lunes, 17 de junio de 2013

Favor, con favor se paga

Es tan viejo como los humanos sobre la tierra, -imagino que los habitantes de Cabo Busto de hace 300.000 años ya lo practicaban- . Tú me das una cosa a mí y yo te doy otra a ti. Se puede identificar con el trueque, o simplemente, con la buena educación. Si tú me haces un favor a mí, qué menos que corresponder a tu ayuda con otra ayudita.
El problema viene cuando el favor lo hago con pólvora ajena, o con medios que no son míos, pero lo cobro a título personal. Eso es lo que hacen algunos políticos delante de nuestras narices y no decimos nada. Generalmente, le hacen el favor a un empresario dándole una concesión, una obra, una compra, y a cambio le exigen que le pague el favor, pero que se lo ingrese en su cuenta corriente particular.
En la teoría, esas trampas no serían posibles, porque existen todo tipo de leyes y legalidades para que no se puedan hacer. En el caso de los contratos laborales, están las oposiciones; en los contratos de obra están las subastas, etc. Pero como el que hizo la ley hizo la trampa, todas las legalidades se saltan y se impone la ley del más fuerte, o la ley del menor postor, que no siempre es el mejor postor ni el mejor ejecutor.
Qué son, sino favores, los que le hacen a la Fundación Príncipe de Asturias unos cuantos empresarios, aportando miles y miles de euros que muy posiblemente no les sobren, pero que se ven en la obligación de pasar por el aro. Y, ya que no lo hace nadie, me pregunto yo ¿cómo cobran esos patronos los favores?. Porque no me puedo creer que los donativos sean a fondo perdido. Todos sabemos que nadie da duros a cuatro pesetas, y que si se pone el huevo en esa cesta, tarde o temprano tendrá que salir un polluelo.
Es el mismo caso de los patrones que le regalaron el barco al Rey. ¿A qué asunto tiene que mendigar el Rey un barco?. Pues lo hizo. Y ahora se da cuenta que no fue una decisión acertada y quiere devolver el regalo, pero no se lo devuelve a los que lo pagaron, se lo devuelve al Estado. ¡Vivir para ver!. Y los paganos, los que pusieron los 100 millones de euros para el juguetito, reclaman su cuota parte. Ahí se ve que no era un regalo, sino un favor que esperaba su recompensa.
Hoy está en todos los medios de comunicación el presunto chanchullo en las declaraciones de Hacienda de una infanta de España, utilizando nombres y haciendas ajenas como parapeto que justificara y cuadrara las cuentas propias. Esto no es un favor, esto ya es usurpación de la personalidad. Y eso a mí, y a muchos periodistas asturianos, me suena muy familiar. Lo hizo una funcionaria del Caso Marea con una señora de la calle, que no tenía ni idea de que le estaban utilizando en vano su cuenta o su nombre.
Podría seguir citando casos de favores hasta llegar a la gente más modesta, porque esto de los favores está en todas las capas de la sociedad, con la única diferencia, que los pobres pedimos los favores en casos de extrema necesidad y, generalmente, pedimos los favores que podemos devolver.

lunes, 10 de junio de 2013

Visitas fantasma

Mucha gente acaba de enterarse que los Estados Unidos espían nuestras cuentas de correo electrónico, nuestros blogs y nuestros teléfonos. (También se de gente mucho más cercana, que tiene el vicio de pinchar teléfonos y escuchar conversaciones privadas. Pero como no soy policía, no puedo demostrarlo, aunque hace unos meses ellos mismos se delataron y me echaron en cara una llamada telefónica que yo había recibido de una tercera persona).
Pero volviendo a lo de Estados Unidos, a mí esta noticia no me cogió de sorpresa. Siempre lo imaginé, pero desde hace dos años, en concreto, desde que abrí este blog, lo compruebo cada vez que subo a la red un comentario. Inmediatamente ya tengo una visita desde Estados Unidos. Y yo sé que allí no tengo ningún conocido ni personas que puedan estar interesadas en mis opiniones, salvo un súper ordenador que ficha todo lo que se mueve. Hoy no será una excepción y como no voy a poner palabras ni siglas comprometedoras, imagino que no saltarán muchas más alarmas.
Lo mismo me pasa con los rusos. Van casi a la zaga y tampoco me puedo jactar de tener amigos en esas latitudes, con lo cual, deduzco que hay gato encerrado. Sino, les pido desde aquí a esos lectores, que se manifiesten con un comentario a este post.
Lo dijo hace unas semanas Assange, el pionero en delatar los entresijos del poder. Se lo contó a Jordi Ébole y le dejó claro que estábamos más que controlados y también le dijo que mucha culpa era nuestra, ya que nos exponemos de forma descarada. Damos datos a diestro y siniestro de nuestros movimientos, de nuestros gustos, de nuestros disgustos y esa es una información muy preciada.
Lo que hacemos con las fotos es un capítulo aparte. Me da pánico ver con qué alegría se exponen fotos en el patio de vecindad que es la RED. Aunque desde la intimidad de nuestras casas nos parezca que estamos a salvo, es una percepción errónea. Cada foto que colgamos, o mismamente este texto que yo escribo, es como si lo colgáramos en el balcón de nuestra casa. Está expuesto a todo el que pase, a los curiosos, a los cotillas, a los envidiosos y a los pérfidos. También a las buenas personas, por supuesto, y a los amigos, que nos leen y nos miran de otra manera. Pero yo me quiero centrar en los peligros que corremos y que desconocemos porque pensamos que todo el mundo es bueno.
Yo sé que todo lo que digo en este blog es un arma de doble filo y a pesar de que no me prodigo demasiado, ya me retraté mucho más de lo que debería.
A pesar de todo, ¡Viva el espíritu crítico!.

miércoles, 5 de junio de 2013

A la compra en carro y caballo

Carro y caballo aparcados esta mañana en Villaviciosa.
Esta mañana me encontré de bruces en Villaviciosa con un caballo aparejado a un carro en el que se veía la compra realizada por el dueño. Esta imagen era la habitual un miércoles, día de mercado, desde principios a mediados del siglo XX. Los burros y los carros con caballo eran más comunes que los coches. Hoy, muchos años después, los caballos son testimoniales -por eso llaman la atención- pero ya da que pensar que alguien vaya a la compra en carro.
Muchos me llaman agorera, pero al precio que nos están poniendo el combustible, no me extrañaría que tuviésemos que volver a los vehículos de tracción animal. Sólo tenemos que mirar las calles y carreteras, que están vacías.
No soy yo la que diseñó el plan para que la mayoría retrocedamos en calidad de vida y en derechos. Yo sólo constato la realidad y la cuento, aunque hay gente que no quiere ver la que nos tienen organizada y prefiere mirar para otro lado.
Desconozco los motivos del dueño de la caballería para ir al mercado en descapotable. Espero que, por lo menos, los municipales no le hayan multado por amarrar el caballo a una señal que limita las horas de aparcamiento en ese espacio.