jueves, 1 de septiembre de 2011

¿Dónde está la trampa de ésta Ley?

En mi pueblo (Priesca. Villaviciosa) decimos que el que hace la Ley hace la trampa. No logro alcanzar dónde está la trampa de la nueva Ley que reforma la Constitución de un plumazo, pero seguro que, tarde o temprano, acabará saliendo. Igual que ahora se descubre la trampa que utilizaban antes para negarse a reformar la Constitución. Parecía algo imposible y, resulta, que en menos de un mes, de agosto, para más INRI, armaron la bolera y le dieron un repaso a la Carta Magna. Ja, ja.
No sé para qué queremos  a los políticos si son incapaces de refrenar esa incontinencia al gasto, hasta el punto que ellos mismos, como se conocen, prefieren curarse en salud y poner los topes de gasto en la Constitución, ¡nada menos que en la Constitución!. Gobernar es un arte y administrar la economía cuando hay pocos medios, también es un arte que no está al alcance de todas las mentes.
Es posible que, en vez de dos tardes de clase de Economía necesiten cuatro, pero por favor, que se tomen ese tiempo y no nos embarquen e hipotequen de por vida.
Imagino que en las clases del señor Sevilla, la primera lección dirá que no se puede gastar más de lo que se tiene y, como mucho, si tienes que pedir dinero, no puedes pedir más del que puedas devolver. De lo contrario entrarás en problemas. Eso es válido para el niño que va a comprar chuches a la tienda de la esquina; para las economías domésticas y para administrar los fondos públicos. La segunda lección, imagino que tendría que advertir sobre la picaresca del mercado. Que nos podremos encontrar con gente muy lista que quiera aprovecharse de nosotros y que intenten colarnos duros a pesetas, como se decía antes. La tercera lección tendría que hacer hincapié en que los listos, además, son crueles y despiadados. Que nos dejarán en la más absoluta miseria, sin despeinarse. La cuarta lección consistiría en aplicar un poco de sentido común y bajar a la tierra a los que levitan por las bondades del Estado de Bienestar. Alguien nos tendrá que decir que todo tiene un límite y que no se puede comprar hasta el infinito: ni todos los niños pueden comerse todas las chuches que están a disposición; ni los padres comprarse todos los coches que les salen al encuentro; ni los políticos pueden obcecarse en llegar en Ave o autopista a todas partes.





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