Acaba de dimitir el primer ministro de Portugal, el socialista José Sócrates. Necesitaba llevar los deberes hechos a la cumbre europea de mañana, pero no se los aprobó el Parlamento de su país.
La primera reflexión que me viene a la cabeza, a bote pronto, ante ésta malísima noticia, es la más elemental: cuando las barbas de tu vecinos veas pelar, pon las tuyas a remojar. Lamentablemente, no sólo compartimos península con Portugal, sino que somos los siguientes en la lista de países con problemas económicos.
Mientras estamos ocupados y entretenidos con la guerra de Libia y el desastre natural, humano y nuclear en Japón, en nuestras fronteras tenemos una verdadera bomba de relojería: el futuro de la economía. Se supone que en ése apartado, como en muchos otros, dependemos de lo que acuerde Europa y lo que digan las agencias de calificación, ésas empresas tan arbitrarias pero en cuyas manos está nuestro cocido.
Se supone que mañana miércoles, 24 de marzo y el jueves 25, los dirigentes europeos deberán llegar a un acuerdo sobre la Política Económica común y más en concreto sobre la moneda única: el euro. Tienen que llegar a un pacto global sobre el euro.
El presidente del Gobierno de España se reunió esta tarde con los sindicatos y ya le advirtieron que no están de acuerdo con lo que puede aprobarse mañana en Bruselas. Con esa y otras discrepancias, corremos el riesgo de alcanzar a Portugal mucho antes de lo imaginable.
El euro es la moneda de más de 300 millones de personas pertenecientes a países, culturas, idiomas, religiones, economías, agriculturas, colores políticos, gastronomías y climas muy dispares. Si no estamos dispuestos a perder para ganar, a sacrificarnos para salir todos a flote, es posible que consigamos hundirnos a una. Imagino que países como Alemania o Francia (el Reino Unido no está en el euro) no estarán dispuestos a consentirlo, pero no estaría mal que no se lo pongamos más difícil todavía.
Mucha gente aún no se enteró que somos pobres, que estamos en crisis y que cualquier tiempo pasado fue mejor, por lo menos en una década.
La pena es que los políticos que tenemos no sepan tomárselo en serio y transmitirlo a la gente con la gravedad que entraña. Nos van aplazando la agonía con paños calientes, con campañas electorales, con mítines forzados, pero lo esencial, lo importante, se lo callan. La fecha para destapar la caja de los truenos es la última semana de mayo, después de las elecciones Municipales y Autonómicas, no nos vayamos a asustar demasiado con las noticias que tienen en la recámara, y haya una estampida. Pero a éste paso, corremos el riesgo de no llegar a las urnas.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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