martes, 14 de noviembre de 2017

Utopía

Isolina Cueli
Ernesto y Marisa, peregrina de La Gomera.
En el Camino de la Vida, y como peregrina del Camino de Santiago, me encontré estos días en Cantabria con un utópico del siglo XXI. Se llama Ernesto Bustio (Güemes, 1937) sacerdote obrero y trotamundos. A pesar de los años y los desengaños, sigue creyendo con fe ciega en la bondad infinita del ser humano. Y lo pone en práctica a diario en Güemes, en el albergue de peregrinos La cabaña del abuelo Peuto, homenaje a su abuelo Perfecto, campesino que puso los cimientos del edificio sobre el que se asienta el alojamiento para peregrinos del Camino de Santiago y para los demás peregrinos del Camino de la Vida y de la Amistad. Lo insólito de la iniciativa del cura Ernesto, de padre villaviciosino, es que en su hospedaje te facilitan alojamiento -con ducha de agua caliente incluída- y manutención, pero no existen tarifas. Cada usuario deposita el dinero que considera oportuno en una caja, de forma anónima. Y lo curioso, también, es que hay gente que se va sin dejar nada. Pero este comportamiento no logra alterar la fe del cura Ernesto, que mantiene su tesis de que la tacañería, o la cara dura de unos, se compensa con la generosidad y el altruismo de otros.
En este caso, no podemos pensar en la picaresca española para escaquearse a la hora de sacar la cartera, porque los extranjeros son mayoría entre los peregrinos. Y, como no está bien que paguen justos por pecadores, el cura Ernesto se resiste a poner precio a su trabajo y el de los colaboradores y voluntarios. Quiere que sean otros los que le den el valor al servicio que reciben.
Después de recorrer medio mundo en un coche todoterreno, conocer humanos de muchas razas y de curtirse en múltiples oficios, el cura Bustio da un voto de confianza y tiende su mano amiga a la humanidad doliente, convencido que para llegar a la utopía, sólo está el Camino de la Amistad.
Utopía es el título del libro publicado en 1516 por Tomás Moro (1478-1535). En aquel texto, el autor británico explicaba cómo sería el Estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía, en la que no existía la propiedad privada y se promovía la igualdad entre sus habitantes masculinos, que también podían elegir a sus dirigentes. Una república con sanidad gratuita, divorcio, libertad religiosa y eutanasia. Algunos de estos postulados, como el divorcio o la sanidad universal, utópicos para su tiempo, se fueron ejecutando con el correr de los siglos. Otros, como el comunismo, fracasaron, y los menos, como la eutanasia, siguen siendo utopía en muchas sociedades. En el libro de Tomás Moro había olvidos sonoros como la igualdad de las mujeres, un derecho que también va ocupando su sitio, a pesar de que a él, un adelantado a su tiempo, ni se le hubiera pasado por la cabeza.
Moro y otros pensadores y pensadoras fueron sumando ideas y reflexiones para el progreso intelectual de la humanidad y para que la cosa pública -res publica- esté al servicio de la mayoría.
Ese compendio de sesudas teorías al servicio de la humanidad, hechas por intelectuales, pensadores y utópicos está resumido en: Bienvenido a la República Independiente de tu Casa, las ocho palabras del anuncio de Ikea que caben en un felpudo. Sería muy interesante para la cosa pública que supiéramos ser independientes de puertas para dentro -incluídos los políticos- y gobernáramos y administráramos nuestra casa y nuestro pequeño universo como nos gustaría que se gobernase el exterior. Ser independiente es practicar la responsabilidad, la educación, la solidaridad, la piedad, la austeridad, la autonomía, la libertad, la clemencia, la humildad, el perdón, la paciencia y la empatía. Cualidades que el cura Ernesto presupone que vienen de serie en la mochila vital y no calcula que hay egoístas que prefieren no pensar en el esfuerzo hecho para que el plato de la cena, la ducha caliente o el desayuno estén allí, en el albergue y a su disposición, igual, o mejor, que en su propia casa.
En nuestro mundo desarrollado, y como peregrinos de la vida, tampoco deberíamos ignorar lo que nos ofrecen la Sanidad, aunque tenga defectos; la Educación hasta la Universidad, aunque se le vean lagunas; las carreteras por las que circulamos, aunque encontremos baches y los políticos, elegidos en democracia, aunque en ocasiones intenten engañarnos. Todo es mejorable y, aunque nos parezca utópico, hasta podría ser perfecto, o peuto, como dirían en Cantabria. La clave está en seguir y perseguir la utopía, al igual que hace a diario el cura Ernesto.
¡Buen camino!

1 comentario:

Ezequiel Sánchez dijo...

Guapu artículu, que sedría de la humanidá ensin seres utópicos, probablemente tariamos na edá de piedra entá. Un abrazu