Isolina Cueli
En esta columna no se va a encontrar ninguna inocentada, aunque sea el Día de los Santos Inocentes. Sí me voy a referir a los niños inocentes que se mueren a diario en todo el mundo, víctimas de enfermedades evitables, o de violencia familiar, o bien atrapados en conflictos bélicos, esas guerras de todos los días que arman los adultos de forma inconsciente.
Quiero acotar más el espacio y dedicarle estas líneas a los miles de niños bolivianos que se mueren cada año por problemas, como una simple diarrea, que en otra parte se habrían curado.
Acabo de vivir un mes como voluntaria en el Proyecto Hombres Nuevos, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) y comprobé cómo la ayuda de cooperación puede salvar vidas. Además tuve la suerte de poder prestarle mis brazos y mis piernas a Poldo Recamal, vecino de Villaviciosa, que por motivos de salud no pudo viajar, y que es gran entusiasta del proyecto de cooperación que desarrolla en esta zona de América, Nicolás Castellanos, obispo emérito de Palencia.
Poldo, sé que tú tienes mucha ilusión por realizar trabajos de cooperación con niños. En Bolivia hice un poco de todo y sé que también te habría interesado a tí. Coincidí con los hijos de Teodora, de 46 años, asesinada a principios de diciembre, junto a su sobrino Luis, de 11 años. Acompañaba a Nicolás Castellanos a la misa que dice cada sábado en el pueblo de Jorori, a las afueras de Santa Cruz de la Sierra. Le comunicaron el suceso y que la gente no vendría a la iglesia. Sobre la marcha, la misa se convirtió en velorio en la casa de los fallecidos. Esos niños y sus vecinos, unos 150, también acudieron el día de Nochebuena a recoger los regalos de la parroquia. Es posible que ese haya sido su único juguete en estas fechas. Sus caras lo decían todo.
Me tocó conocer a José Andrés, un niño de 12 años, que lleva la silla de ruedas de su madre, con polio desde niña. Necesitaba una silla y se la facilitaron en el Hospital del Proyecto Hombres Nuevos.
También conocí a María Selva, Diego o Elizabeth, jóvenes del centro Acción Médica (Ame) Bolivia, dirigido por el médico rumano Gheorghe Micoti, que ayuda a personas con problemas psíquicos y con movilidad física, que han sido abandonadas por sus familias. Este ha sido uno de los momentos más emotivos y duros de todo el mes en Bolivia y que a tí, Poldo, te habría gustado vivir. Es difícil explicar con palabras el cariño que recibes de unas personas que acaban de conocerte.
Estos y otros muchos, entre ellos los miles de niños trabajadores que aún se ven por las calles, son los verdaderos santos inocentes del mundo en que vivimos, personalizados también en los menores que se ven envueltos en la guerra de Siria y en las otras guerras solapadas que, además, afectan a los países más pobres.
¡Buen camino!
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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