martes, 5 de febrero de 2013

Patatas francesas y oricios gallegos

Oricios gallegos, a la venta en Villaviciosa.
Hoy compré patatas francesas y oricios (erizos de mar) gallegos. No es que quiera alardear de marcas, simplemente, no tuve elección. En la pescadería, sólo había una caja de oricios y eran gallegos. En el almacén, el saco de patatas tenía etiqueta francesa y compré dos kilos. También compré naranjas valencianas, pero eso no me extraña, porque Asturias no es tierra de naranjos, a pesar de que se dan bastante bien.
Lo que clama al cielo son las patatas. Importar patatas en una tierra donde podemos sacar tres cosechas al año, por lo menos, es casi un delito.
Yo siembro unas pocas tempranas, ahora en febrero y otras pocas en abril. Generalmente, me alcanzan para el consumo, pero este año ya las acabé. Debimos comer más patatas, supongo que fruto de la crisis.
El ex presidente del Principado de Asturias, Juan Luis Rodríguez-Vigil apostaba hace poco por imitar a Suiza en la producción de leche. Es una lástima que a estas alturas no se hayan enterado que Asturias, también conocida como la suiza española, nunca fue productora de leche de forma industrial, como quieren convertirla. Nos metieron en el lío en las últimas décadas y fue una manera de marear a los ganaderos, que trabajaron como burros para los caprichos de los políticos, construyendo establos inmensos, con rebaños que sólo podían alimentar a base de comprar el forraje.
Asturias es una región de montaña, minifundista, para más señas (a pesar de que Rodríguez Vigil ya tenga otra fantasía en la cabeza y piense en convertirla en latifundista por arte de magia) y tiene que adaptar las producciones a esas condiciones. La cosecha de patatas sería una forma muy digna de rentabilizar muchas fincas sin grandes inversiones y sin grandes riesgos, porque la patata es un tubérculo muy agradecido en la tierra. Pero la patata es un alimento mal visto ( aunque el plato favorito de casi todo el mundo es un plato de patatas fritas, con un huevo y un chorizo) y por eso tenemos que meternos en líos de altos vuelos, con producciones imposibles en estas latitudes. El problema es que embarcamos en esos riesgos a los campesinos que sólo quieren trabajar y vivir.
Tan sangrante como la patata es el caso del oricio. Nosotros tenemos oricios para cargar barcos, sin necesidad de esquilmarlos. Y los tenemos porque no los pescamos, o porque no podemos pescarlos, de acuerdo con la normativa vigente en Asturias. Preservamos nuestros oricios, pero no tenemos ningún escrúpulo en importarlos de Galicia, por toneladas.

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