Sí, el desastre de España viene de lejos, y no me refiero al Desastre de Annual (1921), que fue antes de ayer. Podría retrotraerme a las Cuevas de Altamira o Atapuerca, pero como no soy erudita, se puede hacer un poco más fácil con regresar al siglo XVI, aquellos años del Imperio, cuando en nuestros dominios no se ponía el Sol.
Y qué hicimos, o qué hicieron con todo aquello, pues dilapidarlo y llevárselo los tres o cuatro listos de turno, porque nunca falta un aprovechado para embolsarse el oro de América o el oro de Moscú.
Recientemente, con la recuperación del fondo del mar de las toneladas de monedas que transportaba la fragata "Nuestra Señora de Las Mercedes", de la Armada Española, hundida por la Armada Británica en 1804, comprobamos que los metales preciosos llegaron a España durante siglos en cantidades industriales. Sabemos que muchos barcos naufragaron, pero muchos más llegaron a destino con sus tesoros, pero esa riqueza nunca repercutió en el avance del país, siempre había un Rey, un duque, un conde, o uno de Flandes, que lo ponía a buen recaudo, y los demás, a dos velas. (La única diferencia es que lo que se fue a Flandes sí afloró y creó riqueza. De hecho, los Países Bajos, Holanda para entendernos, tiene hoy ocho universidades entre las 200 más importantes del mundo. España no tiene ninguna en ése ránking).
Nosotros, en Asturias, también tuvimos metales preciosos propios. Sin ir más lejos el oro de la zona Occidental del Principado (Allande, Tineo, Cangas del Narcea) se lo llevaron los romanos. El de ahora, que se disputa más al Occidente, en Castropol o Tapia de Casariego, eso puede ir a Canadá o más lejos. Mientras, nosotros discutimos si son galgos o podencos y ponemos la mano a ver si nos cae una limosna. El oro de Belmonte se lo llevaron fresco hace bien poco, y que me digan a mí en qué repercutió para el concejo. No me valen museos o aulas de la naturaleza, que me hablen de Investigación más Desarrollo más Innovación (I-D-I).
En el siglo XVI España tenía los principales economistas del mundo civilizado, pertenecían a la Escuela de Salamanca y, generalmente eran parte del clero, el grupo que tenía acceso a la cultura y a la formación. Esos expertos intentaron ayudar a los dirigentes políticos para rentabilizar el gran capital humano y económico procedente de las colonias, pero no les hicieron caso, más bien los mandaron al ostracismo, por no decir a la hoguera, si miramos a las regiones de Flandes. Pues ahí, con Carlos I de España y V de Alemania, y con su hijo Felipe II, radican muchas de nuestras actuales miserias.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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