El viernes, 11 de marzo, asistí en Oviedo a la Zarzuela Luisa Fernanda. El libreto, de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, recrea la sociedad de la España de la segunda mitad del siglo XIX, más en concreto las horas previas a la revolución de 1868 contra el reinado de Isabel II. Liberales y Realistas, en el lenguaje actual, Monárquicos y Republicanos, se batían en duelo para defender su ideología. En ocasiones la cosa va más allá y lo que se defiende es el propio honor.
El diálogo de Aníbal, acérrimo Liberal dispuesto a arrancar los adoquines de las calles para lanzarlos a los contrincantes, nos recuerda lo visto hace pocos días en El Cairo. La España de esa época vivía una crisis económica sin precedentes, arrastrada desde hacía más de una década. Son los años en los que Isabel II saca a pública subasta parte de la marisma de la Ría de Villaviciosa (los porréos) para conseguir liquidez. el pueblo estaba harto de tanta incompetencia por parte de los gobernantes y querían un cambio de régimen.
A la misma hora de la zarzuela, se suponía que en la plaza del Ayuntamiento de Oviedo debía haber una manifestación de ciudadanos descontentos con el modus operandi de los gobernantes del siglo XXI. La convocatoria había sido hecha por internet y era de ámbito nacional. Pues según me escribe Miguel Beltrán de Heredia, en Oviedo no había más de cincuenta personas.
Asusta la dosis de anestesia que tenemos metida en vena para no reaccionar de forma pacífica contra los métodos de trabajo de nuestros políticos, incapaces de adelantarse a los acontecimientos y ver que el país iba a la velocidad inadecuada. Los planes de ahorro financiero, de energía o de combustible, tenían que haber sido predicados hace mucho, pero predicados con el ejemplo, porque los primeros derrochadores son los poderes públicos. Los demás, pobres de nosotros, qué vamos a derrochar, ¿lo que no tenemos?. !No somos tan tontos¡.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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