Este fin de semana asistí en Valdediós (Villaviciosa) a un encuentro de Pueblos Ejemplares de Asturias, convocado por la Fundación Príncipe de Asturias, en el que se habló del despoblamiento de las zonas rurales. Es un tema viejo, pero creo que hasta ahora no había sido tan grave.
No sé qué tendrá que pasar para que los pueblos recobren su paisaje y su paisanaje. Lo que sí sé es que el matorral avanza aquí de forma inversamente proporcional a como lo hace la deforestación en la amazonía.
Las políticas comunitarias se deciden en los despachos a miles de kilómetros. Los sufridores agricultores o campesinos las reciben como hechos consumados y tienen muy poca capacidad de modificar el futuro. Saben que son moneda de cambio y se dejan llevar a sabiendas que tienen todas las de perder.
En Valdediós se habló de las Escuelas Taller de los años ochenta como salvadoras del patrimonio cultural y arquitectónico de muchos pueblos de la España profunda. Creo que ahora habría que inventar unas escueles granja, escuelas de oficios, o como quiera llamárselas, para recuperar el medio rural, para repoblarlo y que no se olviden cientos de oficios que están a punto de desaparecer, o desaparecidos.
Aprovecho para pedir a los Pueblos Ejemplares que sigan siéndolo más allá de la visita de los Príncipes de Asturias en el momento de entregarles el premio.
En el encuentro de Valdediós les sugerí a los llastrinos que no permitan que los eucaliptos del mirador (donados por su dueña a alguna institución) quiten la vista que había quedado expedita para que la disfrutaran sus altezas. Aún no pasó un año y ya se perdió la magnífica panorámica del pueblo de Lastres desde la zona del poste de los repetidores, cerca del prado de San Roque. La postal del pueblo por excelencia, junto con la imagen en contrapicado que se toma desde el puerto.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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