La de ésta noche es la primera gran mentira que recibimos en nuestras vidas, al menos, los infantes de la cultura occidental y cristiana.
No sé quien la inventó (por lo visto, a los reyes sólo los cita, y de pasada, el evangelista Mateo), lo que sí sé es que, al igual que la bola de nieve, la mentira engorda cada vez más y no hay quien la desmonte, ni en época de crisis. Y me remito al despliegue de caravanas, carrozas y cabalgatas que se exhiben por todos los rincones.
Desde pequeños nos engañan como si fuésemos tontos y ese engaño se va transformando a medida que crecemos. Creemos que una vez que nos desvelan el misterio de los Reyes ya estamos curados de espantos y de mentiras, pero eso es autoengaño.
Desde la publicidad engañosa, a las mentiras piadosas, el abanico es muy amplio. El único que nos puede salvar de algunas trampas y mentiras es el espíritu crítico, pero ésa no es la salida más cómoda, es la más complicada. Lo cómodo es seguir el engaño y hacernos los locos.
Nos dicen que somos libres, y, en realidad, estamos en una cárcel, aunque sea con barrotes de oro; nos dicen que somos ricos porque tenemos un coche y una televisión o una casa, y no somos más que unos esclavos de las deudas y las hipotecas.
Nos repiten por todas partes que existe libertad de expresión, y también es una gran mentira, eso sí, muy bien disfrazada. Nos quieren hacer creer que existe la igualdad de oportunidades y es mentira cochina; o que todos somos iguales ante la Ley y..........depende.
La penúltima gran mentira la recibimos los adultos hace una semana. El Gobierno, que no pensaba subir los impuestos, le faltó tiempo para cambiar de opinión y aprovechar para darnos el sablazo nada más tomar posesión de la poltrona.
Y a todo esto, si volviese el niño, presuntamente homenajeado y recordado éstos días, el Jesús perdido y hallado e el templo, los mandaba a todos a los infiernos, si es que existen.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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