Isolina Cueli
Ernesto y Marisa, peregrina de La Gomera. |
En el Camino de la Vida, y como
peregrina del Camino de Santiago, me encontré estos días en Cantabria con un utópico del siglo XXI. Se llama Ernesto Bustio
(Güemes, 1937) sacerdote obrero y trotamundos. A pesar de los años
y los desengaños, sigue creyendo con fe ciega en la bondad infinita
del ser humano. Y lo pone en práctica a diario en Güemes, en el albergue de
peregrinos La cabaña del abuelo Peuto, homenaje a su abuelo
Perfecto, campesino que puso los cimientos del edificio sobre el que
se asienta el alojamiento para peregrinos del Camino de Santiago y
para los demás peregrinos del Camino de la Vida y de la Amistad. Lo
insólito de la iniciativa del cura Ernesto, de padre villaviciosino,
es que en su hospedaje te facilitan alojamiento -con ducha de agua
caliente incluída- y manutención, pero no existen tarifas. Cada
usuario deposita el dinero que considera oportuno en una caja, de
forma anónima. Y lo curioso, también, es que hay gente que se va
sin dejar nada. Pero este comportamiento no logra alterar la fe del
cura Ernesto, que mantiene su tesis de que la tacañería, o la cara
dura de unos, se compensa con la generosidad y el altruismo de otros.
En este caso, no podemos pensar en la
picaresca española para escaquearse a la hora de sacar la cartera,
porque los extranjeros son mayoría entre los peregrinos. Y, como no
está bien que paguen justos por pecadores, el cura Ernesto se
resiste a poner precio a su trabajo y el de los colaboradores y
voluntarios. Quiere que sean otros los que le den el valor al
servicio que reciben.
Después de recorrer medio mundo en un
coche todoterreno, conocer humanos de muchas razas y de curtirse en
múltiples oficios, el cura Bustio da un voto de confianza y tiende
su mano amiga a la humanidad doliente, convencido que para llegar a
la utopía, sólo está el Camino de la Amistad.
Utopía es el título del libro
publicado en 1516 por Tomás Moro (1478-1535). En aquel texto, el
autor británico explicaba cómo sería el Estado ideal de una
república en la nueva isla de Utopía, en la que no existía la
propiedad privada y se promovía la igualdad entre sus habitantes
masculinos, que también podían elegir a sus dirigentes. Una
república con sanidad gratuita, divorcio, libertad religiosa y
eutanasia. Algunos de estos postulados, como el divorcio o la sanidad
universal, utópicos para su tiempo, se fueron ejecutando con el
correr de los siglos. Otros, como el comunismo, fracasaron, y los
menos, como la eutanasia, siguen siendo utopía en muchas sociedades.
En el libro de Tomás Moro había olvidos sonoros como la
igualdad de las mujeres, un derecho que también va ocupando su
sitio, a pesar de que a él, un adelantado a su tiempo, ni se le hubiera pasado por la cabeza.
Moro y otros pensadores y pensadoras
fueron sumando ideas y reflexiones para el progreso intelectual de la
humanidad y para que la cosa pública -res publica- esté al
servicio de la mayoría.
Ese compendio de sesudas teorías al
servicio de la humanidad, hechas por intelectuales, pensadores y
utópicos está resumido en: Bienvenido a la República
Independiente de tu Casa, las ocho palabras del anuncio de Ikea
que caben en un felpudo. Sería muy interesante para la cosa pública
que supiéramos ser independientes de puertas para dentro -incluídos
los políticos- y gobernáramos y administráramos nuestra casa y
nuestro pequeño universo como nos gustaría que se gobernase el
exterior. Ser independiente es practicar la responsabilidad, la
educación, la solidaridad, la piedad, la austeridad, la autonomía,
la libertad, la clemencia, la humildad, el perdón, la paciencia y la empatía.
Cualidades que el cura Ernesto presupone que vienen de
serie en la mochila vital y no calcula que hay egoístas que prefieren
no pensar en el esfuerzo hecho para que el plato de la cena, la ducha
caliente o el desayuno estén allí, en el albergue y a su
disposición, igual, o mejor, que en su propia casa.
En nuestro mundo desarrollado, y como
peregrinos de la vida, tampoco deberíamos ignorar lo que nos ofrecen
la Sanidad, aunque tenga defectos; la Educación hasta la
Universidad, aunque se le vean lagunas; las carreteras por las que
circulamos, aunque encontremos baches y los políticos, elegidos en
democracia, aunque en ocasiones intenten engañarnos. Todo es
mejorable y, aunque nos parezca utópico, hasta podría ser perfecto,
o peuto, como dirían en
Cantabria. La clave está en seguir y perseguir la utopía, al
igual que hace a diario el cura Ernesto.
¡Buen camino!
1 comentario:
Guapu artículu, que sedría de la humanidá ensin seres utópicos, probablemente tariamos na edá de piedra entá. Un abrazu
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