Decía Rafael Fernández (primer presidente del Principado de Asturias) que no era bueno comer ansias, en el sentido de: no por mucho madrugar amanece más temprano.
Pues nada, aquí estamos nosotros para desdecir ésta máxima y, a 25 de noviembre, nos encontramos invocando la Navidad en las calles y los medios de comunicación.
No sé si será por el contagio del Viernes Negro de los americanos, en el que tiran los precios por los suelos, llegando a rebajas sospechosas del 70%, o porque nos aburrimos, pero estamos ansiosos porque lleguen las fiestas navideñas, saltándonos, incluso, el gran puente de la Constitución. Y así, de fiesta en fiesta, y de rebaja en rebaja, vamos haciendo el camino más llevadero y consumiendo lo que necesitamos y lo que no nos hace falta, pero como está barato...
Recuerdo mi etapa de stagiaire en Francia, allá por el año 1978, cómo me impresionaban las estanterías de los yogures en las grandes superficies. Decenas de variedades y cientos, o miles, de unidades de todos los colores y sabores completaban el mostrador. Para alguien como yo, que lo más que conocía era el yogur natural, aquella imagen de abundancia dejó una huella indeleble. ¡Parecía irreal, como un cuento!. Imagino que será la misma impresión que se llevarán los subsaharianos que cruzan el Estrecho por primera vez.
En treinta años quisimos ponernos al día en todas nuestras carencias, las ideológicas, las políticas, las sociales y las económicas. Y ahora tenemos que prepararnos para desandar el camino en el sentido de reflexionar más nuestros actos, de comer menos ansias y controlar nuestros impulsos de consumidores compulsivos. Creo que los países de nuestro entorno, como puede ser Francia, a los que intentamos emular, ya están de vuelta de los ismos y cada individuo se protege de todo tipo de contaminación o manipulación.
Sé que hay muchas empresas ávidas de vender y de colocar en el mercado todo lo que producen. Pero, a pesar de la crisis, el objetivo del crecimiento no puede estar en el consumo por el consumo.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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