Este fin de semana visité en el Palacio Revillagigedo (Gijón), la exposición "La luz de Jovellanos", coincidiendo con el segundo Centenario de su muerte.
El hecho de que Goya lo haya retratado en dos ocasiones ya indica la importancia del personaje: un polifacético que entendió de Política, de Leyes, de Economía, de Agricultura. En realidad tenía muy clara la idea de Estado y la idea de progreso, planteamientos que le valieron muchas enemistades, envidias e, incluso, el destierro. Pero ante la incomprensión de algunos de sus coetáneos, Jovellanos no cejó en el empeño de trabajar por el bien común, un planteamiento ante la cosa pública muy distinto del que se hacen hoy la mayor parte de los políticos, esos personajes que matan por entrar en las listas electorales. Unos oportunistas que antes de abrir la boca en ningún mitin o parlamento, debían darse un baño de cultura y agricultura por las sedes que muestran el trabajo del ilustrado gijónés. (La exposición estará abierta hasta el mes de setiembre).
Imagino que si Jovellanoso levantara la cabeza le encantaría comprobar que Asturias está más cerca de Madrid, de Sevilla, de París y del resto del mundo. Siempre que pudo trató de mejorar las comunicaciones con la Meseta castellana. También peleó por acortar la distancia entre las cuencas mineras y el puerto de Gijón, por eso apreciaría el esfuerzo de la autopista a Langreo y Mieres.
Sin embargo, yo creo que se llevaría un gran susto al ver el estado del campo asturiano. Su Informe sobre la Ley Agraria está de actualidad y aún se podrían ejecutar muchas de sus propuestas.
Jovellanos apostaba por una Asturias industrial y moderna. En nuestros días sería un defensor de las nuevas tecnologías y de la informática, pero sin abandonar el sector primario.
Hoy tenemos que ver cómo políticos que contribuyeron a la decadencia del medio rural cuando estaban en activo, tanto aquí como en Madrid, ahora, convertidos en asesores y en oráculos, se llevan las manos a la cabeza y se les llena la boca con consejos y propuestas de futuro.
Aboguemos, con espíritu crítico, porque la luz de Jovellanos ilumine y haga reflexionar a quienes no les tiembla el pulso ni la voz cuando se postulan para cargos públicos a sabiendas de que sólo les interesa su parcela privada.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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