Para alguien que no soporta las bodas, como es mi caso, la de hoy, en la que los contrayentes eran Kate y Guillermo, nieto de la reina Isabel II de Inglaterra, es de esas que causan empacho, porque a pesar de estar a más de mil kilómetros, la tenemos en todas las esquinas, y hasta las personas más sensatas hablan del tema.
Hace años, el opio del pueblo era la religión, pero hoy, que las religiones, sobre todo las occidentales, tienen menos poder, el opio, eso que hipnotiza a la gente, son: bodas, bautizos y comuniones de princesitas, bien sean de las de verdad, o prefabricadas, pero con suficiente tirón para que la gente se olvide de sus problemas e imagine que otro mundo es posible.
Pero la cruda realidad es que ese mundo que nos llegó hoy desde televisión no es posible, es ficticio, o mejor dicho, es el mundo de unos pocos, muy pocos. Los demás nos tenemos que conformar con las migajas que nos dejan esos pocos y, dentro de poco, creo que ya no nos dejarán ni las migajas, porque la avaricia y el egoismo no tiene límites. Por eso mismo, me da pena las parejas que tienen que endeudarse para casarse, para hacer un bodorrio y tener un video.
Y qué decir del cinismo de los cronistas de turno que no hacen otra cosa que decirnos el nombre de las firmas que hicieron los trajes y los vestidos. Como saben que son unas marcas prohibitivas para los mortales que estaban colgados de la pantalla, pues no se cortan en hacerles publicidad.
Pues nada, a pesar de todo lo anterior, reconozco que iban muy guapos, tanto ellos como sus invitados, y les deseo que sean felices y coman perdides¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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