Anoche empezó la campaña electoral y ésta mañana, los contenedores de la basura del área rural en la que vivo aparecieron empapelados con las fotos de los políticos. La verdad, algunos no desentonaban nada con el marco que eligieron para presentarse en sociedad. Porque hay que tener mal gusto para hacer eso. Y lo que es peor, hay que tener la autoestima por los suelos para consentir que les coloquen en ese mobiliario tan poco glamouroso. De qué sirvió el trabajo sesudo de los asesores de imagen, o del fotógrafo de turno, para sacarles el lado bueno de sus caretos, si luego el resultado lo tiran a la basura, o casi.
De los mensajes y slogan con los que tratan de atraer nuestra atención y nuestro voto, ya ni se habla. Por mucho que esas frases lapidarias hayan sido estudiadas y pensadas, resultan tan huecas, tan falsas y tan hipócritas, que no se las cree nadie. Ya sé que están convencidos que cuela todo y que la ciudadanía es tan frágil que se vende por un plato de lentejas. Pero a estas alturas de le Democracia también debían saber que no somos tan tontos, aunque a veces nos hagamos los despistados para poder digerir todo lo que nos toca ver y escuchar.
Qué se puede esperar de alguien que te habla cada cuatro años desde un contenedor de basura?
En la anterior convocatoria, yo casi cambiaba mi voto por un punto de alumbrado público, pero desistí por lo caras que estaban las bombillas. Esta vez dudo si borrar éstas líneas, no vaya a ser que me quede sin el contenedor de basuras.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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