sábado, 16 de febrero de 2013

¡Gracias a la vida, que me ha dado tanto!

¡Gracias a la vida, que me ha dado tanto!, no sé si se trata de un poema o una alabanza de Iglesia, pero es la letra que le escuché esta semana a un pedigüeño de la calle Caveda, en Oviedo. Cantaba a capela, a pleno pulmón, con un montón de papeles en la mano, imagino que serían las letras. A su lado, en el suelo, un sombrero indicaba que admitía limosna.
Desconozco la vida de la persona, -un hombre de mediana edad-, pero tengo que reconocer que la primera impresión fue de sorpresa. ¿Cómo podía dar gracias a la vida alguien que estaba pidiendo en la calle?. Pero una segunda reflexión me lleva a pensar que sólo por el hecho de estar allí, medio atechado, bajo la lluvia, pero con salud, o media salud, ya era motivo de dar gracias. Gracias a la vida, a Dios, a los humanos, no sé, a quien corresponda. Porque ¿de qué nos sirve ninguna aspiración o meta, si no tenemos esa media salud?. De qué nos sirve afanar, si no nos acompaña la salud. Si los políticos y demás acaparadores pensaran esto dos veces, no se empeñarían en afanar tanto y en robar a manos llenas, sin duelo, ni piedad de los demás.
Yo, que no doy palmas por tener que pasar por este valle de lágrimas, pero tampoco tengo prisa por abandonarlo, no me canso de saborear la media salud que me da la vida.
Estas líneas las dedico hoy a mis amigos Juan (autor de la foto de los limones) y Angelina, que están a punto de pasar un mes en el hospital para un auto-trasplante de médula.
Mi admiración a los dos por la entereza con la que llevan el bofetón que les dio la vida y mi esperanza para que ese mes de clausura les sirva de trampolín para dar ¡gracias a la vida!.

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