miércoles, 6 de diciembre de 2017

Manzana asgaya

Isolina Cueli
Asgaya es una palabra bable que nos indica la gran cantidad de manzana que hubo este año, gracias a las buenas condiciones del clima.
Y lo que tendría que ser motivo de júbilo se convierte en pesadilla para muchos cosecheros de manzana que se ponen nerviosos porque creen que no van a poder vender tantos kilos, una cantinela que se repite desde hace muchos años por falta de profesionalidad en el sector. El ejemplo más claro es el de la vecería o alternancia en la producción. Este año hay mucha manzana y al siguiente menos de la mitad. En el año 87 entrevisté en Siero a Claudio García, que había eliminado la vecería en su pomarada gracias a una buena poda anual, al constante abonado, además de un tratamiento con aminoácidos de síntesis en el terreno. La solución está al alcance de todos, pero requiere trabajo e inversiones y eso ya es más difícil de aplicar por el sistema endémico del cultivo de la manzana en Asturias, donde se deja a los árboles a su aire.
Siempre defendí a la gente del campo, pero en el caso de la manzana y la sidra, creo que tan de campo es quien cosecha la manzana, como quien la transforma. Ambos se complementan. Y así lo pude comprobar en el Concurso Exposición de Manzana que se celebró en Villaviciosa este año. No hace falta agudizar mucho la vista para comprobar cómo los lagareros y las empresas están haciendo sus propias pomaradas, dando ejemplo de profesionalidad y ganando premios por su buen hacer. Así, van marcando la senda por la que tiene que avanzar la manera de cosechar manzanas. Y al igual que las bodegas de vino están en medio de un viñedo, cada día es más fácil ver las pomaradas que se extienden alrededor de las naves de la industria transformadora. Está claro que los lagares y las fábricas nunca van a ser auto suficientes, pero lo intentan y me parece muy bien.
Hace treinta años ya se apostaba por la puesta en marcha de contratos entre lagareros y cosecheros como los que existían en el País Vasco. Es una buena solución para ambas partes, un ten con ten difícil de aplicar en Asturias, mientras no se controle la vecería.
Y la vecería sólo la puede cambiar el dueño de la pomarada. En las movilizaciones de las últimas semanas se pedía auxilio a los políticos para que solucionen el problema y los políticos sólo saben crear organismos y burocracia. Hasta el momento, fueron incapaces de hacer una buena campaña formativa e informativa para acabar con la vecería. Ahora les dio por fomentar la manzana de sidra y se abandonó por completo la manzana de mesa, en la que Asturias fue pionera. Sólo tenemos que ir a una frutería, más grande o más pequeña, y el panorama es desolador. Podemos elegir entre manzana francesa, italiana, catalana, pero apenas se ve una caja de manzana asturiana, y eso que estamos en plena temporada. Teníamos una manzana única por su sabor y presentación: la de mingán. Podíamos exportar asgaya de manzana de mingán o de reineta canadá y sacarle un buen valor añadido, pero nos conformamos con ver el brillo y los colorinos de las que nos llegan de fuera que, encima, no saben a nada.
Es posible que el siguiente problema venga por los jornales del campo. En el Sur ya se dio la voz de alarma por la falta de mano de obra recolectora -el año pasado quedaron 200.000 kilos de albaricoque sin recoger- a pesar de que es más cómodo quitar la fruta del árbol, que pañarla en el suelo, como pasa con las manzanas de sidra. Parece que los españoles no estamos por la labor de doblar el espinazo. En Asturias, los inmigrantes ya dominan claramente dos apartados relacionados con el sector de la manzana: en el campo participan en la recolección de forma masiva y en los concursos de escanciadores, son los líderes del podium. El reciente campeón de Asturias de escanciadores se llama Salvadór Ondó. Es de Guinea Ecuatorial y trabaja en la sidrería El Mallu, de Gijón.
Preparativos de un contingente de manzana para enviar a el País Vasco.
Un año más, la cosecha salió adelante. Hay que reconocer el esfuerzo de las fábricas y los llagares asturianos para atender tanta oferta. Muchos excedentes también se fueron para el País Vasco y más allá. Estamos en un mundo global, o glocal, como diría Juan Cueto, y, para muestra, basta una pumarada.
¡Buen camino!