martes, 30 de abril de 2013

El Día de la Reina en 1988

Día de la Reina en 1988
El 30 de abril de 1988 celebré el Día de la Reina en Amsterdam. A decir verdad, no tenía ni idea de la existencia de esta celebración, pero estábamos en Bruselas, en un stage de la Comisión de la Unión Europea, entonces Comunidad Europea, y, como debió caer en fin de semana, parecía una buena excusa para conocer Amsterdam. Recordaré toda mi vida aquella multitud en las calles, en los canales, en los puentes, en los portales, everywhere. Por lo que me contaron era la manifestación del pueblo de apoyo a su Reina, que, en agradecimiento, recorre los canales principales en su barco. Imagino que hoy también habrá tenido lugar esa fiesta popular, al margen de la parafernalia exhibida en la entronación de los nuevos monarcas. Será un día muy señalado para la monarquía holandesa, pero, una vez más, ellos y todos los demás, perdieron la ocasión de dar un ejemplo de cordura y de austeridad. Pero veo que eso se lo dejan, una vez más, para la plebe. Y la plebe, al ver a los súbditos tan peripuestos, una vez más quiere imitarlos, y aquí estamos en el círculo vicioso de lo que no tiene arreglo. Nadie se baja del burro, y el pobre animal está a punto de caer a tierra.
En el año 88 yo era 25 años más joven, pero muy consciente de lo que me rodeaba. Tenía muy claro hacia dónde nos dirigíamos. Estaba haciendo un stage en el Servicio de Portavoz de la Comisión, en concreto con el portavoz del comisario de Agricultura. Allí aprendí como se maneja a los periodistas. En aquel momento yo estaba al otro lado y me dolía lo que veía, pero me tenía que aguantar. No se deja nada a la improvisación. Se prepara todo lo que se quiere decir y lo que no se quiere decir también. No hay cabos sueltos. Estaba claro que no nos enteramos de casi nada, salvo que haya un wikileaks, y ni así, porque esa información es casi imposible de digerir por los mortales contribuyentes y paganos.
Antes de entrar en el stage ya sabía que todo era una gran mentira. De nada servían los méritos o el interés por estar allí, por conocer por dentro la Comunidad Europea. En aquel momento España acababa de llegar y para una periodista era una ocasión muy interesante. Pues no servía nada más que el enchufe. ¡Sí, para unas míseras prácticas de seis meses, había que tener enchufe y de los trifásicos!, y yo, pobre de Priesca y sin contactos directos, no veía la manera de encontrar un enchufe sin pasar por la cama de nadie. Tuvieron que pasar cinco años hasta que, de carambola, encontré a la persona que me ayudó a entrar en aquella jaula de grillos. Y si hace 25 años eran grillos, hoy serán tiburones.

Raquel, Imma, Isolina, Marién, Marián y Concha.
Además de conocer por dentro el entramado de burócratas y funcionarios, tengo que decir que de esa etapa conservo la amistad de Marién (Murcia), Raquel (Cáceres) e Imma (Barcelona) y los contactos de varios compañeros más, entre ellos Ken (EE.UU), con eso ya doy por bien empleados aquellos seis meses que yo prorrogué otros seis, por mi cuenta y riesgo, para cubrir la primera Presidencia de España en el 99.
Creo que todo esto ya lo conté en más de una ocasión, pero no me canso de hacerlo porque no está demás que se queden, negro sobre blanco, las vergüenzas de unos organismos que sólo saben disponer de las vidas ajenas, pero que son incapaces de hacerse un poco de autocrítica y de aplicarse a sí mismos lo que imponen a los administrados.





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