lunes, 24 de abril de 2017

María Zambrano, paso a paso

Dedicatoria del Libro Claros del Bosque. (I.C)
Acabo de ver que Google le dedica su portada a María Zambrano (1904-1991) y me quiero sumar a los reconocimientos que va cosechando, paso a paso. Aunque su juventud  y madurez fueron duros, por tener que abrirse camino como pensadora en un mundo acotado por los hombres, además de los años de exilio en la postguerra y de las tribulaciones sentimentales y familiares, María consiguió un importante reconocimiento en los últimos años de su vida, con los premios Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, en el año 1981, y el Cervantes, en 1988.
En su libro Claros del Bosque, dedicado a su hermana Araceli, se puede leer: "Y queda la nada y el vacío que el claro del bosque da como respuesta a lo que se busca. Mas si nada se busca, la ofrenda será imprevisible, ilimitada". Y María, que no buscó laureles en vida, a pesar de todas las penurias económicas que sufrió y que superó gracias a la ayuda de muchos amigos, va recuperando poco a poco, paso a paso, esa ofrenda imprevisible e ilimitada. Y gestos como el de Google de estos días son la forma de mantener viva su memoria y su obra.
Tuve la suerte de cuidar a María Zambrano los tres últimos meses del año 1981. Su primo Mariano, que la acompañaba en la avenida de Secheron, en Ginebra, estaba ingresado en un hospital y necesitaban una persona para sustituirle. Bernardino Fernández, presidente del Centro Asturiano de Ginebra, pensó en aquella periodista, de prácticas en La Nueva España, que le había pedido trabajo en el verano. Ya había empezado el curso, pero en menos de veinticuatro horas llegué a la estación de tren de Ginebra donde me esperaban, además de Bernardino, el poeta José Ángel Valente (1929-2000), albacea de María, y su primo Rafael Tomero Alarcón, hermano de Mariano. Tenía 24 años y cuando me explicaron lo que debía conseguir de María era para echar a correr, pero me quedé y afronté el reto. Nunca me arrepentí. Había recibido la consigna de ser estricta con ella e imponerle disciplina para comer, para escribir y para caminar o dejar de fumar, entre otras muchas cosas. Creo que no conseguí ni la mitad de los objetivos, pero siempre me quedó la satisfacción de haberlo intentado. Unas veces me tocó ser estricta, otras cedía a sus caprichos, y así fuimos caminando durante tres meses, paso a paso. ¿Quién era yo para imponer nada a María Zambrano? Pero había adquirido ese compromiso, así que fui dando una de cal y otra de arena. Siempre creí que no le gustaba la comida que le hacía, pero cuando, años más tarde, la visité en Madrid, se acordaba de mis croquetas. ¡Toda una sorpresa!
Acababan de concederle en Asturias el Premio de Comunicación y Humanidades, el premio Ullán, como ella le llamaba, en referencia a su amigo José Miguel Ullán (1944-2009), al que le suponía alguna mediación en ése reconocimiento y estaba emocionada de que en España apreciasen su trabajo intelectual. Sería el primero de una larga lista de homenajes. Además, el Centro Asturiano medió para que la nombrasen hija adoptiva de Asturias, una tierra que había conocido con La Barraca y de su amistad con Pedro Caravia (1902-1984), profesor de Filosofía y crítico de Arte.
María Zambrano vivió casi todo el siglo XX y contribuyó, con otras muchas mujeres, a poner los cimientos de los Derechos que disfrutamos hoy, entre ellos el derecho al voto.
Fue en la Navidad del 81 cuando me despedí de ella con un ramo de rosas rojas y amarillas. Nada más verlas se echó a llorar. Tenía en su mano, en forma de rosa, los colores de la bandera de su país, al que no regresaba desde hacía cuarenta años. No eran los colores de la República que había defendido, pero eran los colores de la bandera constitucional de la España democrática, que daba los primeros pasos y en la que tenía puestas sus esperanzas.
Gracias al buen hacer de sus amigos, consiguió volver a España, antes de su muerte en 1991.
Espero y deseo que aún le queden a María Zambrano muchas más citas y reconocimientos a su obra.
Yo recordaré siempre aquellas noches frente a la luna llena, con el lago Leman en primer plano, o los momentos en los que se quedaba ensimismada ante la llama de su mechero.
¡Buen camino!

miércoles, 5 de abril de 2017

Ella es...poesía

Dolores Sánchez, La Galana. (I.C)
Isolina Cueli
Trabajó en el campo, cocinó, crió hijos, amó, cosió, bordó, cantó. Hizo todo eso, pero Dolores Sánchez "La Galana", (Piñeres de Pría. Llanes, 1937) tiene un plus que la distingue del resto desde que era muy pequeña: es una rara avis que le gusta mucho leer y escribir poesía y, esa afición en el ambiente rural, incluso en el urbano, choca bastante.
Acaba de cumplir 80 años y recita poesías de memoria, tanto las propias, como las de sus admirados Rosalía de Castro, Machado, Amado Nervo, Rubén Darío o Bécker, por poner unos pocos ejemplos. A todos los tiene en su mesita de noche y son su fiel compañía, junto a sus gatos.
En su pueblo la llamaron durante años la periodista, porque publicaba su creación en los periódicos que tenía más a mano: El Fielato y El Oriente. Es posible que hoy ya se la conozca por la poetisa que más y mejor cantó a Piñeres de Pría, pues no todos los pueblos tienen esa suerte.
Las faenas del campo, las fuentes de Pría, los bufones, las flores, las frutas o las golondrinas le sirven de inspiración y, a la vez, se convierten en una crónica del ambiente campesino.
Vive en su mundo lírico y onírico, con la poesía rondándole la cabeza a todas horas, y apenas repara en el mundo real que la rodea. Sus admiradas flores naturales, esas que repartió y regaló a tanta gente, se mezclan ahora con las de plástico. Los periódicos sirven de cama para sus gatos, la principal compañía de esta mujer sola y solitaria, no sé si por obligación o por elección.
Vive su soledad en una esquina de Piñeres. De vez en cuando le ayuda una familia rumana, amiga. La compra se la lleva el taxista de Nueva o los dueños de la tienda.
No disfruta del servicio de ayuda que prestan los municipios a personas mayores. Me contó que hace tiempo la visitó una señora del Ayuntamiento, le criticó que tuviera mucha ropa almacenada y tantos libros apilados, y no volvió. No sé si ésa descripción se ajusta a los hechos, pero sí sé lo que yo vi, sin pasar del patio de su casa, donde me encontré una mujer vital, con gana de conversación y mente ágil, que alberga un poso de tristeza, desbordada, a sus años, por la cruda y prosaica realidad del día a día. Puede suceder que la cabeza no vaya en consonancia con las piernas. Y la cabeza de Dolores vuela, pero sus piernas, apenas le dan para moverse de casa a la antojana y sentarse al sol en la pequeña silla de playa que le repararon sus amigos rumanos.
No conoció a su padre, que nunca llegó a casarse con su madre, pero lo lleva en el sobrenombre, "La Galana", tomado del apellido Galán de su progenitor, asesinado en agosto de 1936, pocos meses antes de su nacimiento. Una vida de novela que Dolores convierte en poesía. Sus versos le sirvieron para fabular la realidad y sobrevolar o levitar por los caminos empedrados -ahora asfaltados- de Piñeres de Pría, y así, evadirse del trabajo duro y rudo del campo y de los desaires e incomprensiones que sufrió por su forma de ser y de estar.
El Ayuntamiento de Llanes le organizó hace un mes un homenaje en una fría noche de invierno al que Dolores no pudo asistir. No eran horas para una octogenaria, delicada de salud.
No estaría mal que la Casa de Cultura, a la que Dolores llevó tantas flores, durante tantos años, pagando el taxi, le devolviese el detalle con otro homenaje íntimo en Piñeres de Pría, eso sí, en una soleada tarde primaveral. Para ello confío en el buen hacer de Higinio del Río. Sólo se necesita adornar con flores la antojana y regalarle una silla que resista la intemperie, en la que pueda disfrutar del sol. La poesía ya la pone ella, porque ella es... poesía.
¡Buen camino!

(Aprovecho para recordar a mi tía Anita (1920-2017). No era poetisa, pero recitaba muchos versos de memoria, como ésta Décima, cuyo autor desconozco, y que está de rabiosa actualidad: 
El mundo está caducante,                   en escándalo la plebe,
prevaricada la gente,                          no se paga a quien se debe,
los delitos en creciente,                       lo sagrado está ofendido,
las virtudes en menguante,                 en fin, todo está perdido.                    
la vanidad muy pujante,                     ¡Hete aquí, porqué no llueve!