Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
jueves, 20 de diciembre de 2012
Lo que se nos acaba es el chollo
Los Mayas predijeron para estas fechas un cambio de ciclo y muchos de nuestros conciudadanos lo toman al pie de la letra y se creen que se va a acabar el mundo. ¡Qué más quisiéramos!. Pero, no va a ser tan fácil. Lo que se nos acaba es el chollo, por lo menos a los que creemos que vivimos en el primer mundo. Se nos van los chollos del todo gratis y del todo fácil y del todo vale.
No es que me decante aquí por los recortes tan brutales que nos están pegando, pero siempre pensé que ese ritmo de vida y de crecimiento hacia ninguna parte se tenía que acabar un día. Lo pensaba, lo decía y lo escribía, lo que pasa es que muchos me tomaban por loca. Y, por supuesto, también actuaba en consecuencia.
Estamos viviendo tan deprisa que no nos da tiempo a saborear la existencia. Nos dibujaron lo que podía ser el Estado del Bienestar, pero casi no nos dio tiempo a enterarnos de que existía y ya se fue. Y ahora queremos retenerlo para siempre, pero no va a ser posible. Creo que mejor que yo lo cuenta el economista Santiago Niño Becerra.
También nos lo anunciaba hace muchos años el periodista Alvin Toffler, en su libro El "shock" del futuro (1971), cuando nos advertía de la brusca colisión con el futuro para muchas personas del primer mundo "que encontrarán dificultad en mantenerse al nivel de las incesantes exigencias de cambio que caracterizan nuestro tiempo. Para ellas, el futuro llegará demasiado pronto".
Sí, nosotros mismos nos estamos haciendo cada día más vulnerables. Somos capaces de hacer máquinas que ya nos superan y eso es difícil de asimilar.
Decía Toffler hace cuarenta años: "estamos terminando una era de la humanidad que empezó hace cinco mil años".
Y el novelista y científico C.P. Snow también habló del cambio y decía que hasta el siglo XX el cambio social fue "tan lento, que pasaba inadvertido durante la vida de una persona. Hoy ya no es así. El ritmo del cambio se ha acelerado tanto que nuestra imaginación no puede concebirlo".
Ese es el cambio del que nos advierten los Mayas. Y eso sí tiene ciencia, que predijeran el cambio con varios miles de años de antelación.
Tuve que acercarme a la civilización Maya a finales de los noventa para preparar las pruebas del Camel Trophy, que se celebraría en tierras de Guatemala. Al final no me seleccionaron, pero aquellas lecturas me sirvieron para admirar a un pueblo que nos recuerda al egipcio en muchas cosas, entre ellas en sus construcciones piramidales. Los Mayas, cuyos orígenes se remontan al 2000 antes de Cristo, y ya contemplaban el concepto del número cero, también nos demuestran que América había sido descubierta hacía mucho tiempo.
Y aquí estamos nosotros, metidos en la vorágine del cambio, del usar y tirar, de la comida rápida, de las autopistas, de los trenes de alta velocidad. Aquí vamos a todo correr, sin saber muy bien a dónde nos dirigimos.
No sé si aún estamos a tiempo de recuperar la cultura de lo lento, el slow que se pone de moda. Por mi parte, hace tiempo que intento practicarlo y por eso me bajé del tren de la alta velocidad. Casi voy a pie, a aún me parece que es rápido.
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