miércoles, 22 de enero de 2014

Destino final, Langreo

 Pequeños detalles, como una señal de tráfico, sirven para ver hasta qué punto se puede manipular la realidad.
Me refiero a las señales informativas que se colocaron hace una año en la Autovía del Cantábrico (A-64) a la altura del concejo de Siero, en la conexión con la Autovía Minera (AS-I), que va de Gijón a Mieres y de ahí a León o Madrid, por poner dos ejemplos.
Si partimos de la base que los indicadores de la carretera sólo tienen utilidad para los foráneos, me pregunto de quien es el interés en omitir destinos de gran interés para los conductores que viajan hacia  a la Meseta, procedentes de la zona oriental de Asturias, y que pueden atajar por esta carretera, sin necesidad de llegar a Oviedo.
 Se repite, una y otra vez, Langreo como destino final, cuando la autopista roza el concejo por la zona noroeste y acaba en Mieres, donde enlaza con la Autovía de la Plata.
Sí llama la atención, que para informar del cambio de sentido, figure Santander como destino final.





viernes, 10 de enero de 2014

Révolte dans les Asturies

Se me escapó el año 2013, pero no quiero que se me pase la ocasión de recordar el centenario del nacimiento de Albert Camus (1913-1960),
 polifacético escritor francés, nacido en Argelia, entre cuyos títulos se encuentra Révolte dans les Asturies, una corta representación teatral, escrita en su juventud, en una "creación colectiva" con sus compañeros Bourgeois, Sicard y Poignant.
El texto, que recrea escenas de la Revolución de 1934 en Asturias, fue escrito en el 36.
En mi época de estudiante me tocó leer varios libros de Camus, pero nadie me había hablado de Révolte dans les Asturies, editada en español, en 1978 por la editorial Ayalga, con el título Rebelión en Asturias.
La primera vez que  escuché la existencia de este libro fue en Bruselas y de la forma más inesperada. Corría el año 1985, hacía dos que intentaba realizar un stage en Bruselas, pero no conseguí el enchufe adecuado para que me eligieran, así que, con la ayuda logística de mi amiga Almudena Ortíz, no se me ocurrió otra cosa que plantarme en la sede de la Comisión, para recomendarme a mí misma. ¡Qué ingenua!, aún creía en los Reyes Magos, y me apliqué en hacer acopio de todas las coordenadas de los funcionarios que dirigían los departamentos en los que me interesaba entrar y, ni corta ni perezosa, empecé por el primero de mi lista. Se trataba de la Dirección General de Productos Lácteos. España aún no estaba en la Comunidad Económica Europea y para una periodista interesada en temas agrícolas era un buen lugar para informar en Asturias de lo que nos esperaba. El departamento lo dirigía un italiano que se apellidaba Ventura. Con tan mala suerte, que M. Ventura no estaba, pero como allí son muy agradables, me recibió su segundo: M. Brandt, un belga que en cuanto le dije mi nombre y de donde venía, exclamó, ah, ¡Révolte dans les Asturias!. Yo me quedé muy sorprendida y atónita, porque no tenía ni idea de qué me hablaba. Me explicó que era un libro de Camus y seguimos hablando de mi interés por conocer de cerca su trabajo. Al salir me sentí tan ridícula que se me quitaron las ganas de continuar con la lista. Eso sí, nada más llegar a Asturias, compré el libro de Camus, de la Editorial Ayalga.
En el año 1986, Pedro García Rendueles me contrató como jefa de prensa de Expoláctea-86 y cuál no sería mi sorpresa al encontrar entre los ponentes al señor Brandt. Así que me escapé a una librería y compré otro ejemplar del libro Rebelión en Asturias, que me sirvió de carta de presentación. Desde ese momento, aquel funcionario, que ya estaba jubilado, se empeñó en ayudarme, para conseguir mi sueño de ser stagiaire en la Comisión y lo consiguió al cabo de dos años, en 1988. España con la reciente firma de los Tratados era una recién llegada, y yo acaba de hacer mi revolución particular: conocer de cerca los entresijos de lo que llamábamos Europa.
Una vez más aprovecho para lanzar todo mi espíritu crítico contra el sistema de selección de acceso a los stage, no es justo que yo, con gran interés, me haya costado cinco años, sólo por el hecho de no conocer a nadie, de no tener un enchufe (pistón) dentro del funcionariado, que marcara mi expediente con una cruz.
Y para acabar, mis deseos de que no se organicen más revoluciones ni guerras, porque, como dice una de las voces de Camus: "cuando lleguen las próximas nevadas, ya nadie hablará de mi sobre la tierra".
Extrapolado a nuestros días, nos podríamos preguntar ¿para qué sirve tanto dolor en Siria?. Los que organizaron todo el tinglado, salvo que estén muy interesados en vender armas, seguro que podrían haber encontrado otra solución. Creo que hay muchas, pero todas son antibelicistas.
Mi recuerdo para Albert Camus, fallecido el 4 de enero de 1960 en accidente de automóvil.


martes, 7 de enero de 2014

¡Viva Panamá!

¡Viva Panamá! es lo primero que se me ocurre decir cuando escucho las noticias de la ampliación de presupuesto que reclaman las empresas adjudicatarias de la nueva obra del canal de Panamá. No es casual que en el centro del enredo se encuentre una empresa española, acostumbrada a esos chanchullos durante muchos años. Aquí, los políticos hacen el papelón de organizar concursos y, generalmente, les DAN las obras a los presupuestos más bajos, como hicieron los panameños. La diferencia es que aquí, cuando vienen con el segundo presupuesto y los cuentos de los imprevistos, lo damos por bueno, hasta el punto que algunas obras duplican su valor. Pero, por lo que veo, en Panamá eso no cuela y le faltó tiempo a todo un presidente de Gobierno para decirles que se vayan con el cuento a otra parte.
Y estas empresas tramposas son las que citan en Moncloa todos los presidentes para que les asesoren en cómo salir de la crisis. Por las cuentas de esta gente se sale pronto: cobra el doble y ¡te forrarás!.
Yo me pregunto ¿qué economistas, qué ingenieros, qué expertos participaron en el presupuesto para comprometerse a hacer, por 2.300 millones de euros, una obra faraónica que une dos continentes y tiene más de setenta kilómetros de recorrido?.
Siempre echo mano de lo más cercano y pienso que, si para salvar un pequeño riachuelo, al final de la Ría de Villaviciosa, hicimos un túnel de menos de 500 metros de longitud y nos costó 7.000 millones de las antiguas pesetas, cómo se puede hacer un canal de esa envergadura, por 2.300 millones de euros. Y aquí también tacho de ingenuos a los políticos o a los adjudicatarios panameños. Creyeron que habían encontrado un chollo, pero no sabían que se las veían con los reyes de la picaresca.
No sé en qué parará el enredo. Veo que Panamá acaba de cederles más de cien millones de euros para que sigan trabajando.
Sí me gustaría que les sirva de escarmiento y, de paso, saque los colores a todos los políticos españoles que no son capaces de hacer un contrato bien cerrado en el que no quepan tomaduras de pelo ni ampliaciones a la carta. ¡No se olviden que están administrando el dinero de todos los ciudadanos, panameños, o españoles, igual me da!.