Acabo de ver la última película de Almodóvar que se desarrolla en una avión. La verdad es que la escogí por descarte. No tengo ningún interés en ir al cine a ver cómo se mata nadie. Así que la más light de la cartelera era
Los amantes pasajeros y me mereció la pena, porque me reí tres o cuatro veces. Los primeros diez minutos pensé que era una tomadura de pelo demasiado fuerte. Pero a mitad del recorrido aparece la sorpresa. Una de las pasajeras (Cecilia Roth) que se llama Norma y dice ser una conocida actriz, nos cuenta sin reparo que tuvo 600 líos amorosos, con otros tantos hombres: del número Uno al seiscientos. Cuando alguien le pregunta que si el número Uno es el presidente del Gobierno y los demás corrigen al unísono para decir que el número Uno está por encima del presidente del Gobierno. El Rey. Me cogió de sorpresa esta escena y no daba crédito a lo que estaba escuchando. Me llama la atención que no haya tenido más repercusión. Hasta donde yo sé, es la primera vez que se dice con todas las letras que el Jefe del Estado tuvo un affaire con una artista española que, curiosamente, lleva el apellido Rey, aunque en la película se llame Norma. En casi todas las entrevistas que le hacen a la señora actriz real, siempre se merodea por el tema, pero nadie se atrevió a preguntarle con todas las letras si había sido amante del Rey. Aquí se da por hecho. Creo que es el último enano que le crece a la monarquía.
La otra sorpresa, en una película tan absurda, es la denuncia que el director hace al despilfarro en España, con unas tomas desoladoras del aeropuerto fantasma de Ciudad Real, donde aterriza de emergencia el avión en el que transcurre toda la peli. En este caso, viendo las imágenes, sobran las palabras.
Al final, como decía mi amiga Maripili, la película tenía miga.
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