viernes, 24 de febrero de 2017

Rosalía de Castro, 180 años

Isolina Cueli
Rosalía de Castro nació el 24 de febrero de 1837, una efeméride que me encanta traer a las páginas de este blog.
Había estudiado a Rosalía, había leído alguno de sus poemas y me sabía de memoria otros que sirvieron de letra para varias canciones, pero hasta fechas recientes no había reparado con detalle en su persona, su personalidad y su obra.
A pesar de todos los contratiempos y de todas las zancadillas, tuvo el valor de escribir y de publicar en una época que las mujeres casi no tenían derecho ni a pensar. Además tuvo la osadía de escribir en gallego, una lengua inculta hasta entonces. Imagino que por eso la dejaron publicar, porque imaginaban que su trabajo en gallego no tendría mucho recorrido. Afortunadamente, también en esto fue una adelantada a su tiempo.
 Rosalía nos dejó una maravillosa crónica de su tierra, y por extensión de España, tanto en verso como en prosa. La Galicia rural y pesquera; la de los jornaleros y de los arrieros; la de los emigrantes y los huérfanos. La Galicia de las viudas de vivos y muertos; del saudade y la morriña. La Galicia verde y azul de los valles y el mar; de las flores y las hojas; de los ríos, fuentes y regatos; cementerios y romerías; del llanto y la gaita.
También impresiona leer a la Rosalía, crítica con el trato y la explotación que sufrían los jornaleros gallegos en el resto de España.
Por todo eso, y por mucho más, le dedico una de mis camelias, la rosa de invierno que tanto abunda en su Galicia natal y también en Padrón, en los jardines de su Casa-Museo.
¡Buen camino!

miércoles, 1 de febrero de 2017

Papa pobre ¡pobre Papa!

Isolina Cueli
El Papa Francisco y Nicolás Castellanos en el encuentro, en Roma. (I.C)
Hace una semana asistí en Roma a la Audiencia General del Papa Francisco en la Sala Pablo VI, un espacio en el que había más de cinco mil personas. Varios cientos tuvieron la ocasión de darle la mano al Papa, los miles restantes se conformaron con mirar.
El 13/03/ 2013, con motivo de su toma de posesión como Pontífice, escribí el artículo Francisco, ¡no nos falles! en el que hacía votos para que no le temblara el pulso a la hora de imponer austeridad en el pequeño Estado Vaticano, y de paso, en toda la Iglesia; y que no le temblara la voz para expulsar del templo a los fariseos, aduladores y oportunistas.
Cuatro años después, y por lo visto allí estos días, creo que no pudo avanzar mucho. Llegó a Roma un cardenal que abanderaba la causa de los pobres y luchaba por ella, de acuerdo con las consignas del Concilio Vaticano II y la reunión de 2007 en Aparecida (Brasil). Pero ese cardenal que hacía gala de pobreza, que la practicaba, tuvo que meterse en el engranaje del Vaticano y no le queda más remedio que ser una máquina de hacer dinero. Por mucho que no viva en Palacio, que haya elegido una modesta residencia para pernoctar, uno de sus trabajos son las maratonianas audiencias, que no dejan de ser un montaje publicitario y un dispendio del que el jesuita Bergoglio huyó toda su vida.
Es grato recordar el gesto de aquel cardenal argentino que para el acto de su toma de posesión en Roma pidió a los feligreses que deseaban asistir para acompañarlo, que entregaran el dinero del viaje a una causa benéfica en favor de los pobres. Si ahora, como Papa, y máxima autoridad de la Iglesia, se le ocurriese pedir a los miles de fieles, presentes en sus audiencias, que se queden en sus casas y entreguen a los pobres el dinero del desplazamiento y todos los gastos que conlleva, estoy segura que la Curia pontificia lo excomulgaría.
¡Pobre Papa!, que no le gusta ver la televisión y tiene que estar tantas horas haciendo televisión con sus misas, audiencias o viajes. De hecho, no la ve desde hace veinticinco años. Hizo una promesa y la cumple a rajatabla. No estaría mal que el Papa que se abstiene de sentarse delante de la pantalla, recomendara cada día a sus fieles que no vean la televisión, o que la vean menos y caminen más; que hablen más entre ellos o que lean el periódico. No debe decirlo, porque el Vaticano produce muchas horas de televisión y si nadie la ve, como es su caso, sería otra ruina.
En la audiencia de la última semana el Papa Francisco recibió al obispo emérito de Palencia y misionero en Bolivia, Nicolás Castellanos Franco (Mansilla del Páramo, León, 1935), con motivo de los veinticinco años de su llegada a tierras americanas.
Castellanos, ferviente seguidor del Concilio Vaticano II, también optó por los pobres hace tiempo y, como buen comunicador que es, expone muy bien las necesidades del barrio de Santa Cruz de la Sierra, conocido como Plan 3000, donde desarrolló el Proyecto Hombres Nuevos, y no le faltan seguidores que apoyan su causa, bien como voluntarios sobre el terreno, o con donativos.
Imagino que, tanto el Papa Francisco, como Nicolás Castellanos, habrán pensado en algún momento de la Audiencia del pasado miércoles, todo lo que se podía hacer en favor de lo pobres con los millones de euros que se gastaron las más de cinco mil personas, procedentes de todo el mundo, que estaban presentes en el acto, entre ellas el actor americano, Arnold Schwarzenegger, o Don Adolfo, antiguo párroco de Villaviciosa, por poner dos ejemplos bien dispares. Yo no pude evitar hacer un cálculo a lo pobre y, con una media de mil euros por persona, la cuenta es fácil.
El Papa, que acaba de cumplir 80 años y Nicolás Castellanos, que llegará a los 82 el próximo 18 de febrero, son dos venerables octogenarios, con salud, que siguen a pie de obra para apoyar sus respectivas causas. El Papa lo hace desde el Vaticano y Castellanos en su querida Bolivia.
A Nicolás le deseo, igual que al Papa Francisco en su día, que no le tiemblen el pulso ni la voz a la hora de predicar austeridad y de ahuyentar, si los hubiere, a fariseos, aduladores y oportunistas.
¡Buen camino!