miércoles, 6 de diciembre de 2017

Manzana asgaya

Isolina Cueli
Asgaya es una palabra bable que nos indica la gran cantidad de manzana que hubo este año, gracias a las buenas condiciones del clima.
Y lo que tendría que ser motivo de júbilo se convierte en pesadilla para muchos cosecheros de manzana que se ponen nerviosos porque creen que no van a poder vender tantos kilos, una cantinela que se repite desde hace muchos años por falta de profesionalidad en el sector. El ejemplo más claro es el de la vecería o alternancia en la producción. Este año hay mucha manzana y al siguiente menos de la mitad. En el año 87 entrevisté en Siero a Claudio García, que había eliminado la vecería en su pomarada gracias a una buena poda anual, al constante abonado, además de un tratamiento con aminoácidos de síntesis en el terreno. La solución está al alcance de todos, pero requiere trabajo e inversiones y eso ya es más difícil de aplicar por el sistema endémico del cultivo de la manzana en Asturias, donde se deja a los árboles a su aire.
Siempre defendí a la gente del campo, pero en el caso de la manzana y la sidra, creo que tan de campo es quien cosecha la manzana, como quien la transforma. Ambos se complementan. Y así lo pude comprobar en el Concurso Exposición de Manzana que se celebró en Villaviciosa este año. No hace falta agudizar mucho la vista para comprobar cómo los lagareros y las empresas están haciendo sus propias pomaradas, dando ejemplo de profesionalidad y ganando premios por su buen hacer. Así, van marcando la senda por la que tiene que avanzar la manera de cosechar manzanas. Y al igual que las bodegas de vino están en medio de un viñedo, cada día es más fácil ver las pomaradas que se extienden alrededor de las naves de la industria transformadora. Está claro que los lagares y las fábricas nunca van a ser auto suficientes, pero lo intentan y me parece muy bien.
Hace treinta años ya se apostaba por la puesta en marcha de contratos entre lagareros y cosecheros como los que existían en el País Vasco. Es una buena solución para ambas partes, un ten con ten difícil de aplicar en Asturias, mientras no se controle la vecería.
Y la vecería sólo la puede cambiar el dueño de la pomarada. En las movilizaciones de las últimas semanas se pedía auxilio a los políticos para que solucionen el problema y los políticos sólo saben crear organismos y burocracia. Hasta el momento, fueron incapaces de hacer una buena campaña formativa e informativa para acabar con la vecería. Ahora les dio por fomentar la manzana de sidra y se abandonó por completo la manzana de mesa, en la que Asturias fue pionera. Sólo tenemos que ir a una frutería, más grande o más pequeña, y el panorama es desolador. Podemos elegir entre manzana francesa, italiana, catalana, pero apenas se ve una caja de manzana asturiana, y eso que estamos en plena temporada. Teníamos una manzana única por su sabor y presentación: la de mingán. Podíamos exportar asgaya de manzana de mingán o de reineta canadá y sacarle un buen valor añadido, pero nos conformamos con ver el brillo y los colorinos de las que nos llegan de fuera que, encima, no saben a nada.
Es posible que el siguiente problema venga por los jornales del campo. En el Sur ya se dio la voz de alarma por la falta de mano de obra recolectora -el año pasado quedaron 200.000 kilos de albaricoque sin recoger- a pesar de que es más cómodo quitar la fruta del árbol, que pañarla en el suelo, como pasa con las manzanas de sidra. Parece que los españoles no estamos por la labor de doblar el espinazo. En Asturias, los inmigrantes ya dominan claramente dos apartados relacionados con el sector de la manzana: en el campo participan en la recolección de forma masiva y en los concursos de escanciadores, son los líderes del podium. El reciente campeón de Asturias de escanciadores se llama Salvadór Ondó. Es de Guinea Ecuatorial y trabaja en la sidrería El Mallu, de Gijón.
Preparativos de un contingente de manzana para enviar a el País Vasco.
Un año más, la cosecha salió adelante. Hay que reconocer el esfuerzo de las fábricas y los llagares asturianos para atender tanta oferta. Muchos excedentes también se fueron para el País Vasco y más allá. Estamos en un mundo global, o glocal, como diría Juan Cueto, y, para muestra, basta una pumarada.
¡Buen camino!

martes, 14 de noviembre de 2017

Utopía

Isolina Cueli
Ernesto y Marisa, peregrina de La Gomera.
En el Camino de la Vida, y como peregrina del Camino de Santiago, me encontré estos días en Cantabria con un utópico del siglo XXI. Se llama Ernesto Bustio (Güemes, 1937) sacerdote obrero y trotamundos. A pesar de los años y los desengaños, sigue creyendo con fe ciega en la bondad infinita del ser humano. Y lo pone en práctica a diario en Güemes, en el albergue de peregrinos La cabaña del abuelo Peuto, homenaje a su abuelo Perfecto, campesino que puso los cimientos del edificio sobre el que se asienta el alojamiento para peregrinos del Camino de Santiago y para los demás peregrinos del Camino de la Vida y de la Amistad. Lo insólito de la iniciativa del cura Ernesto, de padre villaviciosino, es que en su hospedaje te facilitan alojamiento -con ducha de agua caliente incluída- y manutención, pero no existen tarifas. Cada usuario deposita el dinero que considera oportuno en una caja, de forma anónima. Y lo curioso, también, es que hay gente que se va sin dejar nada. Pero este comportamiento no logra alterar la fe del cura Ernesto, que mantiene su tesis de que la tacañería, o la cara dura de unos, se compensa con la generosidad y el altruismo de otros.
En este caso, no podemos pensar en la picaresca española para escaquearse a la hora de sacar la cartera, porque los extranjeros son mayoría entre los peregrinos. Y, como no está bien que paguen justos por pecadores, el cura Ernesto se resiste a poner precio a su trabajo y el de los colaboradores y voluntarios. Quiere que sean otros los que le den el valor al servicio que reciben.
Después de recorrer medio mundo en un coche todoterreno, conocer humanos de muchas razas y de curtirse en múltiples oficios, el cura Bustio da un voto de confianza y tiende su mano amiga a la humanidad doliente, convencido que para llegar a la utopía, sólo está el Camino de la Amistad.
Utopía es el título del libro publicado en 1516 por Tomás Moro (1478-1535). En aquel texto, el autor británico explicaba cómo sería el Estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía, en la que no existía la propiedad privada y se promovía la igualdad entre sus habitantes masculinos, que también podían elegir a sus dirigentes. Una república con sanidad gratuita, divorcio, libertad religiosa y eutanasia. Algunos de estos postulados, como el divorcio o la sanidad universal, utópicos para su tiempo, se fueron ejecutando con el correr de los siglos. Otros, como el comunismo, fracasaron, y los menos, como la eutanasia, siguen siendo utopía en muchas sociedades. En el libro de Tomás Moro había olvidos sonoros como la igualdad de las mujeres, un derecho que también va ocupando su sitio, a pesar de que a él, un adelantado a su tiempo, ni se le hubiera pasado por la cabeza.
Moro y otros pensadores y pensadoras fueron sumando ideas y reflexiones para el progreso intelectual de la humanidad y para que la cosa pública -res publica- esté al servicio de la mayoría.
Ese compendio de sesudas teorías al servicio de la humanidad, hechas por intelectuales, pensadores y utópicos está resumido en: Bienvenido a la República Independiente de tu Casa, las ocho palabras del anuncio de Ikea que caben en un felpudo. Sería muy interesante para la cosa pública que supiéramos ser independientes de puertas para dentro -incluídos los políticos- y gobernáramos y administráramos nuestra casa y nuestro pequeño universo como nos gustaría que se gobernase el exterior. Ser independiente es practicar la responsabilidad, la educación, la solidaridad, la piedad, la austeridad, la autonomía, la libertad, la clemencia, la humildad, el perdón, la paciencia y la empatía. Cualidades que el cura Ernesto presupone que vienen de serie en la mochila vital y no calcula que hay egoístas que prefieren no pensar en el esfuerzo hecho para que el plato de la cena, la ducha caliente o el desayuno estén allí, en el albergue y a su disposición, igual, o mejor, que en su propia casa.
En nuestro mundo desarrollado, y como peregrinos de la vida, tampoco deberíamos ignorar lo que nos ofrecen la Sanidad, aunque tenga defectos; la Educación hasta la Universidad, aunque se le vean lagunas; las carreteras por las que circulamos, aunque encontremos baches y los políticos, elegidos en democracia, aunque en ocasiones intenten engañarnos. Todo es mejorable y, aunque nos parezca utópico, hasta podría ser perfecto, o peuto, como dirían en Cantabria. La clave está en seguir y perseguir la utopía, al igual que hace a diario el cura Ernesto.
¡Buen camino!

miércoles, 11 de octubre de 2017

Se les ve el plumero

Isolina Cueli

En los años sesenta se introdujo el lúpulo en Villaviciosa, en concreto en uno de los porréos, frente al ramal que desvía a la playa de Rodiles. Una finca de unas veinte hectáreas. La ornamentación de aquella plantación de lúpulo eran unos plumeros (cortaderia selloana) colocados en maceteros gigantes de hormigón. Era una planta desconocida para nosotros que no se podía tocar, pues sus hojas son repelentes y afiladas, aunque la gente sí se las apañaba para cortar la flor, el famoso plumero, para decorar el interior de las casas. A finales de los setenta, más o menos, se acabó el lúpulo y desaparecieron los plumeros.
Pasaron unos veinte años y en los noventa y principios del siglo XXI volvieron los plumeros de forma masiva. Nos llegaron por las autopistas. Los lumbreras encargados de la ornamentación de los espacios verdes de las carreteras no tuvieron mejor ocurrencia que colocar miles de plantones de plumero por todas partes, a lo largo de cientos de kilómetros, tanto en Asturias, como en las comunidades limítrofes. Aquellos miles, ahora son millones. Sería interesante saber cuánto nos gastamos en plumeros para las carreteras.
Ese dato no tendría mayor trascendencia si no nos hubiésemos encontrado con la paradoja de que al cabo de unos años, las mismas instituciones que autorizaron las plantaciones de los plumeros nos dicen hoy que es una planta invasora y que hay que arrancarla. Y en vez de ponerse manos a la obra, con pico y pala, o mejor, con pala excavadora, lo que hacen es contratar a una empresa para matar a los pobres plumeros, pero con herbicida.  En el Gobierno comunican que arrancaron 2.500 plantas y habrá dos millones. ¡No les queda nada! Por lo que vi este verano, empezaron por los tramos de autopista de Ribadesella y Llanes y las cunetas están infestadas de herbicida, con las hojas de plumero amarillas. ¡Y me dirán que es herbicida bueno! Para los particulares el uso de herbicida está casi penalizado, pero los ministerios y las consejerías de turno utilizan el herbicida en espacios públicos y por toneladas, porque para acabar con una mata de plumero hay que echar mucho veneno. A la vuelta de la primavera se verá si el método es eficaz o tendrán que repetirlo.
Plumero seco por el efecto del herbicida.
Y no sólo echan el herbicida en las carreteras. A una vecina de Selorio (Villaviciosa), que tenía una planta en su jardín desde hace muchos años, se la mataron. Sí, tenía un plumero y sólo uno, como podía tener una camelia o una hortensia, porque si salían otros nuevos, los arrancaba. Pues hace meses, entró una cuadrilla en su propiedad con la encomienda de deshacerse del plumero. Lo rociaron con herbicida y allí la dejaron, sin palabras.
Se dice que el plumero es planta invasora. Quiénes saben de plantas no se extrañan que el plumero, como la mayor parte de los vegetales, intente reproducirse, bien con sus semillas, con ayuda del viento, de insectos o de pájaros. Para que el plumero no se extienda sólo hay que hacer una limpieza al año de los espacios en los que está plantado, en este caso las carreteras, arrancando los plantones jóvenes. Pero el sistema de desbroce abarca un metro de cuneta, o mejor dicho, lo que alcanza el brazo mecánico de la desbrozadora del tractor que se encarga de ese servicio, o el brazo del operario que lleva la desbrozadora manual, con lo cual, en los otros metros de arcén, que son muchos, campan las malas hierbas a sus anchas. ¿Porqué no hay plumeros en los praos? El plumero no es ni más ni menos invasivo que el fresno; el laurel; los matorrales que se ven por todas partes; la adelfa, una planta venenosa, que no es de estas latitudes y que también plantaron en la mediana de todas nuestras autopistas, o la retama, que sustituye a nuestra cotolla y que también nos la colaron por las autopistas. No me sorprendería que se acuerden ahora que son invasoras y decidan arrancarlas.
Ya es casualidad que el plumero campe a sus anchas en los espacios públicos de las carreteras y en los polígonos industriales como el de Bobes (Siero), que también está abandonado a sus suerte. En Bobes hicieron un expolio a los vecinos, echándolos de sus tierras, en las que no había ni un plumero, para convertirlas en parcelas industriales y ahora no hay ni tierras de cultivo, ni naves. Hay plumeros.
¿Cómo es posible que a nadie se le haya ocurrido poner en las autopistas hortensias? una planta que prende de esqueje y su flor impresiona a nuestros visitantes. Supongo que no lo hacen, porque hay que podarlas.
Se les ve el plumero, y mucho, tanto a los que trajeron los primeros plantones, como a quiénes deciden ahora arrancarlos por invasores. Mientras, a nosotros, paganos de todos sus desaguisados, sólo nos queda echarnos las manos a la cabeza.
¡Buen camino!

jueves, 14 de septiembre de 2017

Pan y circo

Isolina Cueli
Las dos palabras del título no son mías. Así, unidas, las escribió en latín -panen et circenses- el poeta Juvenal hace más de 2100 años. El escritor romano denunciaba el modus operandi de los emperadores de la época, que repartían trigo gratis entre sus súbditos y también les organizaban actuaciones circenses. Según Juvenal, los mandatarios utilizaban ese tejemaneje para tener contenta a la gente, con alimento y entretenimiento y, así, ellos podían hacer lo que les diese la gana.
Pues ese pan y circo, tan antiguo como las piedras, se repite hasta la saciedad. Lo mismo da que vivamos en dictadura como la de los emperadores, o en una democracia moderna.
Aunque ahora estamos bien alimentados, está claro que nos encantan los regalos de comida. No hay más que ver cómo agradecemos ese pincho que ofrecen con la consumición en los bares o cafeterías. Nos lo envuelven tan bien, o nos dejamos engañar tan fácil, que hasta creemos que es gratis, cuando, en realidad, ya lo pagamos bien pagado con la bebida. Pero son estrategias de las empresas privadas y no tengo nada que objetar. Es más, tienen toda mi admiración por conseguir vender y mantener los negocios y ni se me ocurre compararlos con los emperadores romanos.
El título y contenido de ésta columna me lo sugieren las fiestas y festejos que se organizan a lo largo del verano en todos los concejos. Parece que los ayuntamientos compiten a ver quién da más pan y más circo. Al menos, es lo que vÍ y viví en Asturias. Es igual el color político de los gobernantes, en los programas culturales se repiten las mismas ideas y los mismos personajes, empeñados en alimentarnos el estómago y la mente, o lo que es lo mismo, en fartucarnos y atontarnos. Supongo que el objetivo será mantenernos contentos y despistados, o hipnotizados mirando a los matorrales que invaden las carreteras, las autopistas y los caminos. Está claro que para desbrozar no hay presupuesto. Parten de la base que los turistas, que también van fartucos y atontaos, ni se enteran de los bardiales que hay por todas partes. Además, algunos, que presumen de ecologistas, hasta los encuentran decorativos.
De Folixa en Folixa es el nombre de un programa de la TPA, la televisión de Asturias, y resume perfectamente la filosofía de vida del verano. De fiesta en fiesta y de fartura en fartura y, si es gratis, mucho mejor. Y en eso se esfuerzan los municipios, convertidos en agentes festivos y artísticos.
Cuántos actos y actividades nos han presentado como gratuitos. Música, teatro, cine, degustaciones, fiestas y demás familia, adornadas como gratuitas, cuando en realidad cuestan mucho dinero y lo pagamos todos. No sé cuándo vamos a aprender que nada es gratis, por mucho que nos digan que es así. Nada es gratis y la cultura y, en algunos casos, la agricultura, menos. Tuve la oportunidad de escuchar música sin pagar; de ir al cine sin pasar por taquilla; de asistir a conciertos gratis y creo que es un lujo que no nos debíamos permitir.
Y como el gratis no es gratis, sino que cuesta dinero, ya nos están anunciando una nueva subida del IBI, el Impuesto de Bienes Inmuebles, es decir que tenemos que pagar más por vivir entre cuatro paredes. No vendría mal reflexionar hasta qué punto nos interesa que nos den pan y circo gratis, a cambio de atracarnos en otoño con los impuestos del IBI, del IVA y demás porcentajes. Un ejemplo sangrante es el 26 por ciento de un servicio básico como es la luz (21% de IVA y 5% del impuesto eléctrico). Algo parecido pasa con la gasolina. En Asturias creo que seguimos con el céntimo sanitario. En su día nos subieron el combustible un céntimo para contribuir a pagar la construcción de un hospital, cuando había un complejo hospitalario en perfecto estado. La obra, que luce muy bien al exterior, se acabó hace cuatro años y algunas zonas interiores amenazan derrumbe y están apuntaladas. Mientras, y como si fuéramos ricos, los cuatro hospitales que abandonaron a su suerte en el barrio de El Cristo, en Oviedo, siguen allí, en pie, esperando la picota.
¡Buen camino!


miércoles, 2 de agosto de 2017

¿Quién sabe dónde está Trini?

Isolina Cueli
Sí, la pregunta es ¿quién sabe dónde está Trini?. Trini es Trinidad Suardíaz Suero, nacida en Selorio (Villaviciosa) en 1962 y dada por desaparecida en el año 1987, junto a su hija Beatriz, nacida en junio de 1986 en Cabueñes, y de la que tampoco se sabe nada desde que tenía un año.
Estoy segura que Trinidad no se suicidó, ni mató a su hija, por tanto, si están vivas, alguien las retiene en contra de su voluntad, y, si están muertas, alguien las asesinó.
Mi compañera y amiga, Ana Gaitero, periodista del Diario de León, acaba de iniciar una investigación para encontrar el paradero de Trini Suardíaz y su hija a las que presuntamente se les pierde el rastro en Matadeón de los Oteros, un pueblo de León, cerca de Valencia de Don Juan.
Allí las buscó el Ejército bajo tierra, pero nadie se ocupó de buscarlas en Asturias, donde sí hay varios rastros que tendrían que seguir las autoridades policiales o judiciales.
Después de dos meses de noviazgo, a Trini la casaron a las siete de la tarde, el día de Reyes de 1985 en la iglesia de La Oliva, de Villaviciosa. Boda con nocturnidad, y no diré que con alevosía, pero sí que en ese enlace hubo muchos errores de bulto, entre otros, que el novio, Antonio María Da Silva, de 42 años, ya había hecho dos matrimonios civiles fraudulentos o falsos con otra persona y tenía siete hijos, según consta en el Registro Civil de Viana Do Castelo (Portugal).
Todo apunta a que el presunto responsable del paradero de Trini es este individuo con el que la emparejaron de forma brutal, pues de todos es conocido cómo la tenía prisionera en las casas por las que pasaban, tanto en Berbes (Ribadesella), como en Matadeón. Trini pedía auxilio por escrito, con notas que lanzaba por la ventana. Esta historia que nos remite a la España profunda, pasó hace treinta años y no supimos poner freno a los desatinos de un desalmado que se ensañó con una persona indefensa. En esas fechas se escuchaban verdaderas tropelías del portugués con esa familia y miramos para otro lado.
Casa de Berbes en la que vivió Trini Suardíaz con Antonio Da Silva. (I.C.)
Pasaron treinta años y aún hay personas e instituciones que tienen información clave para dar con el paradero de Trini. Para recomponer sus últimos pasos conocidos. Para saber qué hizo después de ir, con su hija en brazos, a despedirse de sus amistades de Bárzana (Selorio) porque regresaba con su marido a León, siguiendo el consejo de las monjas que la habían acogido en Gijón, en las semanas, o meses, anteriores y posteriores al parto.
En el pueblo de León recuerdan a Teresa, que era la anterior pareja de Da Silva, y dicen que allí había niños grandes, pero no tienen ni idea de Trini, ni de un bebé. Sin embargo, en el pueblo de Berbes sí vieron a Trini con la niña pequeña. Ahí se acuerdan perfectamente del portugués que compró una casa en medio del pueblo y rápidamente empezó a hacer chapuzas y ampliaciones. Y cuentan cómo ocupó un terreno comunal, contiguo a su solar sin que nadie se lo impidiera (En la foto, la parte pintada de amarillo). Lo que más llama la atención es que los vecinos de Berbes también hablan de un zulo que construyó en el suelo de la casa y tapó con hormigón. Hoy, ese espacio está cubierto de escombros. (En la foto, la parte central, sin tejado) El mismo modus operandi que le adjudicaban los vecinos de Matadeón, aunque en León, el Ejército rastreó hace un año el solar de su antigua casa y no encontró nada oculto.
¡Quién sabe dónde está Trini? En los últimos días muchos vecinos y vecinas de Villaviciosa, Colunga, Ribadesella, Langreo y Gijón me ayudaron a aclarar el oscuro paradero de Trini y buscar a la persona o personas que faciliten las pistas. Desde aquí, les doy las gracias por su colaboración desinteresada y por su tiempo. De momento, todo sigue en penumbra, pero no pierdo la esperanza que algún corazón se ablande y pida la palabra para contar lo que sabe ante la policía, la justicia o la prensa.
Trini y Beatriz son dos seres indefensos a las que nadie busca y muy pocos echan de menos, pero que debían estar en la conciencia colectiva de la España de charanga y pandereta.
Finalizo con la misma pregunta: ¿quién sabe dónde está Trini?
¡Buen camino!


miércoles, 5 de julio de 2017

El camino de Carlos I


Isolina Cueli
Hace 500 años que Carlos de Habsburgo (1500-1558) llegó a Villaviciosa por casualidad. Era un chavalín de 17 años que había nacido en Gante (Bélgica) y venía a España para ser nombrado rey por las Cortes de Castilla. El turno para acceder a la corona le correspondía a su madre, Juana de Castilla (1479-1555), reina jurada por las Cortes de Castilla y Aragón, pero la declararon loca, la encerraron en Tordesillas 46 años y con una especie de golpe de Estado colocaron en el trono a aquel adolescente extranjero, que no hablaba ni español, pero que era más fácil de mangonear por la camarilla flamenca. Con los años tuvo tiempo para demostrar que, a pesar de su religiosidad, en su Imperio no había sitio para la piedad con su madre y se negó a ponerla en libertad.
Escuchamos y leemos a diario relatos sobre la memoria histórica, pero quiénes la promocionan hoy sólo miran la Historia de reojo y apenas llegan a los principios del siglo XX, y como no se molestan en conocer más a fondo de dónde venimos, son capaces de ensalzar a Carlos I, como si hubiese sido un santo, pasando por alto todos los cadáveres que dejó a su paso. Esa memoria sí la tienen fresca en su tierra natal y nombrar a Calos V en Gante (Bélgica) es como mentar al demonio.

Villaviciosa, que ya se llamaba así hace 500 años, exprime la efeméride del desembarco en Tazones con varias iniciativas que recuerdan aquel acontecimiento y con un lema muy comprometido: "Ven a Villaviciosa y siéntete como un rey". Y la pregunta es: ¿cómo se siente un rey? Habría que preguntárselo estos días a Juan Carlos I, marginado de los actos que conmemoraban los 40 años de elecciones democráticas en España. Igual nos llevábamos una sorpresa. 
La ría, con Villaviciosa al fondo, desde el Camino Real. I.C.
Mi homenaje particular al Habsburgo con el que emparentaron los borbones años más tarde, consistió en hacer a pie, con mi amiga María José, el recorrido que presuntamente realizaron los hombres y mujeres del séquito del futuro Carlos I, desde Tazones a Villaviciosa. Es un tramo de ocho kilómetros, de dificultad baja, que arranca en El Camín de L'Atalaya, El Cantón y El Catalín, en Tazones, para seguir por Liñero, San Martín del Mar, cruzando el río Llames hacia Pentanes, Bedriñada, Peruyera y Riaño, a la entrada de Villaviciosa. Se conoce como el Camino Real y creo que va a ser marcado como ruta de senderismo. No tiene mucha pérdida, pero la señalización y la limpieza de los matorrales siempre ayuda a que la marcha sea más llevadera. Discurre por la zona alta, con vistas impresionantes, tanto del estuario, la playa de Rodiles y pueblos colindantes, en primer plano, como el Faro de Luces (Lastres), el Sueve o los Picos de Europa, en la distancia.
Busto de Carlos I en Yuste. I.C.
 Y como la figura de Carlos I de Epaña y V de Alemania es omnipresente, no en vano en sus territorios no se ponía el sol, nos lo podemos encontrar hasta en una fábrica de chocolates. En concreto en el itinerario que ofrecen a los turistas en la Maison Cailler, en el pueblo de Broc, a unos cien kilómetros de Ginebra (Suiza). Allí cuentan a los golosos del chocolate que fueron los españoles que llegaron a América quiénes introdujeron el cacao en Europa. Y, aunque no quedamos muy bien parados por el mal trato dado a los indígenas, que sí conocían el cacao y sus cualidades, no les duelen prendas en reconocernos como los pioneros en sacarle valor añadido al cacao. A Carlos I le adjudican la propuesta de endulzar la pasta de cacao para que estuviese más rica. Al final, los españoles tampoco supimos sacarle partido al chocolate y, desde hace más de un siglo, son los suizos los reyes de este producto, gracias al tesón de emprendedores con apellidos tan familiares como Cailler o Nestlé.
Los restos de Carlos I se encuentran en el monasterio de Yuste, en la comarca extremeña de La Vera, donde acabó su tenso e intenso camino vital y a donde llegan miles de visitantes cada año. Allí no fabrican chocolate de renombre, pero sí son conocidos por los excelentes productos de la huerta. El valor añadido a su economía lo da el tirón turístico que, a título póstumo, les proporciona el rey.
¡Buen camino!


miércoles, 31 de mayo de 2017

Cambio de década

Isolina Cueli
Nací en Priesca, tal día como hoy, hace sesenta años. Huelga decir que cambio de década y no puedo negar que me da mucho vértigo.
Manzano: flor de mayo. 
Acabo de entrar en la edad que te ofrecen descuentos en el cine, viajes y hoteles; que te ceden el asiento en el autobús y te haces invisible, pero a pesar de todo, no me siento ni vieja, ni mayor, ni invisible y debe ser un problema; por eso, con su permiso, utilizo estas líneas a modo de terapia.
Pasaron seis décadas y parece que fue ayer cuando hacía mis primeros viajes. Tenía tres años y me colocaban encima de los sacos terreros de la gradia, un artilugio de pinchos con el que se alisaba la tierra recién arada. Imagino que aquel ir y venir a ninguna parte, durante horas, es la base de mi inquietud, curiosidad y creatividad, y también el cimiento de mis ansias de libertad. El movimiento, aupada en aquellos sacos, un metro por encima del suelo, en vehículo descapotable, era lo más parecido a volar. Apenas conocía Villaviciosa, pero ya había viajado unos cuantos kilómetros a lomos de aquel apero diseñado hacía siglos y al paso de dos vacas que casi nunca se salían del riego, un surco marcado por muchas generaciones. Eran los años en los que el tiempo pasaba de otra manera, más lento. Los años en que los sabores eran auténticos -nunca olvidaré los bocadillos de chorizo al llegar de la escuela- y a la agricultura no hacía falta ponerle el apellido de ecológica.
Gradia que conservan Maribel y Ciano en Ordiera (Sebrayo).
A la avecilla que le gustaba volar y disfrutaba de la libertad triscando por el campo le cortaron las alas durante los siete años de internado. Fue el calvario que tuve que pasar para volver a retomar la libertad, levantar el vuelo de nuevo y marcar el surco para el viaje de mi propia vida, un camino iniciado hace sesenta años en Priesca, de la mano de Aurora y Ramón.
Los años me enseñaron que el pensamiento no debe tomar asiento, por eso mantengo la curiosidad por aprender a diario alguna cosa y celebro los cumple días. También conservo el espíritu crítico, que casi siempre es autocrítico, y, por supuesto, no me olvido de cultivar las ganas de reirme, pese a quien le pese. Sé que con la risa se acentúan las arrugas, pero esos surcos del tiempo marcados en mi rostro son el reflejo de una vida. Y si nunca fui esclava de mi físico, ni de mi imagen, a estas alturas del calendario puedo permitirme el lujo de no ocultar ni arrugas, ni canas, ni varices e ir en contra de los cánones de belleza establecidos, que arrastran a tantas personas.
Acabo de estrenar década y soy consciente que voy hacia el final de mi vida. Es el declive inevitable, pero quiero morirme de viva, o de risa, y por eso me niego a esperar sentada a que llegue la parca, aunque sí me propongo ralentizar el paso.
Son sesenta años de trabajo y sacrificios en este valle de vanidades y de lágrimas, en los que procuré no perder la empatía hacia el prójimo. Seis décadas de relativa paz en España que pasaron como un fogonazo, aunque si las miro con detenimiento, dieron para mucho. Tengo la suerte de tomar la opción que más me gusta, casi siempre distinta a la del rebaño, pero un lujo que no me canso de saborear. La experiencia me dice que para ser feliz no importa la edad, sino la conformidad, y a los sesenta no perdí la capacidad de apreciar las pequeñas cosas.
Me encanta estar sola, -llevo la soledad en el nombre- pero en las alforjas de la vida conservo un grupo de amigas y amigos que me hacen el camino más llevadero. Y, por supuesto, están los parientes, que me arropan. No se puede pedir más. Con todas y todos, y con usted que llegó hasta aquí en la lectura, comparto estos versos de Antonio Machado: "Caminante, son tus huellas/ el camino y nada más;/ caminante, no hay camino,/se hace camino al andar./ Al andar se hace camino,/ y al volver la vista atrás/ se ve la senda que nunca/ se ha de volver a pisar./ Caminante, no hay camino,/ sino estelas en la mar."
¡Ultreia!

miércoles, 3 de mayo de 2017

Ahora les toca a les patates

Isolina Cueli
Competición de burros al final de la jornada. (I.C)
En Priesca, cada verano, nada más terminar la faena de la hierba, sabíamos que tocaba cosechar les patates en El Carbonéu. También tocaban las de los vecinos que habían venido a ayudarnos. Con tierra hasta las orejas y la columna curvada, era un aliciente y una fiesta que se remataba con un pulso de fuerza entre el burro de los pitusos y nuestra burra. Había cantidad de patatas de dos colores: las blancas y las rojas de riñón. Salían patatas para comer,-el alimento base-, para vender y regalar, para los cerdos o las gallinas y las mejores, seleccionadas, se guardaban para sembrar al año siguiente. Y, precisamente, en este acopio de patatas de siembra que hacían antes y que la comodidad de ahora nos lleva a comprarlas en el almacén, está el problema de las enfermedades. Entonces, para regenerarlas, se intercambiaban con el vecino, ahora las regeneramos con los vecinos del País Vasco, Francia, Bélgica o Turquía y eso queda muy fuera de mano.
Patatas caseras, de siembra. (I.C)
El caso de Priesca se puede extrapolar a todos los pueblos de Asturias, en los que había, como mínimo, dos cosechas: las tempranas, de abril y mayo, y las del año, para agosto.
Los políticos de finales del siglo XX bautizaron Asturias como el paraíso natural pensando en los turistas. Y sí, entonces había un paraíso, porque teníamos miles de jardineros que cultivaban y cuidaban a diario ese paraíso. Me refiero a los agricultores y ganaderos que se dejaban las espaldas en el trabajo de sol a sol. Mientras, otros, en los despachos, con mucho esfuerzo y tesón, consiguieron acabar con el medio rural y hoy el paraíso es un gran matorral, salvo contadas excepciones.
Y en esas excepciones están las pequeñas huertas, la mayor parte para consumo doméstico, que aún se mantienen, gracias a los románticos de la fesoria que disfrutan con sus cultivos. Uno de esos cultivos, a pequeña escala, era la patata y ahora también la están demonizando y acabarán con ella y con la paciencia de la gente de los pueblos. El colmo que les faltaba es tener que pedir permiso para sembrar patates. No alcanzo a ver el trasfondo de este intervencionismo de los poderes fácticos. Creo que ni los propios políticos de ahora deben saber a dónde nos lleva este lío de la enfermedad de les patates. No sé si saben que éste tubérculo y quiénes lo cultivan, conviven hace muchos años con el escarabajo de la patata. Y el buen hacer de los cultivadores consiguió sacar adelante unas cosechas de primera. Ahora se acaba de descubrir una enfermedad nueva (aunque ya existe hace años) y como soy de pueblo, y desconfiada, no me puedo creer que estemos ante un problema inocente. No voy a hablar de conspiración, pero sí de tomadura de pelo.
Gracias a la tierra y el clima de Asturias, podíamos ser una potencia en producción de patatas de primera calidad, pero nos permitimos el lujo de importarlas y son como remolachas -cuando compre patatas pregunte de dónde vienen-. Ni los cocineros le dan el lugar que se merece la patata cultivada en Asturias. Quien haya probado una patata asturiana notará la diferencia sobre el resto y, aunque sea en pequeñas cantidades y casi por casualidad, aún se pueden encontrar en tiendas de agricultura ecológica, salvo que una mano negra quiera que dejemos de cultivar las patatas de aquí y tengamos que volver a comprarlas en América, de donde llegaron hace casi 500 años.
Acabamos de enterarnos que en Estados Unidos se van a plantar pomaradas de variedades asturianas de manzana de sidra. Eso sí, las tuvieron cinco años en cuarentena antes de darlas de paso, para asegurarse que no les contagiábamos ninguna plaga. Algunos lagareros pusieron el grito en el cielo. No quiero pensar que dentro de unos años tengamos que importar la manzana de sidra de Michigan (USA). Con la manzana de mesa ya pasó. Recuerdo que en los setenta, en Priesca, se cogían a mano miles de kilos de manzana de mesa -mingán y reinetas- que se presentaban en cajas de madera, con una cama de hierba o paja, y se vendían por camiones a compradores de Lérida. A la vuelta de muy pocos años, y casi sin avisar, los de Lérida empezaron a mandarnos toneladas de manzanas golden, y hasta hoy. Entre tanto, la de mingán, desapareció.
¡Buen camino!

lunes, 24 de abril de 2017

María Zambrano, paso a paso

Dedicatoria del Libro Claros del Bosque. (I.C)
Acabo de ver que Google le dedica su portada a María Zambrano (1904-1991) y me quiero sumar a los reconocimientos que va cosechando, paso a paso. Aunque su juventud  y madurez fueron duros, por tener que abrirse camino como pensadora en un mundo acotado por los hombres, además de los años de exilio en la postguerra y de las tribulaciones sentimentales y familiares, María consiguió un importante reconocimiento en los últimos años de su vida, con los premios Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, en el año 1981, y el Cervantes, en 1988.
En su libro Claros del Bosque, dedicado a su hermana Araceli, se puede leer: "Y queda la nada y el vacío que el claro del bosque da como respuesta a lo que se busca. Mas si nada se busca, la ofrenda será imprevisible, ilimitada". Y María, que no buscó laureles en vida, a pesar de todas las penurias económicas que sufrió y que superó gracias a la ayuda de muchos amigos, va recuperando poco a poco, paso a paso, esa ofrenda imprevisible e ilimitada. Y gestos como el de Google de estos días son la forma de mantener viva su memoria y su obra.
Tuve la suerte de cuidar a María Zambrano los tres últimos meses del año 1981. Su primo Mariano, que la acompañaba en la avenida de Secheron, en Ginebra, estaba ingresado en un hospital y necesitaban una persona para sustituirle. Bernardino Fernández, presidente del Centro Asturiano de Ginebra, pensó en aquella periodista, de prácticas en La Nueva España, que le había pedido trabajo en el verano. Ya había empezado el curso, pero en menos de veinticuatro horas llegué a la estación de tren de Ginebra donde me esperaban, además de Bernardino, el poeta José Ángel Valente (1929-2000), albacea de María, y su primo Rafael Tomero Alarcón, hermano de Mariano. Tenía 24 años y cuando me explicaron lo que debía conseguir de María era para echar a correr, pero me quedé y afronté el reto. Nunca me arrepentí. Había recibido la consigna de ser estricta con ella e imponerle disciplina para comer, para escribir y para caminar o dejar de fumar, entre otras muchas cosas. Creo que no conseguí ni la mitad de los objetivos, pero siempre me quedó la satisfacción de haberlo intentado. Unas veces me tocó ser estricta, otras cedía a sus caprichos, y así fuimos caminando durante tres meses, paso a paso. ¿Quién era yo para imponer nada a María Zambrano? Pero había adquirido ese compromiso, así que fui dando una de cal y otra de arena. Siempre creí que no le gustaba la comida que le hacía, pero cuando, años más tarde, la visité en Madrid, se acordaba de mis croquetas. ¡Toda una sorpresa!
Acababan de concederle en Asturias el Premio de Comunicación y Humanidades, el premio Ullán, como ella le llamaba, en referencia a su amigo José Miguel Ullán (1944-2009), al que le suponía alguna mediación en ése reconocimiento y estaba emocionada de que en España apreciasen su trabajo intelectual. Sería el primero de una larga lista de homenajes. Además, el Centro Asturiano medió para que la nombrasen hija adoptiva de Asturias, una tierra que había conocido con La Barraca y de su amistad con Pedro Caravia (1902-1984), profesor de Filosofía y crítico de Arte.
María Zambrano vivió casi todo el siglo XX y contribuyó, con otras muchas mujeres, a poner los cimientos de los Derechos que disfrutamos hoy, entre ellos el derecho al voto.
Fue en la Navidad del 81 cuando me despedí de ella con un ramo de rosas rojas y amarillas. Nada más verlas se echó a llorar. Tenía en su mano, en forma de rosa, los colores de la bandera de su país, al que no regresaba desde hacía cuarenta años. No eran los colores de la República que había defendido, pero eran los colores de la bandera constitucional de la España democrática, que daba los primeros pasos y en la que tenía puestas sus esperanzas.
Gracias al buen hacer de sus amigos, consiguió volver a España, antes de su muerte en 1991.
Espero y deseo que aún le queden a María Zambrano muchas más citas y reconocimientos a su obra.
Yo recordaré siempre aquellas noches frente a la luna llena, con el lago Leman en primer plano, o los momentos en los que se quedaba ensimismada ante la llama de su mechero.
¡Buen camino!

miércoles, 5 de abril de 2017

Ella es...poesía

Dolores Sánchez, La Galana. (I.C)
Isolina Cueli
Trabajó en el campo, cocinó, crió hijos, amó, cosió, bordó, cantó. Hizo todo eso, pero Dolores Sánchez "La Galana", (Piñeres de Pría. Llanes, 1937) tiene un plus que la distingue del resto desde que era muy pequeña: es una rara avis que le gusta mucho leer y escribir poesía y, esa afición en el ambiente rural, incluso en el urbano, choca bastante.
Acaba de cumplir 80 años y recita poesías de memoria, tanto las propias, como las de sus admirados Rosalía de Castro, Machado, Amado Nervo, Rubén Darío o Bécker, por poner unos pocos ejemplos. A todos los tiene en su mesita de noche y son su fiel compañía, junto a sus gatos.
En su pueblo la llamaron durante años la periodista, porque publicaba su creación en los periódicos que tenía más a mano: El Fielato y El Oriente. Es posible que hoy ya se la conozca por la poetisa que más y mejor cantó a Piñeres de Pría, pues no todos los pueblos tienen esa suerte.
Las faenas del campo, las fuentes de Pría, los bufones, las flores, las frutas o las golondrinas le sirven de inspiración y, a la vez, se convierten en una crónica del ambiente campesino.
Vive en su mundo lírico y onírico, con la poesía rondándole la cabeza a todas horas, y apenas repara en el mundo real que la rodea. Sus admiradas flores naturales, esas que repartió y regaló a tanta gente, se mezclan ahora con las de plástico. Los periódicos sirven de cama para sus gatos, la principal compañía de esta mujer sola y solitaria, no sé si por obligación o por elección.
Vive su soledad en una esquina de Piñeres. De vez en cuando le ayuda una familia rumana, amiga. La compra se la lleva el taxista de Nueva o los dueños de la tienda.
No disfruta del servicio de ayuda que prestan los municipios a personas mayores. Me contó que hace tiempo la visitó una señora del Ayuntamiento, le criticó que tuviera mucha ropa almacenada y tantos libros apilados, y no volvió. No sé si ésa descripción se ajusta a los hechos, pero sí sé lo que yo vi, sin pasar del patio de su casa, donde me encontré una mujer vital, con gana de conversación y mente ágil, que alberga un poso de tristeza, desbordada, a sus años, por la cruda y prosaica realidad del día a día. Puede suceder que la cabeza no vaya en consonancia con las piernas. Y la cabeza de Dolores vuela, pero sus piernas, apenas le dan para moverse de casa a la antojana y sentarse al sol en la pequeña silla de playa que le repararon sus amigos rumanos.
No conoció a su padre, que nunca llegó a casarse con su madre, pero lo lleva en el sobrenombre, "La Galana", tomado del apellido Galán de su progenitor, asesinado en agosto de 1936, pocos meses antes de su nacimiento. Una vida de novela que Dolores convierte en poesía. Sus versos le sirvieron para fabular la realidad y sobrevolar o levitar por los caminos empedrados -ahora asfaltados- de Piñeres de Pría, y así, evadirse del trabajo duro y rudo del campo y de los desaires e incomprensiones que sufrió por su forma de ser y de estar.
El Ayuntamiento de Llanes le organizó hace un mes un homenaje en una fría noche de invierno al que Dolores no pudo asistir. No eran horas para una octogenaria, delicada de salud.
No estaría mal que la Casa de Cultura, a la que Dolores llevó tantas flores, durante tantos años, pagando el taxi, le devolviese el detalle con otro homenaje íntimo en Piñeres de Pría, eso sí, en una soleada tarde primaveral. Para ello confío en el buen hacer de Higinio del Río. Sólo se necesita adornar con flores la antojana y regalarle una silla que resista la intemperie, en la que pueda disfrutar del sol. La poesía ya la pone ella, porque ella es... poesía.
¡Buen camino!

(Aprovecho para recordar a mi tía Anita (1920-2017). No era poetisa, pero recitaba muchos versos de memoria, como ésta Décima, cuyo autor desconozco, y que está de rabiosa actualidad: 
El mundo está caducante,                   en escándalo la plebe,
prevaricada la gente,                          no se paga a quien se debe,
los delitos en creciente,                       lo sagrado está ofendido,
las virtudes en menguante,                 en fin, todo está perdido.                    
la vanidad muy pujante,                     ¡Hete aquí, porqué no llueve!
                                                         


miércoles, 8 de marzo de 2017

Estrategia portuaria en El Puntal

Isolina Cueli
El título de esta columna suena a ingeniería de Caminos, Canales y Puertos y eso es lo que tendríamos que ser todos los ciudadanos de a pie, o la ciudadanía, como nos llaman los políticos, para entender muchas de las obras que nos planifican a tontas y a locas y que se pagan con nuestros impuestos, sin que rechistemos, bien porque no nos enteramos, o porque no queremos enterarnos.
Estos días estuvo sometido a información pública del documento de aprobación inicial del Plan Territorial Especial para la Estrategia Integrada de Gestión Portuaria Litoral del Principado de Asturias (EIGPLA), elaborado por una empresa de tierras adentro, en concreto de León. Tanto nombre y tanta sigla lo único que viene a decir es que les parece poco con la machada que hicieron en El Musel (Gijón), y ahora quieren seguir llenando de hormigón el resto de la costa asturiana a base de ampliar puertos deportivos. Todo ello saltándose la Ley de Costas que obligan a cumplir de manera férrea al resto de los mortales.
Al fondo, sin agua en marea baja, área para la ampliación del puerto. (Isolina)
Me voy a detener en lo que supone ese Proyecto de ámbito regional, para el concejo de Villaviciosa, en concreto para el puerto de El Puntal, considerado un puerto refugio, que en la actualidad tiene menos de 200 amarres, a los que quieren añadir 396 más, osea el doble de los que hay ahora (qué casualidad, que el macro proyecto de urbanización que se quería hacer en Liñero, muy cerca de allí, también era de 396 casas).
Cualquiera con un mediano sentido de las proporciones puede comprobar, a simple vista, que esos amarres no caben en El Puntal. Y para llenar de pantalanes el espacio que queda libre ahora en el puerto habría que dragar más de tres metros de profundidad, porque en marea baja esa zona se queda en seco. Si la bajamar es grande, incluso algunos de los barcos que tienen amarre se quedan varados.
Llama la atención que no dejen colocar un pantalán móvil en la dársena para comunicar por lancha El Puntal con la zona de Rodiles, y que es un clamor popular. A ese gesto tan sencillo y tan barato no son capaces de darle el visto bueno para que se ponga en marcha. Imagino que no interesa por barato y sencillo. Si se tratase de poner un puente, de millones de euros, aunque no sirva para nada, seguro que se apuntaban unos cuantos: los del anteproyecto, los del proyecto, los de la contrata, los de la obra, los de la comisión.
Algo parecido sucede con la ampliación del puerto de El Puntal. Puede que se necesiten algunos amarres nuevos en ese puerto, pero en ningún caso hacen falta 396. Una vez más se aplica aquello de: burro grande, ande o no ande. Lo de administrar el bien público de forma responsable, es otra historia. Y como los paganos, que somos todos nosotros, nos callamos, o nos sonreímos, pues todos encantados.
El consuelo es que esta fantasía de ricos no se hará nunca, porque no sé de dónde van a sacar el dinero. Y si finalmente lo encuentran en Europa, después del gol que les colaron con El Musel, ya me atrevo a decir que Europa es tonta.
Cómo será la fantasía, que en el proyecto famoso no se habla de la ampliación del aparcamiento en tierra, un servicio elemental, porque esos 396 nuevos usuarios tendrán que llegar en coche y allí, en temporada de verano, tampoco hay sitio, como saben muy bien las personas que frecuentan El Puntal.
Los propietarios de las lanchas con amarre en esa zona podrían enumerar las necesidades del puerto.y gratis, sin falta de encargarlo a ninguna consultora. Y saben muy bien lo que les hace falta, empezando por una grúa y un surtidor de combustible -creo que ya vienen de camino-. O rellenas el depósito con garrafa, o te vas a repostar al puerto más próximo.
Otra obra urgente es la reparación de los muros de contención de la dársena y el puerto, que están argayando, y para comprobarlo, tampoco se necesita de ningún experto, y menos de secano, salta a la vista.
¡Buen camino!

viernes, 24 de febrero de 2017

Rosalía de Castro, 180 años

Isolina Cueli
Rosalía de Castro nació el 24 de febrero de 1837, una efeméride que me encanta traer a las páginas de este blog.
Había estudiado a Rosalía, había leído alguno de sus poemas y me sabía de memoria otros que sirvieron de letra para varias canciones, pero hasta fechas recientes no había reparado con detalle en su persona, su personalidad y su obra.
A pesar de todos los contratiempos y de todas las zancadillas, tuvo el valor de escribir y de publicar en una época que las mujeres casi no tenían derecho ni a pensar. Además tuvo la osadía de escribir en gallego, una lengua inculta hasta entonces. Imagino que por eso la dejaron publicar, porque imaginaban que su trabajo en gallego no tendría mucho recorrido. Afortunadamente, también en esto fue una adelantada a su tiempo.
 Rosalía nos dejó una maravillosa crónica de su tierra, y por extensión de España, tanto en verso como en prosa. La Galicia rural y pesquera; la de los jornaleros y de los arrieros; la de los emigrantes y los huérfanos. La Galicia de las viudas de vivos y muertos; del saudade y la morriña. La Galicia verde y azul de los valles y el mar; de las flores y las hojas; de los ríos, fuentes y regatos; cementerios y romerías; del llanto y la gaita.
También impresiona leer a la Rosalía, crítica con el trato y la explotación que sufrían los jornaleros gallegos en el resto de España.
Por todo eso, y por mucho más, le dedico una de mis camelias, la rosa de invierno que tanto abunda en su Galicia natal y también en Padrón, en los jardines de su Casa-Museo.
¡Buen camino!

miércoles, 1 de febrero de 2017

Papa pobre ¡pobre Papa!

Isolina Cueli
El Papa Francisco y Nicolás Castellanos en el encuentro, en Roma. (I.C)
Hace una semana asistí en Roma a la Audiencia General del Papa Francisco en la Sala Pablo VI, un espacio en el que había más de cinco mil personas. Varios cientos tuvieron la ocasión de darle la mano al Papa, los miles restantes se conformaron con mirar.
El 13/03/ 2013, con motivo de su toma de posesión como Pontífice, escribí el artículo Francisco, ¡no nos falles! en el que hacía votos para que no le temblara el pulso a la hora de imponer austeridad en el pequeño Estado Vaticano, y de paso, en toda la Iglesia; y que no le temblara la voz para expulsar del templo a los fariseos, aduladores y oportunistas.
Cuatro años después, y por lo visto allí estos días, creo que no pudo avanzar mucho. Llegó a Roma un cardenal que abanderaba la causa de los pobres y luchaba por ella, de acuerdo con las consignas del Concilio Vaticano II y la reunión de 2007 en Aparecida (Brasil). Pero ese cardenal que hacía gala de pobreza, que la practicaba, tuvo que meterse en el engranaje del Vaticano y no le queda más remedio que ser una máquina de hacer dinero. Por mucho que no viva en Palacio, que haya elegido una modesta residencia para pernoctar, uno de sus trabajos son las maratonianas audiencias, que no dejan de ser un montaje publicitario y un dispendio del que el jesuita Bergoglio huyó toda su vida.
Es grato recordar el gesto de aquel cardenal argentino que para el acto de su toma de posesión en Roma pidió a los feligreses que deseaban asistir para acompañarlo, que entregaran el dinero del viaje a una causa benéfica en favor de los pobres. Si ahora, como Papa, y máxima autoridad de la Iglesia, se le ocurriese pedir a los miles de fieles, presentes en sus audiencias, que se queden en sus casas y entreguen a los pobres el dinero del desplazamiento y todos los gastos que conlleva, estoy segura que la Curia pontificia lo excomulgaría.
¡Pobre Papa!, que no le gusta ver la televisión y tiene que estar tantas horas haciendo televisión con sus misas, audiencias o viajes. De hecho, no la ve desde hace veinticinco años. Hizo una promesa y la cumple a rajatabla. No estaría mal que el Papa que se abstiene de sentarse delante de la pantalla, recomendara cada día a sus fieles que no vean la televisión, o que la vean menos y caminen más; que hablen más entre ellos o que lean el periódico. No debe decirlo, porque el Vaticano produce muchas horas de televisión y si nadie la ve, como es su caso, sería otra ruina.
En la audiencia de la última semana el Papa Francisco recibió al obispo emérito de Palencia y misionero en Bolivia, Nicolás Castellanos Franco (Mansilla del Páramo, León, 1935), con motivo de los veinticinco años de su llegada a tierras americanas.
Castellanos, ferviente seguidor del Concilio Vaticano II, también optó por los pobres hace tiempo y, como buen comunicador que es, expone muy bien las necesidades del barrio de Santa Cruz de la Sierra, conocido como Plan 3000, donde desarrolló el Proyecto Hombres Nuevos, y no le faltan seguidores que apoyan su causa, bien como voluntarios sobre el terreno, o con donativos.
Imagino que, tanto el Papa Francisco, como Nicolás Castellanos, habrán pensado en algún momento de la Audiencia del pasado miércoles, todo lo que se podía hacer en favor de lo pobres con los millones de euros que se gastaron las más de cinco mil personas, procedentes de todo el mundo, que estaban presentes en el acto, entre ellas el actor americano, Arnold Schwarzenegger, o Don Adolfo, antiguo párroco de Villaviciosa, por poner dos ejemplos bien dispares. Yo no pude evitar hacer un cálculo a lo pobre y, con una media de mil euros por persona, la cuenta es fácil.
El Papa, que acaba de cumplir 80 años y Nicolás Castellanos, que llegará a los 82 el próximo 18 de febrero, son dos venerables octogenarios, con salud, que siguen a pie de obra para apoyar sus respectivas causas. El Papa lo hace desde el Vaticano y Castellanos en su querida Bolivia.
A Nicolás le deseo, igual que al Papa Francisco en su día, que no le tiemblen el pulso ni la voz a la hora de predicar austeridad y de ahuyentar, si los hubiere, a fariseos, aduladores y oportunistas.
¡Buen camino!



miércoles, 4 de enero de 2017

2017, año Diez

Isolina Cueli
Si sumamos todos los dígitos del año 2017 nos da Diez. Pues esos son mis deseos para este año que acabamos de estrenar: un sobresaliente en todo y para todas y todos. Ya sé que es difícil, pero por pedir que no quede. Por eso estos deseos, con la mejor nota posible, son extensivos a todo el mundo y a todas las personas de bien. Deseos de Salud y Paz interior y exterior. Con estos dos ingredientes y ganas de trabajar, los demás deseos vienen solos.
Brindo por aquellos que siempre ven la botella medio llena; los que llevan el sufrimiento con optimismo y resignación; los que son capaces de poner la otra mejilla; quienes tienen paciencia hasta para regalar; y brindo por todos los que son capaces de dar, sin esperar nada a cambio.
Como estamos en la era de la ecología, del cambio climático y en momentos críticos para nuestro planeta Tierra, mis mejores deseos para los que no derrochan el agua; no desperdician los alimentos, ya que mucha gente pasa hambre y necesidad; para los que saben caminar y prescindir del coche; para quienes consiguen apreciar un paisaje en la naturaleza; para los que son conscientes de que un árbol es un pulmón de nuestro pequeño universo, y si se corta uno, deberíamos reponer otro.
Y como la vida material y ecológica se queda coja sin la amistad y el amor, que conforman la parte sentimental: mis mejores deseos para los que saben apreciar la amistad; para los que van de frente, sin doblez, de acuerdo con la doctrina de San Agustín que decía que vale más un enemigo en frente, que un adulador al lado; para los que tienen la suerte de vivir el amor sin muchos sobresaltos; y mis mejores deseos de fuerza y coraje para las mujeres que se ven envueltas en una red de falso amor, que puede costarles la vida, y no son capaces de desenredarse.
Desear trabajo para todos suena muy raro, pero sí deseo que los jóvenes y menos jóvenes tengan valor para adelantarse al futuro e inventarse un trabajo, para crear su propio modus vivendi. Pero acto seguido tendría que pedir sentido común para los políticos -esos seres que, salvo raras excepciones, siempre vivieron del erario público y no saben lo que es trabajar por cuenta propia-. A ellos que se les llena la boca con recetas para encontrar trabajo, les sugeriría que intenten hacerse autónomos por una vez en su vida. En ese momento de empatía comprobarían en carne propia todas las zancadillas burocráticas que se les ponen a diario a miles de autónomos que sólo piensan en trabajar y en ganarse la vida dignamente.
Mis mejores deseos para el 2017 incluyen también a los de la mala leche; las malas intenciones; las envidias; las confabulaciones; los aduladores; los falsos y demás gentes que no puede soportar el bien ajeno. Espero que este año 2017, año Diez, les haga ver que también se puede vivir deseando suerte a los demás y alegrándose de ello.
A modo de conclusión, vuelvo a tomar palabras de San Agustín, para aconsejarles a todos y todas que este año se permitan hacer una locura.
¡Buen camino!