Isolina Cueli
El Papa Francisco y Nicolás Castellanos en el encuentro, en Roma. (I.C) |
El 13/03/ 2013, con motivo de su toma
de posesión como Pontífice, escribí el artículo Francisco, ¡no nos falles! en el que hacía votos para que no
le temblara el pulso a la hora de imponer austeridad en el pequeño Estado Vaticano, y de paso, en toda la Iglesia; y que no le temblara
la voz para expulsar del templo a los fariseos, aduladores y
oportunistas.
Cuatro años
después, y por lo visto allí estos días, creo que no pudo avanzar
mucho. Llegó a Roma un cardenal que abanderaba la causa de los
pobres y luchaba por ella, de acuerdo con las consignas del Concilio
Vaticano II y la reunión de 2007 en Aparecida (Brasil). Pero ese
cardenal que hacía gala de pobreza, que la practicaba, tuvo que
meterse en el engranaje del Vaticano y no le queda más remedio que
ser una máquina de hacer dinero. Por mucho que no viva en Palacio,
que haya elegido una modesta residencia para pernoctar, uno de sus
trabajos son las maratonianas audiencias, que no dejan de ser un
montaje publicitario y un dispendio del que el jesuita Bergoglio huyó toda su
vida.
Es grato
recordar el gesto de aquel cardenal argentino que para el acto de su
toma de posesión en Roma pidió a los feligreses que deseaban asistir
para acompañarlo, que entregaran el dinero del viaje a una causa
benéfica en favor de los pobres. Si ahora, como Papa, y máxima
autoridad de la Iglesia, se le ocurriese pedir a los miles de
fieles, presentes en sus audiencias, que se queden en sus casas y
entreguen a los pobres el dinero del desplazamiento y todos los
gastos que conlleva, estoy segura que la Curia pontificia lo excomulgaría.
¡Pobre Papa!, que no le gusta ver la televisión y tiene que estar tantas horas
haciendo televisión con sus misas, audiencias o viajes. De hecho, no la ve desde hace veinticinco años. Hizo una promesa y la cumple a rajatabla. No estaría mal que el Papa que se abstiene de sentarse
delante de la pantalla, recomendara cada día a sus fieles que no vean la
televisión, o que la vean menos y caminen
más; que hablen más entre ellos o que lean el periódico. No debe decirlo, porque el Vaticano produce muchas horas de televisión
y si nadie la ve, como es su caso, sería otra ruina.
En la audiencia
de la última semana el Papa Francisco recibió al obispo emérito de
Palencia y misionero en Bolivia, Nicolás Castellanos Franco (Mansilla del Páramo, León, 1935), con motivo de los veinticinco años
de su llegada a tierras americanas.
Castellanos,
ferviente seguidor del Concilio Vaticano II, también optó por los
pobres hace tiempo y, como buen comunicador que es, expone muy bien
las necesidades del barrio de Santa Cruz de la Sierra, conocido como
Plan 3000, donde desarrolló el Proyecto Hombres Nuevos,
y no le faltan seguidores que apoyan su causa, bien como voluntarios
sobre el terreno, o con donativos.
Imagino que, tanto el Papa Francisco, como Nicolás Castellanos, habrán pensado en algún momento de la Audiencia del pasado miércoles, todo lo que se
podía hacer en favor de lo pobres con los millones de euros que se
gastaron las más de cinco mil personas, procedentes de todo el mundo, que estaban presentes en el acto, entre ellas el actor americano, Arnold
Schwarzenegger, o Don Adolfo, antiguo párroco de Villaviciosa, por
poner dos ejemplos bien dispares. Yo no pude evitar hacer un cálculo a lo pobre y, con una media de mil euros por persona, la cuenta es fácil.
El Papa, que
acaba de cumplir 80 años y Nicolás Castellanos, que llegará a los 82 el
próximo 18 de febrero, son dos venerables octogenarios, con salud, que siguen a
pie de obra para apoyar sus respectivas causas. El Papa lo hace desde
el Vaticano y Castellanos en su querida Bolivia.
A Nicolás le
deseo, igual que al Papa Francisco en su día, que no le tiemblen el
pulso ni la voz a la hora de predicar austeridad y de ahuyentar, si
los hubiere, a fariseos, aduladores y oportunistas.
¡Buen camino!
1 comentario:
me encanta tu comentario. No habria maneta de hacerlo llegar al Papa Francisco?Sabes que esto es la esencia del mensaje de Jesus? No es el sexo, no. Es la austeridad; pero en favor de los desposeidos. Que "poco"cristianos somos todavia! Y no dejar de intentarlo en cada eleccion es un famoso reto que tan timidamente nos proponemos.
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