viernes, 4 de noviembre de 2011

Torre de Babel comunitaria

La imagen que da la Europa Comunitaria como casa de grillos creo que es lo más parecido a lo que pasó en la Torre de Babel de los textos bíblicos. En el Génesis se cuenta que nuestros antepasados querían subir al cielo y, para que desistieran de su proyecto, los castigaron a no entenderse, cambiándoles las lenguas.
En la Unión Europea no hace falta que nos las cambien, las tenemos a la carta. Los veinticinco países de la UE deben hablar veinte lenguas y, lo que es peor, cada lengua refleja un modus vivendi; un modus operandi y una manera de entender el mundo, y así es difícil entenderse, por más que haya un idioma de trabajo que es el inglés, y un hilo conductor que son las normas de la Comisión. Lo tenemos muy claro en España, con cuatro idomas oficiales, más el bable, más el caló, etc. Vaya por delante que no tengo nada contra la diversidad lingüística, que me parece enriquecedora, pero sí critico que en vez de unir sirva para distanciar. En Europa ya nos está pasando factura. Quisimos unir el aceite con el agua y eso es imposible a largo plazo.
A corto plazo parecía que había funcionado. Con el Estado de Bienestar, ya casi estábamos en el cielo, pero queríamos más, y creo que estamos a punto de morir de éxito si no conseguimos que nuestros gobernantes hablen la misma lengua, que equivale a decir que caminen en la misma dirección, y se pongan de acuerdo en los pasos a dar para sacarnos del hoyo. ¡Por favor! que se olviden por un tiempo de las partes y piensen en el todo, que es la Unión Europea. Un ruego que se podría hacer extensivo a España, aprovechando la campaña electoral. Pero creo que, en ambos casos, es un objetivo difícil de alcanzar.
Estamos en la Europa de veinticinco voces y eso es un guirigay imposible de hacerse entender. Esa Europa funcionó a cuatro, hace muchos años, cuando inventaron el acuerdo del Carbón y el Acero; no fue mal con la primera Política Agrícola Común (PAC), pero se desmadró con la moneda única. Es difícil que un nórdico gaste como un griego y que un griego administre como un nórdico, por poner dos casos bien diferenciados.
Un pequeño ejemplo: cuando llegué a Suiza (ya sé que no está en la UE) en 1981, los periódicos se vendían solos en la calle. Las empresas los colocaban en las aceras, con una especie de hucha al lado, y la gente cogía el periódico y lo pagaba. Eso en España habría sido un fracaso.
Mis deseos para que podamos reconducir nuestra particular Babel y podamos entendernos. ¡No se trata de tocar el cielo, sino de tener los pies en la tierra!.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes razón, las lenguas tienen que ser un vehículo de unión y no de separación. Por eso creo que en la UE no debería haber solo el inglés, también hace falta otra lengua de raíz latina que ayude a canalizar el pensamiento de los que no somos
¿nórdicos?