domingo, 12 de mayo de 2013

Homenaje a la maestra

La maestra se llama Socorro Gallego, es leonesa, de Carrizo de la Ribera, y este año celebra las Bodas de Oro de su llegada a Asturias, cuando tenía 21. Para su segundo destino profesional pidió Asturias y le asignaron la escuela de Sebrayo, en Villaviciosa. Hoy, unos cincuenta ex alumnos de aquella época, le dimos las gracias por su magisterio y entrega. Yo tuve la suerte de asistir unos meses a su aula.
Cuando llegó a Sebrayo, las clases se impartían en el pórtico de la Iglesia románica, el frío se mitigaba con una estufa de leña. Había sólo una maestra para todos los niños, de cinco a quince años, y sacaba tiempo para todos.
Más tarde, se construyó la Casa-Escuela, hoy convertida en Albergue de Peregrinos del Camino de Santiago, aquello ya era un lujo.
A pesar de todas las Leyes de Educación y de todas las reformas de los Planes de Estudios, lo que cuentan para los niños son los recuerdos de los maestros y profesores, de aquellos que saben torear la burocracia de los despachos, para ayudar a los alumnos a ser personas que puedan hacer frente a la vida sin echarse atrás. Y eso, no siempre viene en los libros.
En el libro de la vida que Socorro transmitía a sus pupilos, la primera lección que se enseña es el Respeto a uno mismo y el Respeto a los demás. Esa lección tiene un lenguaje universal, que está por encima de los idiomas y de las enseñanzas de todas las universidades posibles, y eso se aprendía en la escuela de Sebrayo y en todas las escuelas por las que pasó esta maestra ejemplar.
¡Gracias Socorro!.

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