sábado, 2 de julio de 2011

Confieso que hoy maté un pollo



Suena cínico, pero es cierto, ¡hoy maté un pollo!, tenía que confesarlo, porque me sentí asesina. Y mira que maté pollos en mi vida¡¡¡¡¡¡¡¡
Pero era una niña y no tenía conciencia de lo que hacía. Mi madre me encargaba matar un pollo o una gallina y yo lo hacía sin pensarlo dos veces. De eso pasaron  cuarenta años. En este tiempo no es que no comiera pollo, que soy pobre y la economía no da para mucho más, pero lo que pasa es que los pollos venían de la carnicería y había perdido el alma. Imagino que es porque no tenían pluma y ya venían partidos, con lo cual también pierden la forma.
El de esta mañana, de más de dos kilos, regalo de mi tío Cándido, era el más llamativo del gallinero, con un plumaje pelirrojo que no pasaba desapercibido, pero, lamentablemente, ya está en la cazuela y mañana será el motivo de celebración de los 94 años del propietario.
Y si matarlo fue duro, descuartizarlo fue terrible. En otros tiempos, yo me conocía el cuerpo el pollo y sabía dónde tenía que meter el cuchillo para no destrozar la carne. Después de darle mil vueltas, lo conseguí.
A pesar del atragantón que me supuso volver al pasado a través de un pollo, creo que todos deberíamos pasar por ese trance, principalmente para ser más conscientes, a todas horas, que nuestros alimentos, ya inertes, fueron seres vivos. Me refiero, tanto a los animales como a los vegetales. Imagino que los vegetarianos lo serán por otros motivos, pero para mí, tan cruel es cortar una lechuga en el mejor momento de su vida, como matar el pollo. La diferencia es que el pollo puso toda su resistencia antes de sucumbir al golpe certero, y te produce más problemas de conciencia, y la lechuga se muere en silencio, al menos su grito no es perceptible al oído humano.
Mientras escribo del pollo, en la tele pasan un reportaje sobre el hambre en el mundo. Escuchándolo me doy cuenta de lo mal repartidos que están los recursos. Ahora la suerte está de nuestro lado, pero no olvidemos que torres más altas cayeron. si fuésemos conscientes que les estamos cavando la tumba a las generaciones futuras, es posible que fuésemos más cautos y más justos.

No hay comentarios: