Me enteré, casi de forma simultánea, de la muerte de dos periodistas. La de Juan Ramón Pérez las Clotas, ocurrida ayer, y la de Fernando García Álvarez, asesinado el 26 de octubre de 1937 por el contenido de su artículos, según se desprende de la sentencia del juicio sumarísimo al que fue sometido quince días antes.
Repasando la biografía de ambos profesionales puedo comprobar la cantidad de medios de comunicación, en concreto de periódicos, que se quedan por el camino. En Asturias: Región, Voluntad, las Hojas del Lunes. En el resto de España se cuentan por centenas, pero voy a citar sólo dos en los que escribía García Álvarez como corresponsal: El Cantábrico, de Santander y el Heraldo de Madrid, ambos de tedencia liberal.
Este fin de semana también asistimos a la muerte de otro periódico, el efímero diario Público, de tendencia progresista.
Es evidente que la desaparición de los periódicos va ligada a las convulsiones sociales y políticas. Los cinco ejemplo anteriores son claros: Región, Voluntad y las Hojas del Lunes no pudieron sobrevivir el cambio sociocultural de la transición política en España. El Cantábrico y el Heraldo echaron el cierre en 1937, en plena guerra civil. El caso de Público es de todos conocido.
Conociendo estos y otros muchos antecedentes, no es de extrañar que en estos momentos de tribulación sigan cayendo medios de comunicación, especialmente los más endebles, los más dependientes de corrientes políticas o económicas. Los que se subieron a la ola del dispendio. Pero también es natural que surjan otros para suplir su hueco.
Creo que ni el cierre de los periódicos ni la muerte de los periodistas puede acabar con la información. Siempre habrá cosas que contar, personas interesadas en estar informadas y profesionales dispuestos a ejercer el oficio. (Muy importante ver el periodismo como oficio).
El soporte es lo que va cambiando y ahí es donde tendrían que estar alerta los nuevos periodistas, las nuevas remesas de las Facultades de Ciencias de la Información, o los que vayan por libre. Y tendrían que darse cuenta que ya no se necesita ser un potentado capitalista para tener su propio periódico, ni tener un partido político detrás para que te financie y te imponga tendencia.
El soporte informático-digital, incluso el del teléfono móvil, es la revolución a la que tendrían que subirse los que se quedan en la cuneta laboral. Un soporte casi virgen en el que está casi todo por hacer. No hay que inventar la forma de hacer periodismo, pero sí la forma de envolver la información. Creo que la superespecialización es una de las salidas profesionales.
No se trata de trabajar gratis (suscribo la reivindicación de la Asociación de la Prensa de Madrid APM: gratis no trabajo), ni de pensar sólo en forrarse, pero sí de trabajar con vista, con imaginación y con amplitud de horizontes, teniendo en cuenta que ya no hay fronteras, y menos para la información (En la mente de todos están las multinacionales que nacieron en un garaje).
Mi enhorabuena para El Fielato, semanario gratuito que se distribuye con el pan en los municipios de la zona centro-oriental de Asturias. Según un estudio realizado por el Departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo, la publicación, invento de Borja Márquez, que lleva veinte años en el mercado, cuenta con el respaldo de los lectores, que lo consideran fiable, influyente e independiente.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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