Hace veintidós años, por estas fechas, estaba en Nueva York con mi amiga Raquel Lumbreras. Habíamos cruzado el charco para devolverle la visita a nuestro compañero de stage Ken Moritsugu y, de paso, para conocer de primera mano el milagro americano.
Llegamos a la ciudad de las Torres Gemelas y coincidimos con el famoso Marathon de New York, en el que participaban varios asturianos, entre ellos, Paco Hevia, que trabajaba en la administración de Hoja del Lunes de Oviedo y al que pude inmortalizar en la foto que ilustra la página.
Recuerdo que volví con varias imitaciones de relojes carísimos que compré por 10 dólares. No podía entender cómo los manteros se instalaban delante de la firma original y vendían sin complejo. Con el paso del tiempo -el otro maratón que todos corremos cada día-, las imitaciones llegaron a España y es un descaro verlas por todas partes.
Por esas fechas acababa de llegar a Asturias una empresa original americana, la Du Pont, y aprovechando que estaba muy cerca de su sede, me fui a Delaware, a la matriz de la compañía, para entrevistar a sus principales responsables. En el Principado ya tenían los terrenos adjudicados, ya había un amplio despliegue de ingeniería, ya había llegado Willian Walker el primer director, -que mantiene su contacto con Asturias-, pero aún no las teníamos todas con nosotros y creíamos que se trataba de un timo, a pesar de las gestiones del bueno de Germán Lastra. Allí, en los despachos donde se había dado el visto bueno al proyecto asturiano, me confirmaron lo que más tarde sería una realidad, que Du Pont venía para quedarse.
Con el paso del tiempo se ve que el problema no era Du Pont, éramos los asturianos que, salvo honrosas excepciones, no sabemos sacarle partido y valor añadido a los productos que cada día salen de la Planta industrial de la empresa de Tamón y se exportan a otros lugares donde sí han desarrollado investigaciones punteras.
Recuerdo que cuando me subí al mirador de las Torres Gemelas, la perspectiva era muy distinta de la que veía el Magistral -La Regenta- desde la Torre de la Catedral de Oviedo, aquella ciudad americana no dormía la siesta, sus ciudadanos, sus empresas, estaban activos. A esas personas, el desastre de los atentados de Manhattan, diez años más tarde, las cogió trabajando.
Sí, nosotros también trabajamos mucho, pero tenemos que trabajar mejor. No siempre es la cantidad, lo importante es la calidad.
En estos 22 años de maratón diario por la supervivencia, en Asturias vimos cómo cerraban las minas y no hicimos nada, ya no por evitarlo, sino por compensarlo. Bueno, sí, tiramos el dinero en proyectos fantasma que hoy están cerrados. Vimos cómo se desmantelaba el campo y tampoco nos molestamos en frenar el avance del matorral y del despoblamiento del medio rural.
Mi solidaridad con todos los afectados por el desastre del huracán Sandy, y mi apoyo a la decisión de las autoridades de suspender el Marathon de éste año. Cualquiera con dos dedos de frente puede entender que los neoyorkinos no están para muchas fiestas, por más que el evento les aporte muchos ingresos. De ahí también tenemos que aprender.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
domingo, 4 de noviembre de 2012
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