martes, 30 de abril de 2013

El Día de la Reina en 1988

Día de la Reina en 1988
El 30 de abril de 1988 celebré el Día de la Reina en Amsterdam. A decir verdad, no tenía ni idea de la existencia de esta celebración, pero estábamos en Bruselas, en un stage de la Comisión de la Unión Europea, entonces Comunidad Europea, y, como debió caer en fin de semana, parecía una buena excusa para conocer Amsterdam. Recordaré toda mi vida aquella multitud en las calles, en los canales, en los puentes, en los portales, everywhere. Por lo que me contaron era la manifestación del pueblo de apoyo a su Reina, que, en agradecimiento, recorre los canales principales en su barco. Imagino que hoy también habrá tenido lugar esa fiesta popular, al margen de la parafernalia exhibida en la entronación de los nuevos monarcas. Será un día muy señalado para la monarquía holandesa, pero, una vez más, ellos y todos los demás, perdieron la ocasión de dar un ejemplo de cordura y de austeridad. Pero veo que eso se lo dejan, una vez más, para la plebe. Y la plebe, al ver a los súbditos tan peripuestos, una vez más quiere imitarlos, y aquí estamos en el círculo vicioso de lo que no tiene arreglo. Nadie se baja del burro, y el pobre animal está a punto de caer a tierra.
En el año 88 yo era 25 años más joven, pero muy consciente de lo que me rodeaba. Tenía muy claro hacia dónde nos dirigíamos. Estaba haciendo un stage en el Servicio de Portavoz de la Comisión, en concreto con el portavoz del comisario de Agricultura. Allí aprendí como se maneja a los periodistas. En aquel momento yo estaba al otro lado y me dolía lo que veía, pero me tenía que aguantar. No se deja nada a la improvisación. Se prepara todo lo que se quiere decir y lo que no se quiere decir también. No hay cabos sueltos. Estaba claro que no nos enteramos de casi nada, salvo que haya un wikileaks, y ni así, porque esa información es casi imposible de digerir por los mortales contribuyentes y paganos.
Antes de entrar en el stage ya sabía que todo era una gran mentira. De nada servían los méritos o el interés por estar allí, por conocer por dentro la Comunidad Europea. En aquel momento España acababa de llegar y para una periodista era una ocasión muy interesante. Pues no servía nada más que el enchufe. ¡Sí, para unas míseras prácticas de seis meses, había que tener enchufe y de los trifásicos!, y yo, pobre de Priesca y sin contactos directos, no veía la manera de encontrar un enchufe sin pasar por la cama de nadie. Tuvieron que pasar cinco años hasta que, de carambola, encontré a la persona que me ayudó a entrar en aquella jaula de grillos. Y si hace 25 años eran grillos, hoy serán tiburones.

Raquel, Imma, Isolina, Marién, Marián y Concha.
Además de conocer por dentro el entramado de burócratas y funcionarios, tengo que decir que de esa etapa conservo la amistad de Marién (Murcia), Raquel (Cáceres) e Imma (Barcelona) y los contactos de varios compañeros más, entre ellos Ken (EE.UU), con eso ya doy por bien empleados aquellos seis meses que yo prorrogué otros seis, por mi cuenta y riesgo, para cubrir la primera Presidencia de España en el 99.
Creo que todo esto ya lo conté en más de una ocasión, pero no me canso de hacerlo porque no está demás que se queden, negro sobre blanco, las vergüenzas de unos organismos que sólo saben disponer de las vidas ajenas, pero que son incapaces de hacerse un poco de autocrítica y de aplicarse a sí mismos lo que imponen a los administrados.





jueves, 25 de abril de 2013

El acoso escolar, tema de cuento

La Semana pasada me comprometí a formar parte del Jurado de un Concurso de Cuentos infantiles, en el que participan niños y niñas de entre ocho y doce años. Me adjudicaron 50 trabajos (anónimos para mí: identificados por un número y firmados con seudónimo) para leerlos y evaluarlos. Cual no sería mi sorpresa al comprobar que dos de los participantes eligieron como tema del cuento el maltrato escolar. El problema acaba bien en ambos casos. En el primero, la víctima se arma de valor y organiza un grupo, con otros compañeros de clase, que les hace frente a los acosadores y consiguen que desistan de su lamentable acción. En el segundo cuento el desenlace feliz tiene lugar con el cambio de colegio de la víctima de maltrato.     En esto me encontraba yo cuando escuché en las noticias la tragedia de una niña de Gijón que optó por el suicidio para liberarse de unas compañeras perversas que no supieron medir la trascendencia de su reiterado acoso. No me puedo explicar cómo estos actos criminales no se detectan ni en las familias ni en los centros escolares. De poco me sirve que una de las presuntas acosadoras-delincuentes pida perdón. ¡Ah, el perdón cristiano!, ¡A Dios rogando y con el mazo dando!. Pues a mí, en este caso ya no me sirve el perdón, e imagino que a los padres de la víctima menos. No estaría mal que esa niña que parece arrepentida de su acción acudiese a otras aulas y les contara a sus compañeros las consecuencias de la burla en otros compañeros.
Por mi parte, ya di la voz de alarma a los organizadores del concurso, que sí conocen las identidades de los participantes y los centros escolares de los que proceden, para que lo adviertan al entorno de los interesados.
Ya me gustaría que el maltrato de cuento se quedase sólo en eso, en un cuento, pero mucho me temo que esos niños están sufriendo algún tipo de acoso y el cuento es una forma de pedir auxilio. Si mi voz de alerta sirve para liberar a un niño o niña de las garras de sus verdugos, daré por bien empleado el tiempo de leer cincuenta cuentos.
 
 

lunes, 22 de abril de 2013

El Desnudo Integral de Luis Rivaya

Esta tarde-noche participé en la presentación del libro Desnudo Integral, de Luis Rivaya, empresario de la comunicación en la Comarca de la Sidra, en Asturias. Creó una televisión local con la que informó y entretuvo a mucha gente. Pero un buen día, se la desconectaron. Cosas de la televisión digital...
Como no se me da bien improvisar, leí las siguientes líneas:

No todos tenemos la suerte de poner en marcha un negocio o una empresa. Reconozco que hay que ser muy valiente para aventurarse a ser autónomo. Y Luis Rivaya (Oviedo, 1950) lo intentó por tierra, mar y aire, a contra corriente, a pesar de las zancadillas, de los pisotones, de las trampas y de los sinsabores que supone que te abandonen o te traicionen las personas en las que confías.

Luis Rivaya tuvo que empezar de cero en muchas ocasiones. Además de los cuatro hijos biológicos tiene muchos más hijos laborales y empresariales que se fueron quedando en el camino. Pero, después de leer el libro Desnudo Integral, creo que el trabajo que más le dolió abandonar ha sido su televisión de la Comarca de la Sidra. Era el invento perfecto, pero no contó con el ego de los políticos, que se lo cargaron a través de personas y empresas interpuestas. El fantasma de la Televisión Autonómica no era compatible con las televisiones locales, cuando cualquier persona con sentido común habría visto rápidamente que eran complementarias y que suponía un gran ahorro de dinero en instalaciones, en medios técnicos y en contratos laborales. Y conste, que no tengo nada contra los trabajadores de la televisión autonómica, que hacen su trabajo, y muy bien, al margen de los entresijos empresariales.

Pues no, Luis Rivaya y su empresina, pequeña, pero matona, son la prueba de que no encajaban en el proyecto faraónico de televisión regional.

Y aunque este tema se aborda en los capítulos finales del libro de Luis Rivaya, creo que también ha sido el detonante para que escribiera su experiencia vital en la publicación que presentamos hoy en el Café de Vicente, un espacio privado, pero con vocación de servicio público.

Si alguien sabe del poder de la televisión es Luis Rivaya, y si alguien sabe de la atracción de los políticos por la televisión, también es Luis Rivaya. Luis tenía una televisión pequeña, como él la define, pero albergaba un gran poder. A la gente, al espectador, le interesa mucho saber qué pasa en los Estados Unidos, o en Corea, pero le interesa mucho más conocer lo que sucede a la puerta de su casa, en el pueblo de al lado, y que se lo cuente gente conocida.

Pues esa televisión la tenía Luis Rivaya y emitía en un territorio muy concreto, los concejos de la Comarca de la Sidra, pero a pesar de estar en un rinconín del Universo, sufrió un "cierre gubernamental", como lo define el autor del libro y propietario de la empresa. Y a mí, eso de cierre gubernamental me suena a Venezuela, al chavismo, por poner un ejemplo. Los que no me adulan, los que me critican, los que me ignoran, los que no me necesitan, los borro del mapa. Pero creo que con Luis Rivaya les falló el tiro, no contaron con que están ante una persona inasequible al desaliento, que, aunque le hayan hecho comer la tierra, siempre recupera la verticalidad y sigue adelante. En este caso, el primer paso después de la caída es éste libro.

Dice Rivaya que echa de menos no ser Pérez Reverte para contar bien las cosas. No es Pérez Reverte, pero se le entiende todo bastante bien.

En este libro, que va y viene en la vida y milagros del sexagenario Luis Rivaya, descubrimos que es un adicto al trabajo, un creyente religioso a ultranza, también con idas y venidas, y un creyente de la política, a pesar de todos los zarpazos que le dieron los ejecutores de la política, algunos de ellos no llegan a políticos, se quedarían en politiquillos o politicastros, pero sí tienen poder y mala leche, así que vale más ignorarlos. El problema es que alguien que se precie de periodista debe denunciar sus tropelías por el bien de los contribuyentes. Y eso pasa factura, lo sabe bien Luis Rivaya, que nos cuenta muchas vivencias en este libro, pero que, a buen seguro, se deja mucho en la trastienda, porque hay cosas que van más allá de la función de un periodista. La prueba de que Rivaya sigue creyendo en los políticos es la presencia de un político en este acto, aunque sea a título de amigo.

Mi admiración por ser tan crédulo. Y, si a pesar de todos los palos que le dio la vida, sigue siendo crédulo a los sesenta, es que ya no tiene arreglo, y yo me alegro, porque significa que estás vivo.

Hace años a Luis se le clasificaría como autónomo, en el vocabulario actual es un emprendedor que no se le pone nada por delante. Sabe que cuenta con sus manos, su cabeza y sus ganas de trabajar y se echa el mundo a la espalda.

Madrid, Asturias, Zaragoza, Alicante, Asturias otra vez, son los escenarios de sus éxitos y sus fracasos. Pero con mentalidad muy americana, sabe que de los fracasos también se aprende y no se arredra en la adversidad, a pesar de que en algún momento se define como "gato escaldado", ante tanta informalidad a su alrededor.

Me llama la atención su memoria para recordar nombre y apellidos de las personas de su entorno, tanto laboral, como en su etapa de estudiante de Derecho. Y no digamos nada la memoria para recordar compañeros de equipos de fútbol, de grupos de música, de discotecas, de viajes. Bueno, en los viajes tiene un lapsus y habla de los castillos del Sena, cuando me imagino que se refería a los castillos de La Loire. También merece destacar el espacio que les dedica a todas sus novias, esposas y amigas con derecho a roce. Tengo que decir que no me gustaría estar en el pellejo de algunas de sus novias, que no salen muy bien paradas en el texto. A mí, como mujer, es lo único que me sobran en este libro. Las descripciones de ciertas escenas íntimas, que pueden herir sensibilidades. Así como los políticos llevan en el sueldo que alguien les airee sus torpezas, esas mujeres, de las que se dan nombres, creo que no se lo merecen, aunque el autor lo haga sin ánimo de ofensa.

Las mujeres, que al final se resumen en tres: Isabel, Maribel y Yenny, son, junto con la música, el fútbol, los coches y las nuevas tecnologías audiovisuales, los cinco apoyos de la vida de Luis Rivaya, muy asentados en la religión. Lo más curioso es que, a pesar de tantas escenas eróticas que nos describe, la primera a los 14 años, el protagonista, gracias a la religión, o, por culpa de sus creencias, fue virgen hasta casi los 25 años. Y menos mal, porque sino, en vez de cuatro hijos habría tenido catorce.

Conste mi admiración a emprendedores como Luis Rivaya que tuvo el valor de montar una televisión, ni más ni menos que un medio de comunicación. Y no me duelen prendas en hacer pública mi admiración, porque muchos periodistas no tenemos el valor de dar ese paso. Y si poner en marcha una televisión es tarea ardua, una televisión local tiene más mérito, por la proximidad con la noticia y los noticiables. Sólo Luis sabe las presiones que recibió y las incomprensiones del trabajo objetivo. Algunas las cuenta, como esas llamadas a horas intempestivas para amenazarle o para advertirle de las consecuencias de sus noticias, informaciones u opiniones.

Alguien le dijo, con mucho atino, que si contrariaba al Gobierno de turno es que lo estaba haciendo bien, pero conseguía que le criticara también la oposición es que lo estaba haciendo más que bien.

Y el premio por hacerlo tan bien, fue el cierre de su empresina.

Les invito a leer el libro y ver el desnudo integral de la vida laboral, social y religiosa de Luis Rivaya. Podría servir de ejemplo en las escuelas de empresariales o de económicas. Ejemplo de emprendedor, de empresario, de autónomo; ejemplo de coraje, de entusiasmo, de imaginación.

La Ministra de Trabajo Fátima Báñez acaba de descubrir el mundo de los emprendedores, les ha hecho hasta una Ley y no le da apuro decir que serán ellos los que van a salvar España. Y yo me pregunto, ¿dónde vivía hasta ahora esa señora?. En qué zulo vivía. Cómo es posible que no se haya enterado que existen miles de Luis Rivaya en toda España que cada día tienen que luchar contra la burocracia que les ahoga y, a la vez, deben emplearse a fondo para mantenerse a flote y poder vivir.

Cuando el presidente Zapatero se enteró que estábamos en crisis, allá por el 2009, llamó a su palacio a los grandes empresarios de España. Eran unos cincuenta, 49 hombres y una mujer. Se suponía que aquella gente iba a salvarnos del naufragio, cuando muchos fueron incapaces de salvar sus empresas. Cuando veía aquella imagen yo también me preguntaba cómo era posible que aquel presidente y todos los fantasmas que tenía alrededor no se diera cuenta que la salvación no venía por ahí, sino por los pequeños y medianos empresarios. Pues a esos los mataron a casi todos, es decir, les cerraron las empresas, porque las administraciones no les pagaban, o les apretaron tanto, que no tuvieron más remedio que bajar la persiana.

Una vez más, si tienen tiempo, les animo a que lean el libro y saquen ustedes sus propias conclusiones.

miércoles, 17 de abril de 2013

Los donantes que lavan más blanco

Hasta ahora, en España teníamos el mérito de ser los número uno en donación de sangre y de órganos humanos para trasplantes. En los últimos meses, creo que tenemos un triste récord: de tener el mayor número de lavadores de dinero negro y que lo dejan en un blanco nuclear, sin usar lejía.
Los métodos del blanqueo son tan variopintos como los personajes que los realizan. Personajes que no tienen un pelo de tontos, porque son capaces de burlar todas las leyes, algunas, presuntamente, con la complicidad de los políticos que las legislan y las aprueban, como churros, en los parlamentos.
Ahora están saliendo a la luz lo que todos sabíamos: que existen los donantes de los partidos, sí, que algunas personas físicas o jurídicas financiaban los partidos políticos. Si los donantes de sangre y de órganos lo hacen de forma altruista, pero con la esperanza de que si un día necesitan sangre o un trasplante, no falte de nada; imagino que los donantes de los partidos también se desprenderán de su dinero con la esperanza de que, con el paso del tiempo, vuelva a sus bolsillos duplicado, como mínimo.
Así que ¡Vivan los donantes!.
Se supone que hoy en día, nadie se puede escapar de pagar el IVA. Pues a mí, ayer, sin ir más lejos, me preguntaron si quería pagar con IVA o sin él. Como aún me queda dignidad y tengo metido hasta los tuétanos el concepto de ciudadana, pues pagaré el IVA, a riesgo de que el que cobra piense para sus adentros que soy tonta.
Una señora que declaraba en un juzgado acusada de blanqueo de dinero decía que ella sólo conocía el blanqueo de las paredes enjalbegadas de su tierra.
Algunos ciudadanos, espero que muchos, sólo sabemos blanquear ropa: con lejía, al rocío de la noche o con azulete. Y ¡pobres de nosotros como se nos ocurra birlar un euro!, se nos echaría encima la magnífica Hacienda, que no se entera de los miles de millones que se le escapan a los paraísos fiscales delante de sus ojos, pero no pierde de vista ni un céntimo de los pobres contribuyentes legales que le cantan todas sus cuentas.
Pues sólo me queda decir que, a pesar de todos los delincuentes fiscales, los donantes, los blanqueadores y los evasores, seguiré pagando impuestos.

miércoles, 10 de abril de 2013

Es el MEDE, estúpidos

Creo que fue en el verano del 2011 cuando Zapatero y Rajoy se pusieron de acuerdo por una vez en su vida. Lo hicieron con nocturnidad y alevosía y aprovecharon para darnos un cambiazo a la Constitución que supuso entregar España en las manos de los burócratas europeos. Era un primer paso en la cesión del testigo de Gobierno. En aquel momento gobernaba el PSOE. Meses más tarde, con el PP en La Moncloa entró en vigor el MEDE, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, aprobado en Europa durante el gobierno socialista. Con un nombre tan inofensivo, ese Mecanismo es nuestra ruina. Y, por mucho que hoy, Rajoy y Rubalcaba hayan representado una puesta en escena de coincidencia en patalear ante las nuevas medidas que nos exige Europa y hasta se hayan puesto un poco gallitos, no nos engañemos, es puro teatro. Ellos saben mucho mejor que nosotros lo que firmaron. Ellos también saben que firmaron nuestra sentencia de muerte y ahora es posible que estén arrepentidos, pero me temo que ya es tarde para borrar las firmas.
Ellos y sus partidos, en gobiernos nacionales, autonómicos o municipales, son los que tiraron de largo durante muchos años, se endeudaron sin ton ni son, y dilapidaron el dinero que ahora tenemos que reponer todos los españolitos de a pie, como les gusta llamarnos, o los ciudadanos y la ciudadanía, como también nos dicen con mucho recochineo.
Tanto Rubalcaba, con su tartamudeo perdonavidas, como Rajoy, con su frenillo en la s, querían darnos pena, derramando lágrimas de cocodrilo, pero ya no cuela. Los tenemos calados y, por mucho que lo intenten, ya no podemos comulgar con ruedas de molino.
Sólo nos queda decirles, ¡es el MEDE, estúpidos!.

martes, 9 de abril de 2013

¡Arrepentíos!

El pensador francés Stèphane Hessel, con su libro ¡Indignáos! llamaba a la población del siglo XXI a la indignación. Yo, que no me puedo comparar con el autor francés recientemente fallecido, llamo al arrepentimiento. Me conformo con que todos los que robaron a las arcas públicas -muchos de ellos, católicos, apostólicos y romanos- fueran consecuentes con su credo y se arrepintieran de su pecado y, de paso, devolviesen el botín. El problema que tenemos los ciudadanos, o mejor dicho los paganos, es que llueve sobre mojado y nos tenemos que tragar cada día un desfalco nuevo. Como decía estos días el economista Paul Krugman, "no lloren por Chipre; lloren por vivir en un mundo cuyos líderes parecen no aprendes de los desastres". Efectivamente, ¿qué tiene que pasar para que los líderes mundiales reaccionen y pongan coto a los desmanes que se están produciendo a su alrededor?.
Pido el arrepentimiento, pero expresado en el amplio sentido de la palabra. Porque de arrepentidos está lleno el reino de los cielos. Yo quiero arrepentidos en la tierra. Y arrepentidos que podamos contrastar su nuevo modus operandi. Arrepentidos que aprendan a vivir como el resto de los mortales, con un salario, o con unas rentas, me da igual, pero que sean fruto de la honestidad. No les voy a pedir que se hagan franciscanos, como el nuevo Papa, pero qué menos se les puede pedir que vivan con el fruto del sudor de su frente.
Aún tengo en la retina las imágenes del ex presidente de los empresarios españoles, por poner un ejemplo -que duerme en la cárcel-, dándose golpes de pecho en una misa, a la vez que robaba a manos llenas a todo el que se le ponía a tiro.
Teniendo en cuenta que la mayor parte de las gamberradas que conocemos, nos enteramos gracias a los arrepentidos -aunque muchos de estos arrepentidos lo son porque no podían robar tanto como sus amigos y los delataron- espero que siga aumentando la lista. Y me gustaría que el periodismo no baje los brazos y siga implacable la estela de los delincuentes hasta sacarlos a la superficie.
Este es mi pequeño homenaje a José Luis Sampedro, fallecido el domingo, 7 de abril, a los 95 años.

domingo, 7 de abril de 2013

Ciarran la estación de esquí cuando está preñada de nieve

Imágenes del Puerto de San Isidro el 7 de abril de 2013.
Tuve el honor de subir hoy al Puerto de San Isidro, en el valle del Aller. Aproveché el viaje a Turón (Mieres) para ver la exposición de camelias, para seguir camino por el concejo de Aller. A mitad de trayecto ya nos salió al encuentro la nieve. En Felechosa, donde comimos, en El Torres, las calles y aceras estaban llenas de nieve. A medida que subíamos el puerto, el espectáculo era indescriptible. Hice algunas fotos como la que se ve a la izquierda. En la cima del puerto conocí la estación de esquí Fuentes de Invierno, con muchos deportistas utilizando las instalaciones. Al ver aquel espectáculo de nieve comenté con mis compañeros de viaje que, por suerte, tenían nieve para prolongar varias semanas más el negocio.
Con el programa tan intenso no me dio tiempo a leer el periódico hasta que llegué a casa, a las ocho de la tarde. Cual no sería mi sorpresa que al abrir las páginas de la comarca me entero que hoy era el último día de la estación de esquí Fuentes de Invierno. Así es imposible que una empresa o una comunidad autónoma funcione. Trabajan con unas pautas funcionariales fuera de toda lógica. Qué empresa de ocio que se precie cierra la puerta cuando las ventas están en pleno apogeo. Pues, lamentablemente, una empresa pública que programa la actividad como si se tratase de hacer galletas, cuando en este sector dependen del tiempo. Programan la apertura cuando casi no empezó a nevar y cierran cuando la montaña está preñada de nieve.
Estos días se reunió en Oviedo el consejo asesor del Presidente del Principado y, casualmente, le recomendaba una reforma urgente y profunda de la Administración. Yo, que no soy asesora de nadie, pero me permito el lujo de opinar, aunque sea para que se partan de risa, les diría que la primera reforma empieza por arriba. Cómo es posible que un Presidente, que acaba de nombrar un Gobierno, que tendría que ejercer las labores de asesoramiento, tenga que reconocer que nombró un equipo que no le sirve y entonces nombra otro equipo de sabios. Que yo sepa hay otro grupo de sabios asturianos en el exterior, que también dicen lo que se debería hacer, y así sucesivamente.
Mientras, los pobres empresarios privados, tienen que luchar a diario con los obstáculos burocráticos que les hacen perder un tiempo precioso.

jueves, 4 de abril de 2013

El hambre, la vergüenza del Primer Mundo

Ayer me contaba una abuela -que esta semana le tocaron los nietos- que estaba desesperada porque ya le había ofrecido tres menús a uno de los niños y no le apetecía ninguno.
Frente a esto, que pasa en una España en plena crisis económica, social y ética, nos encontramos con los datos que nos facilitan hoy desde la reunión de la ONU que se celebra en Madrid para tratar sobre el hambre en el mundo, y que se resumen en que, al menos, uno de cada siete habitantes de la Tierra se va a morir de hambre.
No tenemos vergüenza y no tenemos perdón. En nombre de la Democracia, del Capitalismo, del Socialismo, del Comunismo, de las dictaduras varias, permitimos que haya gente que tire los alimentos, que los malgaste, que los destruya, mientras vemos a nuestro alrededor que hay gente que no tiene un mendrugo de nada para llevarse a la boca.
Lo pagaremos nosotros, o peor, lo pagarán las generaciones siguientes. Y lo pagarán con más hambre, más sed y más sufrimiento. (A estas alturas, ya me habrán calificado de tremendista y agorera. Lo siento, creo que sólo soy una persona medianamente informada).
Casi mil millones de personas son víctimas del hambre. Pero la ONU, que, enseguida apoya la invasión de un territorio y que no sabe prevenir o evitar una guerra, también es incapaz de acabar con el hambre. Ellos mismos reconocen que el problema no está en la falta de alimentos, sino en la mala distribución de la riqueza.
Vi la cara del hambre en Burundi, en Malawi (África) y en algún rincón de Nicaragua. Es la cara de la dignidad, de la soledad, de la impotencia, de la resignación. No tienen fuerzas ni para gritar y, mucho menos, para luchar por su desgracia. Pero quienes hayamos visto esa cara del hambre no nos podemos quedar tranquilos. No podemos resignarnos y tendremos que sacarles los colores a los prebostes de la política, esos burócratas orondos, si no en carnes, sí en dinero, que se permiten ir a cámara lenta en la solución de un problema que concierne a millones de congéneres.
Son hambrientos y haraposos, pero no son tontos y si les proporcionamos los medios, son capaces de desarrollar la agricultura, un sector básico para acabar con el hambre. De nada sirve producir a lo bestia en los países desarrollados, hasta el punto que somos incapaces de comerlo todo. Mientras, en otras zonas, no disponen ni de semillas, ni de agua, dos elementos básicos para un cultivo digno.
Sé que, en el fondo de las mentes maquiavélicas y con poder, el hambre es una forma de expurgar humanos. Sobramos la mitad. así que si se mueren de hambre, nos ahorramos munición. Es duro verbalizarlo, pero es la cruda realidad.
No tengo ninguna fe en los frutos de la reunión que la ONU celebró hoy en Madrid y que les habrá costado millones de euros. Tengo fe en el resto de la humanidad, en la solidaridad de cada uno. Pero esa vía es mucho más lenta. Así que no se me ocurre nada para acelerarar la solución del hambre. Bueno, sí. Enviaba para casa a todos los funcionarios y diplomáticos de la ONU e invertía todo ese dinero (muchos miles de millones de dólares cada año) en el desarrollo de los pueblos que lo necesitan.