que puede resultar chocante, pero que fue su opción y no podemos menos que respetarla, aunque no se comparta.
Como defensor, que fue, de los campesinos, de los marginados, -su lema era: primero la dignidad humana, después el compromiso cristiano- Gaspar estaría luchando codo a codo con Francisca Ramírez, la líder campesina nacida en Nueva Guinea en 1977 –un año antes de la muerte de Gaspar- y que coordina el Consejo para la defensa de la tierra, el lago y la soberanía. Francisca está hoy exiliada en Costa Rica, tras recibir amenazas por oponerse al canal que levantaría una empresa china. Una obra que destruiría parte del río San Juan y el lago Cocibolca, de 8.000 kilómetros cuadrados. Asturias tiene 10.000 kilómetros cuadrados, así que es fácil hacerse a la idea de las dimensiones de esta reserva de agua dulce, de gran importancia para Nicaragua y su entorno. A Francisca Ramírez y su familia, oponerse a la iniciativa de los Ortega, les costó el exilio, pero gracias a su tesón, éste desastre ecológico, ha sido descartado. De momento!.
En honor a los actuales dirigentes y defensores del canal, hay que decir que no es la primera vez que se intenta el proyecto por tierras de Nicaragua, pero afortunadamente, el sentido común se impone a las fantasías faraónicas.
El agua ya es un bien escaso y lo será cada vez más. Nicaragua tiene la suerte de tener el lago Cocibolca, la mar dulce, como se le llama también, en el que está la isla de Ometepe, a la que llega ayuda de cooperación desde Asturias, a través de organizaciones como Arco Iris.
Digo que Gaspar sería hoy un defensor de la naturaleza, pero si estuviese en Nicaragua lo sería por partida doble, porque el desastre del lago afectaría muy de cerca a sus parroquias, en el área de Rivas y San Juan del Sur. Y como defensor de la naturaleza se opondría a la destrucción del sustento de los campesinos y por extensión de todo el país. Un país que tiene una agricultura solvente no puede pasar hambre. Y un país que tiene una naturaleza exhuberante como Nicaragua y una ubicación estratégica entre el Caribe y el Pacífico, también puede ser un reclamo turístico, como ya lo está siendo, o también se pueden buscar otras vías de desarrollo en armonía con la naturaleza, como se puede ver en Costa Rica, su vecino del Sur. Una de las primeras cosas que hizo Gaspar al llegar a la misión en Nicaragua fue integrarse en la Pastoral Rural que ya funcionaba en el país, y en la que ya había misoneros asturianos, como el dominico José Álvarez Lobo, chepe Lobo, que trabajaba en Chinandega.
Me resulta chocante que líderes de izquierda que reniegan de la política liberal de los Estados Unidos no le pongan ni un pero a la iniciativa china, que ejerce un capitalismo tan agresivo como el yanky. Lo pude comprobar en Bolivia, en el año 2016 y en Etiopía y Malawi en 2017. En América siguen renegando del imperialismo español y no hacen ascos al imperio chino del siglo XXI.
En el caso de Nicaragua, los actuales gobernantes aprobaron un ley que da carta blanca a los chinos para hacer el canal interoceánico, más una autopista paralela y urbanizaciones en ambas márgenes, más dos puertos deportivos en las cabeceras. Todo esto que puede parecer muy goloso y que se vende como un activo de puestos de trabajo, es pan para hoy y mucha hambre y sed para mañana, porque la intervención en el lago alteraría el ecosistema y las reservas de agua, tanto para la agricultura, como para consumo humano.
Me consta que la Asociación Asturiana Gaspar García Laviana consigue financiación para proyectos de Cooperación en Nicaragua. En un país como Nicaragua con un clima muy propicio para la agricultura y la ganadería, es importante asesorarles con métodos de almacenamiento del agua. El sol lo tienen garantizado. La clave está en que tengan agua para riego todo el año y eso se puede conseguir con balsas u otros sistemas de almacenaje, como vemos por el Sur de España. En un país con sol y agua no puede o no debe haber miseria.
Hace veinte años le hice una entrevista a Edén Pastora, el Comandante Cero, que va y viene al sandinismo de manera cíclica. En ésa época estaba alejado de la causa.
Ante la pregunta ¿Qué necesita Nicaragua para salir adelante? Me contestó: "Si yo fuera presidente me volcaría en el campo. Invertiría muy fuerte en hacer producir lo único que tenemos: la tierra. Hay que meter dinero en el campo. Somos un país eminentemente agrícola. Si el campesino produce y tiene dinero se moverá todo el país, el comercio, la industria, etc. Pero si se fomenta la miseria del campo nunca saldremos de la miseria. Gaspar y mucha más gente dieron su vida por ayudar a los campesinos a salir de la miseria a la que les tenía condenados Somoza. Ese ideal aún no se consiguió".
Estas declaraciones son de hace 20 años y creo que a día de hoy tampoco se consiguió el ideal de Gaspar.
Cuanto más viajo y más lugares conozco en países menos desarrollados que nosotros, compruebo que la miseria de unos es muy rentable para otros y por eso no interesa que abandonen esa franja de necesidades y penurias.
Y las guerras y las revoluciones también son muy rentables para algunos, mientras otros se dejan la vida. Hace años, hablaba con Cayo Rodríguez Ponga, un langreano nacido en 1912 que se murió con 102 años, sobre una conocida familia de Gijón. Cayo me decía, ésa es una fortuna de la Primera Guerra mundial. Me quedé atónita al escuchar esas palabras tan crudas, pero las decía un hombre casi centenario que lo había visto y sufrido casi todo. Y sí, mientras se mueren miles o millones de Gaspar, fieles a unos ideales, se enriquecen cuatro que no tienen escrúpulos a la hora de pasar por alto o pisotear la esencia de esos ideales.
El ex jesuita bilbaino José Antonio San Ginés, "Goyo" en la guerrilla, que conoció de cerca a Gaspar, me decía hace 20 años, en el reportaje que hice en Nicaragua, que "morir por una causa idealista merece la pena, otra cosa es que cuatro jodidos se hayan enriquecido por ello".
Para terminar, quiero rendir aquí un homenaje a Gaspar y a todos los Gaspar del mundo, no sólo a los de Nicaragua. A todos los que se jugaron la vida por una causa noble, por un ideal que se suponía mejoraría la vida de mucha gente humilde.
Mucho mejor que yo lo expresa Sergio Ramírez en su libro "Adiós muchachos" en el que dice, refiriéndose a los guerrilleros que llegaron al poder en Nicaragua: "la obligación de los vivos era ajustar su conducta a la de los muertos, recordar que estábamos en el poder porque ellos se habían sacrificado, porque habían asumido la muerte como una tarea. Había que recordarlo siempre, como lo escribió Ernesto Cardenal en un poema".
Ése poema de Ernesto Cardenal al que se refiere Sergio Ramírez, dice:
Cuando te aplauden al subir a la tribuna,
pensá en los que murieron.
Cuando te llegan a encontrar al aeropuerto
en la gran ciudad,
pensá en los que murieron.
Cuando te toca a vos el micrófono, te enfoca la televisión,
pensá en los que murieron.
Mirálos sin camisa, arrastrados,
echando sangre, con capucha, reventados,
refundidos en las pilas, con la picana, el ojo sacado,
degollados, acribillados,
botados al borde de la carretera,
en hoyos que ellos cavaron,
en fosas comunes,
o simplemente sobre la tierra, abono de plantas
de monte:
Vos los representás a ellos,
ellos delegaron en vos,
los que murieron.
Gracias y buen camino a todas y todos!