Cándido Aguiloche. Foto Caja Rural. |
Cándido no tenía 20 años cuando le pusieron un arma en la mano. Oírle contar la guerra es un poema, porque se libró de la muerte o de la ejecución en un sinfín de ocasiones. En esa época llegó hasta el frente de Teruel. Y como si hubiese sido ayer, cita los pueblos por los que pasó y los montes en los que pernoctó. Y como si ese viaje iniciático le hubiese resultado maldito, a partir de entonces, en muy contadas ocasiones se alejó de su Villaviciosa (Asturias) natal.
A partir de ahí, los 75 años restantes, su supervivencia se centró, junto a tía Remedios, en el trabajo y más trabajo.
En el acto del homenaje, el alcalde de Oviedo, Agustín Iglesias, afirmó que "los campesinos son un ejemplo de superación en tiempos de crisis". Yo añadiría, que los campesinos son un ejemplo de superación en todos los tiempos y, más aún, diría que los campesinos están en crisis todo el tiempo, toda su vida. Porque en cuanto levantan un poco la cabeza, siempre llega alguien que les da un golpe certero para que vuelvan a comerse la tierra que cultivan, y vuelta a empezar.
Pero como el ave Fénix, los campesinos siempre saben resurgir de las crisis y de las caídas. No estaría mal que esos banqueros tan sabios que hunden bancos y empresas y esos políticos tan agudos, que no se enteran de nada hasta que ya tienen el agua al cuello, consultaran el oráculo de los campesinos supervivientes, esos que nunca gastaron más de lo que tenían, esos que siempre supieron guardar para el momento que llegara el siguiente hachazo y les volvieran a tumbar. Esos que viven a expensas de las condiciones climatológicas y que esperan pacientemente que escampe la tormenta, porque saben que nunca llovió que no parara. Por eso, a estos supervivientes, esta crisis que tanto sorprendió a los urbanitas, a ellos les coge al paso. La acompañan hasta que se disipe, hasta que se canse, porque ellos son inasequibles al desaliento.
Son esos supervivientes que colocaron muchas piezas del Estado del Bienestar y que ahora estaban dispuestos a disfrutar del trabajo bien hecho, pero también se les escatima. Por una parte les congelan las pírricas pensiones y, por otra, son muchos (empezando por el Fondo Monetario Internacional) los que imploran y maquinan para que se mueran pronto, porque ahora les resultan una rémora muy cara de mantener. !Qué desvergüenza¡.