Marisol Serrador me acaba de reñir porque escribo poco en el blog, pero los días pasan tan rápido que no me da tiempo a cumplir con todas las obligaciones.
Esta tarde fui a Tazones a cenar y aún no me recuperé del estado de los bordes de la carretera, invadida de matorrales. Los visitantes deben estar encantados de cómo cuidamos aquí a los matorrales. En otras tierras se los corta y se mantienen a raya, pero aquí los abonamos y los mimamos hasta extremos insospechados. Cuando quieran darse cuenta de cortarlos, se pasó el verano. Me refiero a unos matorrales que rodean la Ría de Villaviciosa, ese espacio con el que tanto se les llena la boca a algunos.
Hace semanas pensaba escribir sobre el nuevo parque el Pelambre, también en la villa, para destacar la idea de colocar manzanos en ese espacio público, una idea que le había sugerido al alcalde Cobián, pero que nunca llevó a cabo. Pues se me pasó el tiempo y ya no pude contarlo, porque tendría que hablar de las malas hierbas que sembraron en lo que tenía que se césped. Los mestranzos, como les llamamos en Priesca. Lo curioso del caso es que les habrán cobrado una pasta por las semillas y les vendieron gato por liebre. Espero que alguien lo reclame y vuelvan a resembrar como corresponde a un parque de esa categoría. Los que entienden, la gente de los pueblos, no salen de su asombro al ver ese desatino.
Es curioso, el ecologismo de nuevo cuño confunde matorral con conservación de la naturaleza y malas hierbas con césped.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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