Isolina Cueli
Competición de burros al final de la jornada. (I.C) |
Patatas caseras, de siembra. (I.C) |
Los políticos de finales del siglo XX
bautizaron Asturias como el paraíso natural pensando en los
turistas. Y sí, entonces había un paraíso, porque teníamos miles
de jardineros que cultivaban y cuidaban a diario ese paraíso. Me
refiero a los agricultores y ganaderos que se dejaban las espaldas en
el trabajo de sol a sol. Mientras, otros, en los despachos, con mucho esfuerzo y tesón, consiguieron acabar con el medio rural y hoy el paraíso es un gran
matorral, salvo contadas excepciones.
Y en esas excepciones están las
pequeñas huertas, la mayor parte para consumo doméstico, que aún
se mantienen, gracias a los románticos de la fesoria que disfrutan
con sus cultivos. Uno de esos cultivos, a pequeña escala, era la
patata y ahora también la están demonizando y acabarán con ella y
con la paciencia de la gente de los pueblos. El colmo que les faltaba
es tener que pedir permiso para sembrar patates. No alcanzo a ver el
trasfondo de este intervencionismo de los poderes fácticos. Creo que
ni los propios políticos de ahora deben saber a dónde nos lleva
este lío de la enfermedad de les patates. No sé si saben que éste
tubérculo y quiénes lo cultivan, conviven hace muchos años con el
escarabajo de la patata. Y el buen hacer de los cultivadores
consiguió sacar adelante unas cosechas de primera. Ahora se acaba de
descubrir una enfermedad nueva (aunque ya existe hace años) y como
soy de pueblo, y desconfiada, no me puedo creer que estemos ante un
problema inocente. No voy a hablar de conspiración, pero sí de
tomadura de pelo.
Gracias a la tierra y el clima de
Asturias, podíamos ser una potencia en producción de patatas de
primera calidad, pero nos permitimos el lujo de importarlas y son
como remolachas -cuando compre patatas pregunte de dónde vienen-. Ni
los cocineros le dan el lugar que se merece la patata cultivada en
Asturias. Quien haya probado una patata asturiana notará la
diferencia sobre el resto y, aunque sea en pequeñas cantidades y
casi por casualidad, aún se pueden encontrar en tiendas de
agricultura ecológica, salvo que una mano negra quiera que dejemos
de cultivar las patatas de aquí y tengamos que volver a comprarlas
en América, de donde llegaron hace casi 500 años.
Acabamos de enterarnos que en Estados
Unidos se van a plantar pomaradas de variedades asturianas de manzana
de sidra. Eso sí, las tuvieron cinco años en cuarentena antes de
darlas de paso, para asegurarse que no les contagiábamos ninguna
plaga. Algunos lagareros pusieron el grito en el cielo. No quiero
pensar que dentro de unos años tengamos que importar la manzana de
sidra de Michigan (USA). Con la manzana de mesa ya pasó. Recuerdo
que en los setenta, en Priesca, se cogían a mano miles de kilos de
manzana de mesa -mingán y reinetas- que se presentaban en cajas de
madera, con una cama de hierba o paja, y se vendían por camiones a
compradores de Lérida. A la vuelta de muy pocos años, y casi sin
avisar, los de Lérida empezaron a mandarnos toneladas de manzanas
golden, y hasta hoy. Entre tanto, la de mingán, desapareció.
¡Buen camino!
No hay comentarios:
Publicar un comentario