Nunca entendí bien porqué las canas están demonizadas por algunas mujeres, que acaban esclavizadas de los tintes de pelo. En los hombres, las canas se ven como un signo de distinción, incluso como un atractivo, pero en las mujeres se desprecian.
Afortunadamente, cada vez son más las mujeres que se liberan de ése tópico y se dejan las canas sin complejos.
La popularidad de Christine Lagarde (Francia, 1956) como nueva Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) sirvió para visibilizar su pelo blanco. Antes lo habían hecho otras mujeres como la reina Isabel II de Inglaterra, pero su pelo pasa más desapercibido porque es una señora más mayor.
A mí, liberada de los tintes hace casi quince años, -aunque mucha gente aún me pregunta si me pinto de blanco-, me parece una temeridad que una persona de ochenta años vaya con el pelo negro. Eso sí que es una bofetada a la estética. Y no digamos nada si se tienen ochenta años y se lleva el pelo de dos colores: la raíz blanca de varios meses y el resto negro.
Cuando anuncian los tintes en la televisión se olvidan decir que debe aplicarse, mínimo, dos veces al mes y, a ser posible, por profesionales. Y eso sólo lo puede hacer un grupo reducido de gente, tanto por motivos económicos, como por el tiempo que lleva el proceso de teñido.
En muchos casos el tinte sólo se utiliza para los actos sociales y eso sí que es una temeridad, porque muchas veces se trata de un entierro imprevisto y se ve cada cosa que no queda más remedio que decir: ¡Con lo bien que iría con su pelo blanco!
Mi aplauso a Christine Lagarde y a todas las mujeres que dan ejemplo de coherencia. Mi espíritu crítico para las que se dejan llevar por una publicidad interesada y manipulada, ya que la clave no está en el tinte, sino en el corte de pelo.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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