domingo, 15 de diciembre de 2013

García Laviana y García Lorca

Mural de García Laviana en Rivas.
Esta semana, que se cumplen los 35 años de la muerte de Gaspar García Laviana (1941-1978) misionero asturiano asesinado en Nicaragua por el ejército somocista, asistí en Oviedo a la ópera Ainadamar, sobre la muerte de Federico García Lorca y su relación con la actriz Margarita Xirgu que representa a Mariana Pineda. Dos víctimas muy distintas y distantes, que nos recuerdan que aún nos queda mucho recorrido para ser dignos representantes del homo sapiens.
A Gaspar lo mataron por defender la causa de los pobres, marginados de la enseñanza y la educación. Después de intentarlo en los despachos y recibir múltiples desplantes, se echó al monte, en la convicción de que si llegaban al poder los sandinistas, la cosa cambiaría. Gaspar se murió de un balazo, los sandinistas consiguieron el poder, pero las cosas no fueron tan idílicas. Se entretuvieron en otros asuntos y volvieron a la oposición. Al cabo de los años hoy, están de nuevo en las poltronas y espero que sean dignos sucesores de la causa que defendió con su vida el misionero langreano.
En la ópera Ainadamar, el verdugo-cacique que viene a buscar a Lorca a casa de la familia Rosales, dice que merece la muerte porque "ha hecho más daño con la pluma que muchos con las armas" y "¡por maricón!".  En el fondo, Lorca, también se había echado al monte para defender la cultura, pero él utilizó el Teatro como arma arrojadiza y, con La Barraca, trató de difundir la cultura por toda España, entre las clases más desfavorecidas y aquellos que tenían menos acceso a las artes escénicas.
Curiosamente, esta semana también me salió al paso un artículo de Fran Rozada, cronista Oficial de Parres, en El Fielato, sobre la presencia de La Barraca en Cangas de Onís.
Hace quince años, por estas mismas fechas, trabajaba en La Voz de Asturias, dirigida por Faustino F. Álvarez, y coincidiendo con los veinte años de la muerte de Gaspar García Laviana, viajé a Nicaragua para hacer un reportaje sobre la presencia del misionero en San Juan del Sur y en Rivas, donde sigue vivo en la memoria de sus amigos y seguidores.
De ésa estancia tengo recuerdos muy encontrados. Tal día como hoy estuve secuestrada una noche en una pensión de Rivas. A las doce de la noche me despertaron los gritos de socorro la dueña, víctima de una gran paliza. Me lo pensé, pero salí de la habitación pidiendo silencio, la única manera que se me ocurría de decirle al matón que desistiera de pegarle.  Pero el agresor, borracho y drogado, al grito de ¡gringa de mierda!, me sugería que si no me gustaba el sitio, que me fuera. Era media noche, pero no dudé en recoger mis cosas y pedirle que me abriese la puerta. ¡Gran error!, porque lo que hizo fue echar un candado, mientras decía, que me marcharía cuando él quisiese. Me refugié en la habitación, que daba a un patio central, y seguía escuchando los gritos de la pobre chica. Pasé la noche en vela y cuál no sería mi sorpresa cuando a las seis de la mañana empezaron a abrirse puertas de otras habitaciones. Había, por lo menos, seis personas más y yo creía que estaba sola con los dueños.
Me asomo y veo a un hombre que intentaba abrir el candado con una navaja. A esa hora, el borracho se había quedado dormido y aquellas gentes necesitaban salir para coger un autobús, pero nadie les abría. Con más claridad comprobé que uno de los laterales del patio estaba cerrado por un paredón de unos dos metros. Primero, lancé  la maleta, y con la ayuda de aquellos huéspedes, me tiré detrás, mientras pensaba qué clase de gente era aquella que no salieron a las llamadas de auxilio de la joven posadera.
Ese día, había quedado a las diez de la mañana con el misionero dominico leonés Gregorio Barreales, director de la Escuela de Agricultura de Rivas para hacerle una entrevista sobre Gaspar García Laviana, pero me presenté en su casa a las ocho de la mañana, atacada de los nervios.
Este recuerdo lejano es mi pequeño homenaje para Marc Marginedas, Javier Espinosa y Ricardo García, los tres reporteros españoles secuestrados en Siria.
¿Cuántos millones de años más tendrán que pasar para que el hombre deje de ser un lobo para el hombre?.

viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Dónde están los Mandela de hoy?

Teatro Campoamor. Oviedo. (Foto Isolina Cueli)
En el año 1992 no pude asistir al acto de entrega del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación a Nelson Mandela, pero sí recuerdo la esencia de su discurso en el Teatro Campoamor, dirigido a la comunidad internacional, más en concreto a las organizaciones internacionales para que trabajen más en la solidaridad entre los pueblos. También dio la voz de alarma y les puso como deber prioritario la conservación de los recursos limitados del Planeta Tierra. Y no se olvidó de su continente africano para recordarles a los que mandan en el mundo que además de la ayuda solidaria, que agradecía profundamente, África, que vivía y vive una situación calamitosa de hambre y violencia, lo que necesitaba y necesita es Desarrollo. Han pasado más de veinte años y la mayor aportación que se recuerda es el Mundial de Fútbol en Sudáfrica, porque las grandes inversiones chinas, norteamericanas, rusas, francesas o españolas, no cuentan como desarrollo, sino como un expolio.
Como periodista, si colaboré en el Premio de Cooperación del año 1998, concedido a siete mujeres, muy implicadas en la defensa de la mujer en todo el mundo. El grupo, que aparece en la foto, estaba integrado por GraÇa Machel, actual viuda de Nelson Mandela, Rigoberta Menchú, Olayinka Koso, Fatiha Boudiaf, Emma Bonino, Somaly Mam y Fatana Ishaq.
Es la primera vez que publico esta foto, hecha desde la localidad que me había adjudicado la Fundación en el Teatro Campoamor. Para mí era un recuerdo del evento y en ningún momento se me ocurrió ofrecerla en La Voz de Asturias, el periódico para el que trabajaba en aquel momento, pues daba por hecho que la tenían los múltiples fotógrafos acreditados para el acto. Al final resultó que el único que la captó era Cereijido de la Agencia EFE, que triunfó al día siguiente en todas las portadas. La mía, que ilustra este texto, se quedó archivada hasta hoy y trata de ser mi homenaje a Mandela y a su viuda GraÇa Machel, con la esperanza de que sus ruegos y sus propuestas a la comunidad internacional también puedan hacerse realidad lo antes posible.
Para ello es necesario que los Mandela de hoy afloren y se manifiesten, si es que existen.






martes, 3 de diciembre de 2013

Adiós a Don José Cosmen

Esta mañana fue enterrado el empresario asturiano Don José Cosmen Adelaida, Pepe Cosmen para los amigos.
Yo no me puedo incluir entre sus amistades, pero sí tengo que recordar, una vez más, el detalle que tuvo conmigo cuando yo empezaba en la carrera de periodismo y lo dejé todo para hacer un stage en el Servicio de Portavoz de la Comisión, en Bruselas.
En enero del año 1988 yo compaginaba el trabajo en Radio Nacional de España en Asturias y Hoja del Lunes de Oviedo. Precisamente, en el semanario me encargaron una entrevista al dueño del ALSA, Don José Cosmen. Me acompañó el fotógrafo José Vélez y creo que fue él quien le dijo al empresario que a la semana siguiente me iba para Bélgica.
En aquella época, hace veinticinco años, el viaje en autobús de Asturias a Bruselas duraba veinticuatro horas. Salíamos a las dos de la tarde y llegábamos a la misma hora, pero al día siguiente. Cuál no sería mi sorpresa cuando al bajarme en la estación de Midi se acerca a mí un joven y se presenta como Jose Cosmen, que cumplía el encargo de su padre de ayudarme con el equipaje.
Cada uno cuenta la feria según le va y yo tengo que reconocer que mi relación con la familia Cosmen Menéndez-Castañedo siempre ha sido muy cordial.
Don José, que nunca perdió de vista sus orígenes en Cangas del Narcea, supo llevar una empresa modesta a las cotas más altas. Supongo que detrás habrá mucho trabajo, salud, suerte, intuición, tesón, paciencia, comprensión y empatía. Los ingredientes básicos para dirigir una empresa, pero también imprescindibles para surcar una vida.