Cuando yo estudiaba el bachiller la naturaleza se dividía en tres reinos: animal, vegetal y mineral, imagino que colocados en ese orden de importancia desde el punto de vista humano. Según esos mismos textos, que nunca se me ocurrió poner en cuestión porque se entendería como una herejía, el animal y vegetal tienen vida, pero el mineral, inorgánico, no. Pues ahora que no tengo que examinarme de nada y que me avala el espíritu crítico, me atrevo a decir que los minerales, que son los que conforman y sujetan la estructura de nuestro planeta Tierra, sí tienen vida, y qué vida, como nos acaba de demostrar el quebranto de Japón.
Estoy segura que será la naturaleza la que nos sitúe en nuestro sitio, en el que nos corresponde como animales que caminamos erguidos y que nos creemos los más listos del corral. ¿A qué animal irracional se le ocurre destrozar su propio nido, su hábitat?, a ninguno. Pero nosotros, los racionales sí nos atrevemos a echar un pulso a nuestra casa, que es la tierra. La machacamos a diario desde todos los puntos cardinales, incluidos los países subdesarrollados, porque allí tampoco faltan los listos que llegan a saquear y expoliar todo lo que encuentran de valor, desde minerales o metales preciosos, a los hidrocarburos.
La tierra se queja, la tierra se mueve, lo hizo siempre. Su núcleo, a varios miles de kilómetros de la superficie, está más vivo de lo que podemos imaginar, pero lo peor es que no le tenemos ni miedo, ni respeto.
Mi amiga Trini, desde Cuba, está muy sensibilizada y preocupada con el medio ambiente y el trato que le damos a la naturaleza, pero este tipo de sensibilidad es muy aislado.
No sabemos leer el mensaje que nos envía nuestro planeta, que tiene sus leyes, sus caminos, sus ciclos. Nosotros, desafiantes, somos capaces de instalarnos en el lecho de los ríos y protestamos cuando viene una riada y barre todo lo que encuentra a su paso.
Parece que el calambre que los llega desde Japón puede hacernos reflexionar, pero imagino que nos durará el tiempo que la noticia esté de actualidad en los telediarios.
No lo olvidemos, por mucho que los libros digan que existen reinos sin vida, no es cierto. Hasta las piedras más feas tiene su corazoncito.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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