Mi madre, que tenía diez años cuando estalló la guerra de 1936 en España, recordó toda su vida el sonido bisbiseante que hacían las bombas al caer de los aviones, antes de estallar en el suelo.
Creo que si los mayores se dieran cuenta del daño que hacen a los más jóvenes cuando se inventan una guerra se lo pensarían dos veces, pero, lamentablemente, los mayores sólo piensan en ellos.
Acaba de estrenarse una película que se titula Spansi, Españoles, en ruso, del director Carlos Iglesias. Me alegro que se lleve al cine la tragedia de los Niños de la Guerra , hijos de republicanos,que salieron de Asturias hacia una tierra tan hostil como podía ser la Rusia comunista. Tuve la ocasión de vivir de cerca la tragedia al entrevistar en Vladivostok (Rusia) a Marcelina Carús, una de esas niñas que cuando yo la conocí tenía más de setenta años. Marcelina no había tenido la suerte de estudiar ni había tenido suerte en el matrimonio y malvivía con su hijo en ese extremo de la Siberia rusa. Gracias a las políticas de ayuda para el retorno de los niños de la guerra y a la colaboración de su familia conseguimos que viniese a Asturias, pero aquí aunque tuviese más medios para vivir, se sentía una extraña y volvió a su exilio ruso.
Desde este rincón me gustaría hacer un homenaje a los otros niños de la guerra, un grupo mucho más numeroso, hijos de ambos bandos contendientes y que no entendían de política, me refiero a los millones de niños que vivieron la guerra y la postguerra in situ , cuyas infancias truncadas sufrieron la miseria de las despensas vacías y de las escuelas frías. Los niños que ya tuvieron que trabajar muy fuerte en la adolescencia para sacar el país del ostracismo y de la pobreza y que ahora ven cómo se tambalean sus pensiones.
Un recuerdo y homenaje a los jóvenes menores de edad que alistaban en cualquier bando y vivieron la guerra en los frentes, a pecho descubierto. Un aliento para los que sobrevivieron a aquel desastre y para los que se dejaron la vida en el intento.
Me alegro que estudiosos como la francesa Karine Lapeyre dediquen parte de su tiempo a indagar en la vida de los ñiños de la guerra que se quedaron en España. La conocí en Soria, en el Centro Internacional de la Cultura Escolar que dirige Agustín Escolano, y me pareció interesante su mirada a la guerra en España.
Para acabar, una mirada a los niños y niñas que hoy sufren con las bombas y las metralletas. Los últimos en sumarse a la lista son los niños de Libia, pero, lamentablemente, son muchas más las guerras que se libran actualmente en todo el mundo.
¡¡¡¡¡¡¡¡No a la guerra¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
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