Acabo de enterarme que existe el Día Internacional de la Diversión en el Trabajo. Es posible que haya gente que no entienda que el trabajo puede ser divertido porque para ellos es un castigo, pero creo que merece la pena corregir esa situación.
Sí, es posible conseguir que el trabajo no sea un calvario, pero para ello hay que poner toda la carne en el asador, tanto los jefes, como los subordinados.
Yo, toda la vida lo intenté y creo que lo conseguí, porque en el momento que no estaba contenta en el trabajo, me iba. Debo de tener el récord de espantadas laborales, pero afortunadamente, todas fueron muy positivas, porque la siguiente aventura era mejor. Y nunca pensé quedar en el paro porque estaba dispuesta a fregar platos o escaleras y con esa premisa es fácil tomar decisiones.
Siempre lo pasé muy bien y disfruté en el trabajo y creo que la clave estaba en que, la mayor parte de las veces, trabajaba en lo que quería y hacía lo que me daba la gana. La clave: pues ni más ni menos que yo proponía temas e ideas, un bien escaso en todas las profesiones y oficios, pero especialmente, en el periodismo.
Sé de gente que sufre lo indecible en el trabajo, generalmente, por estar bajo la autoridad de jefes incompetentes. Suele pasar en la empresa privada, pero en la pública es un escarnio.
Mi apoyo moral y mi solidaridad con todas las personas que no pueden disfrutar en el trabajo y no tienen la valentía o la posibilidad de marcharse con la música a otra parte.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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