domingo, 25 de diciembre de 2016

Santos inocentes en Bolivia

Isolina Cueli
En esta columna no se va a encontrar ninguna inocentada, aunque sea el Día de los Santos Inocentes. Sí me voy a referir a los niños inocentes que se mueren a diario en todo el mundo, víctimas de enfermedades evitables, o de violencia familiar, o bien atrapados en conflictos bélicos, esas guerras de todos los días que arman los adultos de forma inconsciente.
Quiero acotar más el espacio y dedicarle estas líneas a los miles de niños bolivianos que se mueren cada año por problemas, como una simple diarrea, que en otra parte se habrían curado.
Acabo de vivir un mes como voluntaria en el Proyecto Hombres Nuevos, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) y comprobé cómo la ayuda de cooperación puede salvar vidas. Además tuve la suerte de poder prestarle mis brazos y mis piernas a Poldo Recamal, vecino de Villaviciosa, que por motivos de salud no pudo viajar, y que es gran entusiasta del proyecto de cooperación que desarrolla en esta zona de América, Nicolás Castellanos, obispo emérito de Palencia.
Poldo, sé que tú tienes mucha ilusión por realizar trabajos de cooperación con niños. En Bolivia hice un poco de todo y sé que también te habría interesado a tí. Coincidí con los hijos de Teodora, de 46 años, asesinada a principios de diciembre, junto a su sobrino Luis, de 11 años. Acompañaba a Nicolás Castellanos a la misa que dice cada sábado en el pueblo de Jorori, a las afueras de Santa Cruz de la Sierra. Le comunicaron el suceso y que la gente no vendría a la iglesia. Sobre la marcha, la misa se convirtió en velorio en la casa de los fallecidos. Esos niños y sus vecinos, unos 150, también acudieron el día de Nochebuena a recoger los regalos de la parroquia. Es posible que ese haya sido su único juguete en estas fechas. Sus caras lo decían todo.
Me tocó conocer a José Andrés, un niño de 12 años, que lleva la silla de ruedas de su madre, con polio desde niña. Necesitaba una silla y se la facilitaron en el Hospital del Proyecto Hombres Nuevos.
También conocí a María Selva, Diego o Elizabeth, jóvenes del centro Acción Médica (Ame) Bolivia, dirigido por el médico rumano Gheorghe Micoti, que ayuda a personas con problemas psíquicos y con movilidad física, que han sido abandonadas por sus familias. Este ha sido uno de los momentos más emotivos y duros de todo el mes en Bolivia y que a tí, Poldo, te habría gustado vivir. Es difícil explicar con palabras el cariño que recibes de unas personas que acaban de conocerte.
Estos y otros muchos, entre ellos los miles de niños trabajadores que aún se ven por las calles, son los verdaderos santos inocentes del mundo en que vivimos, personalizados también en los menores que se ven envueltos en la guerra de Siria y en las otras guerras solapadas que, además, afectan a los países más pobres.
¡Buen camino!

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Mujeres que piensan

Isolina Cueli
Acabo de asistir en Santiago de Chile a un congreso de mujeres periodistas y escritoras y de escuchar el largo camino que nos queda por recorrer para que una mujer tenga el mismo reconocimiento y las mismas oportunidades que un hombre a la hora de publicar, de dirigir una empresa periodística, de opinar, o de cobrar el mismo salario a igual rendimiento.
Y no me olvido que hace medio siglo las cosas estaban muchísimo peor, aunque con excepciones
como la de la escritora asturiana Marta Portal (Nava 1930-Madrid 2016), premio Planeta en el año
1966, toda una proeza si tenemos en cuenta que hace cincuenta años en España las mujeres
escritoras eran una inmensa minoría oculta y ocultada y en Asturias aún más, con el permiso de
Dolores Medio (Oviedo, 1911-1996) o María Xosefa Canellada (Piloña 1913-1995).
Marta Portal -fui alumna suya en clases de Literatura, en la Complutense- me descubrió la
escritura latinoamericana y a Juan Rulfo, que era su autor de cabecera, pero curiosamente, creo que
no había muchas autoras femeninas en su repertorio de clase. Allí también se veía el vacío que
sufrían las mujeres en los libros de texto.
En mi ponencia en el congreso de periodistas y escritoras recordé el trabajo de autoras españolas del siglo XIX como Emilia Pardo Bazán o Rosalía de Castro, cuyo éxito y reconocimiento les llegó a título
póstumo. La sociedad decimonónica era un coto cerrado masculino y los hombres no estaban
dispuestos a ceder ninguna ventaja a las mujeres. Aún se escucha el eco de las palabras que
Marcelino Menéndez Pelayo le dedicó a Emilia Pardo Bazán: "Literata fea con peligro de volverse
librepensadora". No podía atacarla por su obra y la menospreciaba por su físico.
En el fondo, el miedo que tenían los hombres de entonces y, no sé si los de ahora, era que las
mujeres pensasen, que tuviesen opinión y que la expresasen. Aquellas que lo hacían no eran bien
vistas.
Es grata la noticia de que el Gobierno de Asturias va a empezar a dar ejemplo y tratará de
equiparar el salario del funcionariado. A igual trabajo o igual cargo, ganarán lo mismo hombres
que mujeres. Aunque parezca mentira, en este momento no ganan lo mismo. Es un pequeño
ejemplo del camino que nos queda por recorrer.
El Fielato, periódico local en papel y global en internet, es uno de los medios con más presencia de
mujeres en las columnas de opinión. Y eso también es raro. En el número del 5 de octubre, se
producía un hecho insólito: aprovechando unas vacaciones de Borja, las tres firmas de ésta página
Tres eran femeninas: Susana Peruyera desde París; Marije Amieva que anda a caballo entre
Asturias y Londres y una servidora, a pie de caleya en mi particular Macondo.
Las mujeres sabemos que no nos van a regalar nada, pero con el espíritu de sacrificio y de
superación que nos caracteriza seguiremos arrimando el hombro para facilitar el camino de otras
generaciones y seguiremos dando ejemplo, como antes lo dieron por nosotras.
Como decía la escritora chilena Gabriela Mistral: Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú./
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú./ Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú./ Se tú él (la) que aparta la piedra del camino.

¡Buen camino!

martes, 20 de diciembre de 2016

Ordenación diaconal en la prisión de Sucre (Bolivia)

Milton Cruz, hermano de la orden de los Trinitarios, se ordenó como diácono el pasado fin de semana en la prisión de Sucre (Bolivia), de la que es capellán.
No se permitió el acceso de cámaras de fotos. Las que adjunto fueron hechas por un funcionario del recinto penitenciario.
El acto, al que asistieron 150 reclusos, tuvo lugar en el patio del módulo Cuatro, y estuvo presidido por monseñor Walter Pérez, obispo jubilado y por Nicolás Castellanos, obispo emérito de Palencia y misionero en Bolivia desde hace 25 años.
Milton Cruz recibe el abrazo de su madre
Milton Cruz, de 50 años, estudió Me
dicina en Sucre. A los 25 años ingresó en la orden Trinitaria. Estudió Teología en España.
La orden Trinitaria centra su apostolado en el apoyo a los reclusos, de acuerdo con el mensaje cristiano de liberar a los cautivos.
 Ordenación del hermano Milton Cruz en la prisión de Sucre

miércoles, 14 de diciembre de 2016

La desaparición de las cajeras

Isolina Cueli
Me encanta conducir coches, tractores, motos, bicicletas, lanchas o pilotar avionetas, vamos, todo lo que se mueva, pero les tengo pavor a las máquinas modernas: los ordenadores, los móviles, los cajeros del banco, el dispensador automático de la gasolinera o el de pagar los peajes.
Soy de las que va a la ventanilla del banco y de las que evita la gasolinera con autoservicio, pero sé que a esos lujos les quedan dos telediarios y en nada tendré que enfrentarme a las maquinitas, sí, o sí.
La última sorpresa la llevé hace poco en Londres. De un viaje para otro habían desaparecido las cajeras de los supermercados. Donde había una batería de veinte cajas quedaba una, testimonial, para los inútiles como yo. En las demás, cada cliente pasa el código de barras de su compra por el detector y paga el importe. Hace el trabajo que antes realizaba una persona, hombre o mujer, aunque no sé porqué, ese trabajo siempre se adjudica a mujeres.
En España, y en concreto en Asturias, ya se ve venir la maniobra. Acabo de darme cuenta que en varios supermercados ya hay máquinas en las que el usuario lo hace todo. En otros, aún son los empleados los que pasan los productos, pero se ve que el artilugio está diseñado para que el día menos pensado nos digan que debemos ponernos manos a la obra y hacer la caja.
Que no cunda el pánico, no sólo desaparecerán los puestos de trabajo de las cajas, sino muchos más, como los de los bancos, y aparecerán otros nuevos que ni imaginamos.
Sin darnos cuenta nos hacemos, o nos hacen, cada día más dependientes de las pantallas. Y lo que es más grave, sin percatarnos, serán esas máquinas las que nos digan lo que tenemos que hacer. Máquinas dirigidas por humanos avanzados que mandarán a la masa, entre la que me encuentro. No sé si me tocará verlo, pero al paso que vamos, llegará antes de lo que pensamos. Y a ese monstruo lo estamos alimentando nosotros cada día, también sin enterarnos, o sin querer enterarnos. Le damos todo tipo de información. Yo, que interactúo poco, creo que me paso en la exposición, no digamos las personas que dejan hasta su ADN. Eso es oro molido para el ojo que nos mira desde la nube, y no es precisamente el Espíritu Santo. Es un ojo más terrenal y la nube es un gran almacén de datos, a base de algoritmos, al que no se le escapa ni la hora a la que vamos al baño.
Que no las entienda, no significa que esté en contra de las maquinitas, pues reconozco que, bien utilizadas, son muy útiles en áreas como la sanidad o la seguridad. El pasado fin de semana descubrí el GPS de mi teléfono móvil. Era la primera vez que utilizaba ese servicio y me quedé impresionada. Aún no salí de mi asombro. Pero todas esas ventajas tienen un peaje que nos puede salir muy caro en el momento que les demos tanto poder a todas las pantallas que no podamos vivir sin ellas.
Y el grito en el cielo no lo pongo yo, lo hace una persona mucho más cualificada e informada, me refiero al pensador israelí Yuval Noah Harari (1976). En su libro Homo Deus (Debate) dice que si seguimos dejando a las empresas multinacionales y a los mercados que tomen las grandes decisiones por nosotros, se formará una clase especial de humanos, supercualificados en inteligencia artificial, que serán los que nos lleven a los demás como corderos. No nos dejarán ni pensar.
No sé si será el mundo feliz del que hablaba Aldoux Huxley, pero si será el mundo de los humanos-autómatas, a los que les extirparon el libre albedrío. Y eso será nuestra autodestrucción.
Hay gente que me dice que soy muy negativa cuando escribo, y creo que van a tener razón.
¡Buen camino!


miércoles, 7 de diciembre de 2016

El porcellino de La Toscana

Isolina Cueli
En Florencia hay una escultura de bronce que reproduce un jabalí y que es la atracción de los turistas que visitan el Mercado Nuevo. Se la conoce como la fuente de El Porcellino. La gracia está en frotar el hocico del jabalí al que los supersticiosos le atribuyen cualidades sobrenaturales. No pude comprobar este extremo, pero sí vi que en la Toscana italiana el jabalí cuenta mucho en su gastronomía, en su chacinería y en su cultura.
"El jabalí no tiene pasaporte, es libre", me decía un charcutero cuando le pregunté si los jabalíes se criaban en cautividad, mientras ojeaba la mercancía de su tienda en Siena, en la que no faltaba la cabeza disecada a la puerta.
Creo que no estaría mal que una delegación asturiana visitase la Toscana para aprender el valor añadido que se le saca al jabalí, uno de los animales preferidos para sus numerosos platos de carne salvaje. En noviembre y diciembre tienen al menos dos festivales del jabalí.
Los italianos también están desesperados con los daños que les causan los suidos en los viñedos, a pesar de los pastores eléctricos y las vallas de protección, pero después de muchas denuncias, con las que intentan salvar la producción del chianti, su vino de cabecera, han conseguido que el Gobierno regional apruebe varias medidas para reducir a más de la mitad la población de ciervos y jabalíes. De los 400.000 que se estima campan a sus anchas por la Toscana pretenden bajar a 150.000.
Mi prima Macri, gran amante de los animales, ya habría dado un grito sólo con pensar que en Italia quieren matar más de 200.000 jabalíes y ciervos.
Desde que tuve uso de razón viví la matanza del cerdo en Priesca. Se contemplaba como algo natural y de supervivencia, porque ese cerdo nos daba mucha comida, tanto en carne, como en embutidos. Sólo fui consciente del dolor que causábamos, cuando en mi casa se empezaron a criar y matar dos cerdos. Era muy duro ver la reacción del segundo cuando esperaba su turno y escuchaba los rugidos de muerte del primero. Cuando lo iban a buscar a él, lloraba como lo haría un humano. Sabía muy bien lo que le esperaba. Ahí tomé conciencia de lo que hacíamos con aquellos animales que, curiosamente, habíamos criado con tanto esmero durante un año.
También sé que hay muchos agricultores y ganaderos que cultivan con esmero sus cosechas y en una noche se la lleva por delante una piara de jabalíes.
El año pasado me salió uno al paso en la carretera y lo atropellé. A pesar de que era de noche y venía tráfico en ambas direcciones aguanté el golpe sin consecuencias graves, pero no todo el mundo tiene la misma suerte.
Me viene a la memoria una imagen de los años sesenta: el pellejo de vino de Castilla, propio de los bares y de algunas casas, no era más que la piel de un jabalí.
Es necesario un equilibrio y la clave está en encontrarlo, por el bien de todos. Hasta hace unos años, el jabalí vivía salvaje en la naturaleza y al ser nocturno apenas coincidía con los humanos. Tenía suficiente comida en la montaña y no necesitaba bajar a los valles ni a las zonas pobladas. Ahora los vemos por todas partes, bien porque no tienen comida en su hábitat, o porque como son tantos, no alcanza para todos y se buscan la vida como pueden.
Aquí, igual que en la Toscana, los protegemos y controlamos su caza, sin tener en cuenta su capacidad reproductora y como son más listos que nosotros, nos ganaron la partida.
¡Buen camino!

jueves, 1 de diciembre de 2016

¡Es la leche!

Isolina Cueli
Cuando argayaba la montaña, a la entrada del túnel de Fabares, por la cara de Villaviciosa, siempre decía, incluso escribí, que si los técnicos, los ingenieros y demás licenciados hubiesen ido antes a preguntarles a los vecinos de los pueblos cercanos les habrían dicho que aquel terreno se iba a derrumbar si no ponían las medidas oportunas para sujetarlo. Escribí algo parecido con los túneles de la variante de Pajares que se convirtieron en un río, al horadar directamente en los manantiales que abastecían de agua a los pueblos de la zona.
Estos días nos inundan con informes, estudios y noticias que nos cuentan lo buena que es la leche asturiana. Y nos lo dicen a nosotros, que llevamos tanto tiempo catándola, tanto en el sentido de ordeñar las vacas, como en el de beberla y saborearla. Si hace años les hubiesen preguntado a los ganaderos qué daban de comer a sus vacas y cómo las trataban, era fácil deducir que tenían que dar buena leche. No se necesitaba ningún informe técnico. Pero como vivimos a base de informes, el de la leche, que nos es favorable, nos llegó un poco tarde, pero llegó. Por lo visto, hasta ahora había uno desfavorable y la gente dejó de tomar leche.
Me crié con leche de vaca ratina, que se utilizaba para tiro, pero también daba algo de leche. Conservo un talón del mes de diciembre de 1960 en el que mi padre entregó a la fábrica de Arias 642 litros de leche y se la pagaron a 3,50 pesetas litro, con lo que cobró 2.247 pesetas, que equivalen a unos 505 euros actuales. ¡Ya quisieran los ganaderos de hoy cobrar ese precio por litro!
Por esas fechas también me tocó tomar la leche en polvo que nos daban en la escuela como suplemento alimenticio, creo que venía de un fondo de Unicef que trataba de ayudar a niños desnutridos. Después de desayunar en casa un tazón de chocolate de Manolina, con leche de primera, en la escuela, a media mañana, nos obligaban a tomar un vaso de leche en polvo diluida en el agua que habíamos ido a buscar a la fuente de La Vallina, en La Quintana. Era vomitivo, pero no quedaba más remedio que tragarlo para no ser descorteses con la ayuda humanitaria internacional.
Más tarde, cuando se retiraron los carros y los arados romanos, las ganaderías fueron incorporando vacas frisonas y Asturias se convirtió en una potencia lechera. Y sabíamos que producíamos leche de primera, pero entre los políticos de la Unión Europea que se ahogan en un vaso de leche, y los de aquí, que estaban a su menester, fueron borrando las explotaciones de un plumazo y hoy, en cada pueblo sobran dedos de una mano para contar las ganaderías de leche. (En Asturias son unas 2.000 y algunas apenas sacan para gastos, con un precio base de 0,27 céntimos litro, tanto para la buena, como para la menos buena). Con la desaparición de las explotaciones lácteas se fue incrementando el despoblamiento del medio rural. Y algunos de los protagonistas de este desatino claman hoy por repoblar los pueblos. Primero fueron verdugos y ahora van de salvadores de la patria.
Sabíamos que teníamos unos pastos de primera, vacas de primera y por tanto tendría que producir leche buena, pero no se primaba la calidad, sino la cantidad. Ahí metieron a los ganaderos en la lucha por las cuotas. Los abocaron a ampliar explotaciones, a realizar grandes inversiones y, al final, los dejan abandonados a su suerte. Salen adelante gente con mucha vocación, amplia formación y un fuerte capital para poder hacer frente a la guerra comercial. En algún supermercado se vendía el litro de leche más barato que el precio que se paga en origen al ganadero. No se sabe bien cómo hacían el milagro.
¡Buen camino!