Esta semana probé los primeros oricios (erizos de mar) de la temporada, los de las mareas de la Luna Nueva de febrero. Oricios de la costa asturiana, que comidos a pie de roca tienen un sabor indescriptible. En realidad, son las flores que yo le pongo cada año a mi madre, que no se perdía una oportunidad de bajar al pedreru.
Cuando ella empezó a mariscar, siempre para consumo doméstico, no existían cupos de extracción, ni controles policiales. Cogían todos los oricios que les permitía la marea y se iban para casa encantados de pasar una mañana respirando el yodo de la mar.
Desde que estamos en un Estado policial, ya no se puede ni ir a oricios sin que te controle la guardería marítima y la Guardia Civil para cerciorarse que no llevas más de los cinco kilos permitidos. La verdad que el control impone respeto, se siente una, como mínimo, ladrona. La pareja de la autoridad que nos hizo el registro del coche nos decía que teníamos que estar agradecidos de los controles, porque así teníamos garantizada la pesca, en caso contrario estarían esquilmados todos los caladeros.
Yo creo que hay oricios para cargar camiones y no me puedo creer que los humanos seamos tan depredadores como para acabar con todos.
De todas formas, ante la posibilidad de equivocarme, y en favor de la subsistencia de estos equinodermos, creo que prefiero someterme a una situación tan desagradable como un careo con los guardias.
La pendiente del acantilado, tampoco me permite cargar más del peso permitido (los cinco kilos parecen diez), y los horarios implacables de las mareas también te sacan a tierra rápidamente.
Lo más gracioso es que al final, por aquello de las limitaciones en casa, los oricios que se encuentran en las pescaderías asturianas vienen de Galicia por camiones y en algunos sitios se vendían en la calle a paladas.
Cuando estoy pescando oricios siempre pienso que, con el trabajo que cuesta cogerlos, son baratos. Pero tantas prohibiciones y trabas lo único que consiguen es que se fomente el mercado negro del oricio dentro de Asturias.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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1 comentario:
¡Qué ricos los oricios, Isolina...!. Tampoco se pueden coger ahora flores silvestre; aunque sean las de manzanilla, en las que tanta fe tienen mis paddres...Confiemos en que todo sea por conservar la cadena ecológica..
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