Cuando hablamos del Estado de Bienestar del que disfrutamos no sé si nos acordamos que esa bonanza y esos privilegios que nos parecen naturales tienen una paternidad y maternidad: la de nuestros antepasados más inmediatos, padres y abuelos que trabajaron en la segunda mitad del siglo XX. Y me refiero a los que trabajaron en España y fueron haciendo patria como pudieron, hasta que llegó la democracia, y los que salieron al exilio o la emigración y también mandaron remesas para ayudar a las familias que se quedaron, o invirtieron sus ahorros en el retorno.
El sudor y las lágrimas de todas esas gentes, anteriores al INSERSO, que no sabían de vacaciones; que no pensaban en muchos viajes; sirvieron para hacer unos fondos con los que se financió la calidad de vida que se traduce, entre otras, en las mejoras de Sanidad y Educación impensables en tiempos pretéritos.
Aún hoy es posible conocer a personas mayores que confiesan sin rubor que no saben leer, ni escribir, que nunca fueron a la escuela.
Eso sucedía en éste país hace menos de noventa años. En ésa fecha el médico y los servicios sanitarios también eran un artículo de lujo y el hospital un servicio inalcanzable.
El espíritu crítico de hoy quiere servir de reflexión para que nos paremos a apreciar lo que tenemos, que lo valoremos en sus justos términos y que sepamos que nada se cae del cielo. Todo lo que tenemos costó mucho conseguirlo y merece la pena hacer un esfuerzo por conservarlo y mantenerlo.
¡Mi más sincero homenaje para los fundadores del Estado de Bienestar en España!.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
miércoles, 29 de junio de 2011
sábado, 25 de junio de 2011
Bandazos en la carretera: ahora a 120
No me puedo creer que el Gobierno haya cambiado otra vez el límite de velocidad en la carretera: ahora ya podemos ir a 120. Iba a decir que nos tratan como a niños, pero no, con los niños no se atreverían, nos tratan como si fuésemos tontos. Tan absurdo fue bajarlo a 110 hace tres meses, como volver a subirlo ahora.
¿A qué juegan? Da la sensación que están probando nuestra capacidad de aguante y nuestra sumisión. Si tragamos esto: ahora haces esto y después lo contrario, ya lo tragamos todo.
Es imposible que alguien (llámese Alfredo, o Rubalcaba) tenga argumentos para decir en marzo que había que bajar el límite de velocidad y, pasado un trimestre, decir todo lo contrario. Qué cambió desde entonces?. Pues nada. Seguimos con la gasolina por las nubes, con las mismas carreteras y los mismos coches. Tampoco me creo que se haya ahorrado gasolina, lo que pasó, es que la gente usa menos el coche, precisamente porque está muy caro el combustible. Ayer, una persona que estaba delante de mí en la gasolinera pagó por el repostaje 6,50 euros, que debe ser poco más de cuatro litros.
También me niego a pensar que estos bandazos se deban a motivos electorales. ¿Pero no quedamos que las medidas se tomaban por el bien del país? Pues con estos cambios tan absurdos se demuestra que el país es lo de menos. Lo que pasa es que no acabo de ver qué es lo de más.
Hace tiempo que me di cuenta que en el momento que la aguja pasa de 100 km/h se dispara el consumo y, como no soy tan tonta, pues procuro economizar. Pero claro, cuando tengo prisa, las prioridades son otras, y no miro el consumo, sino el tiempo, y piso el acelerador a discreción. Y para ninguna de las dos cosas (ir despacio, o ir rápido) necesito al papá Estado que me diga lo que tengo que hacer.
Así que sólo me queda decirles, ¡que nos dejen en paz!, que ya somos mayores para saber lo que tenemos que hacer y, por supuesto, que no somos tontos.
¿A qué juegan? Da la sensación que están probando nuestra capacidad de aguante y nuestra sumisión. Si tragamos esto: ahora haces esto y después lo contrario, ya lo tragamos todo.
Es imposible que alguien (llámese Alfredo, o Rubalcaba) tenga argumentos para decir en marzo que había que bajar el límite de velocidad y, pasado un trimestre, decir todo lo contrario. Qué cambió desde entonces?. Pues nada. Seguimos con la gasolina por las nubes, con las mismas carreteras y los mismos coches. Tampoco me creo que se haya ahorrado gasolina, lo que pasó, es que la gente usa menos el coche, precisamente porque está muy caro el combustible. Ayer, una persona que estaba delante de mí en la gasolinera pagó por el repostaje 6,50 euros, que debe ser poco más de cuatro litros.
También me niego a pensar que estos bandazos se deban a motivos electorales. ¿Pero no quedamos que las medidas se tomaban por el bien del país? Pues con estos cambios tan absurdos se demuestra que el país es lo de menos. Lo que pasa es que no acabo de ver qué es lo de más.
Hace tiempo que me di cuenta que en el momento que la aguja pasa de 100 km/h se dispara el consumo y, como no soy tan tonta, pues procuro economizar. Pero claro, cuando tengo prisa, las prioridades son otras, y no miro el consumo, sino el tiempo, y piso el acelerador a discreción. Y para ninguna de las dos cosas (ir despacio, o ir rápido) necesito al papá Estado que me diga lo que tengo que hacer.
Así que sólo me queda decirles, ¡que nos dejen en paz!, que ya somos mayores para saber lo que tenemos que hacer y, por supuesto, que no somos tontos.
miércoles, 15 de junio de 2011
Ya basta de tonterías, que somos pobres¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Ésta tarde voy al Teatro Campoamor (Oviedo), a la zarzuela Los Diamantes de la Corona, y pensaba llevar un traje de lunares que compré en Londres en el año 1991, justo hace veinte años, durante unas de mis estancias para estudiar inglés. Está como nuevo y, además, sigue de moda, tanto el diseño, como el estampado.
Mientras yo rescataba esta prenda del armario, escucho en la tele una crítica a la pobre Camila Párker porque fue a las carreras de caballos de Ascot con un traje que ya había lucido en otra ocasión. Esta apreciación, que suele ser frecuente entre las crónicas de sociedad, me parece un desatino que no tiene nombre. Pero qué tontería es ésta¡¡¡¡¡¡. Desde cuándo no se puede repetir modelo, sea la nuera de la reina de Inglaterra, sea la periodista que se hace eco de esa coincidencia, sea alguien como yo, que me niego a ser esclava de las tendencias. Cuándo nos enteraremos que somos pobres y que los medios de comunicación tienen un papel importante a la hora de ayudar a la gente a ser feliz, con mucho menos. Pues no, en vez de facilitar las cosas, nos empeñamos en crear en los espectadores, lectores u oyentes, ansiedades e insatisfacciones que mucha gente no sabe superar.
Hacía años que no me ponía el traje de lunares y acabo de darme cuenta de otra tiranía. La etiqueta, de WEST&WEBB, pone que es una talla 12 para UK; 38 de Europa y 10 en USA. Aparte del desastre de que haya tantas tallas diferentes, lo terrible es comprobar que hace 20 años yo vestía una 38 y hoy, con la misma talla, porque el traje me sirve igual, cuando voy a una tienda tengo que buscar la 42. Otro detalle que puede hundir en la miseria a mucha gente.
Ya que no lo hacen los políticos, animo a los periodistas a predicar la austeridad y a repetir, una y mil veces que somos pobres y tenemos que vivir en consonancia con la cartera. Quedan lejos las tonterías de empeñarse o endeudarse para tener o lucir cosas que, en realidad, no podemos pagar.
Mientras yo rescataba esta prenda del armario, escucho en la tele una crítica a la pobre Camila Párker porque fue a las carreras de caballos de Ascot con un traje que ya había lucido en otra ocasión. Esta apreciación, que suele ser frecuente entre las crónicas de sociedad, me parece un desatino que no tiene nombre. Pero qué tontería es ésta¡¡¡¡¡¡. Desde cuándo no se puede repetir modelo, sea la nuera de la reina de Inglaterra, sea la periodista que se hace eco de esa coincidencia, sea alguien como yo, que me niego a ser esclava de las tendencias. Cuándo nos enteraremos que somos pobres y que los medios de comunicación tienen un papel importante a la hora de ayudar a la gente a ser feliz, con mucho menos. Pues no, en vez de facilitar las cosas, nos empeñamos en crear en los espectadores, lectores u oyentes, ansiedades e insatisfacciones que mucha gente no sabe superar.
Hacía años que no me ponía el traje de lunares y acabo de darme cuenta de otra tiranía. La etiqueta, de WEST&WEBB, pone que es una talla 12 para UK; 38 de Europa y 10 en USA. Aparte del desastre de que haya tantas tallas diferentes, lo terrible es comprobar que hace 20 años yo vestía una 38 y hoy, con la misma talla, porque el traje me sirve igual, cuando voy a una tienda tengo que buscar la 42. Otro detalle que puede hundir en la miseria a mucha gente.
Ya que no lo hacen los políticos, animo a los periodistas a predicar la austeridad y a repetir, una y mil veces que somos pobres y tenemos que vivir en consonancia con la cartera. Quedan lejos las tonterías de empeñarse o endeudarse para tener o lucir cosas que, en realidad, no podemos pagar.
martes, 14 de junio de 2011
El objetivo debe ser Asturias
Mañana, 15 de junio, se debería formar el Parlamento de Asturias, la Junta General del Principado y lo que nos llegan son las maquinaciones por el poder y, especialmente, por la mesa de la presidencia. Un afán legítimo, pero que no debería ocultar la realidad de la región: que cada día que pasa somos más pobres y más dependientes.
El comisario Almunia, que se supone está muy bien informado, mandaba estos días un mensaje a las autonomías: que gasten menos y que paguen lo que deben, sino, lo pasaremos muy mal. Parece algo de perogrullo, pero los políticos no entienden que hay que pagar lo que se debe, y pagarlo en tiempo y forma.
Mucha gente salió a la calle en las últimas semanas para gritar en silencio. El resto, los que se quedaron en casa, también gritan en silencio, y espero que no tengamos que acabar chillando y rompernos las cuerdas vocales en ese grito sordo que no escucha nadie, como el de Munch.
Doy por supuesto que quienes nos representan tienen la sensibilidad necesaria para hacerse eco de la situación real de España, de las autonomías, de los ayuntamientos, de las economías familiares. Un desastre¡ y cuando hay un desastre de poco importa el color de la piel, las ideologías, la religión. Hay que poner el hombro y empujar todos en la misma dirección.
Que viva la cordura¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
El comisario Almunia, que se supone está muy bien informado, mandaba estos días un mensaje a las autonomías: que gasten menos y que paguen lo que deben, sino, lo pasaremos muy mal. Parece algo de perogrullo, pero los políticos no entienden que hay que pagar lo que se debe, y pagarlo en tiempo y forma.
Mucha gente salió a la calle en las últimas semanas para gritar en silencio. El resto, los que se quedaron en casa, también gritan en silencio, y espero que no tengamos que acabar chillando y rompernos las cuerdas vocales en ese grito sordo que no escucha nadie, como el de Munch.
Doy por supuesto que quienes nos representan tienen la sensibilidad necesaria para hacerse eco de la situación real de España, de las autonomías, de los ayuntamientos, de las economías familiares. Un desastre¡ y cuando hay un desastre de poco importa el color de la piel, las ideologías, la religión. Hay que poner el hombro y empujar todos en la misma dirección.
Que viva la cordura¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
jueves, 9 de junio de 2011
El paro vino para quedarse, que no nos engañen
El economista Santiago Niño Becerra recuperaba en su artículo de La Carta de la Bolsa la predicción sobre el paro que dio, hace quince años, José Luis Sampedro. Es curioso que, en plena euforia de la economía, el viejo economista ya nos avisaba de que el desempleo, es un problema que no tiene arreglo. "El paro es un elemento inherente a la propia estructura de la producción. Si se busca la productividad, que es el elemento clave de la economía capitalista, se produce paro como elemento residual. Las soluciones que se plantean, de reducir la jornada, no sirven, porque nadie va a querer, si eso supone reducir también el sueldo. Y si no se reduce el sueldo no veo cómo podríamos mantener la productividad. Yo creo que estamos viviendo el ocaso del capitalismo. Es un sistema incapaz de afrontar los problemas que se acumulan. Los problemas medioambientales, por ejemplo, no son solucionables desde el sistema capitalista, ya que es él mismo el que los ha producido. Tendremos que inventar algo”.
Imagino que éstas predicciones de Sampedro no le habrán sorprendido a Niño Becerra conocedor de la obra de Jeremy Rifjin, autor de El Fin del Trabajo, editado en 1994. El título ya lo dice todo, pero el contenido del libro es demoledor en sus exposiciones. El pensador norteamericano ya sabía entonces que el paro iría creciendo de manera implacable, gracias, o por culpa de, las nuevas tecnologías.
A día de hoy, todos los expertos saben que el desempleo no tiene solución, al menos, durante unos cuantos años, por mucho que los políticos intenten edulcorar el desastre.
En Estados Unidos la tasa de paro anda por el 9%; en España, el 20%. Dos realidades muy difíciles de asimilar, pero a las que nos tendremos que acostumbrar; incluso deberíamos visualizar que un día nos puede pasar a nosotros, para que no nos coja desprevenidos. Nadie está libre de pasar a la reserva de mano de obra que, en realidad, son los parados o desempleados. Algunos de la lista tendrán suerte y podrán salir por un tiempo, pero otros, se quedarán ahí para siempre. Por eso, lo que deberían hacer los mandatarios es hablarnos claro sobre esa pandemia que es la falta de puestos de trabajo.
El problema viene de lejos, el propio Karl Marx ya lo decía en El Capital al denunciar que "un sistema automático de maquinaria" sustituiría a los seres humanos en los procesos económicos. Y en eso estamos. El invento del capitalismo dio tanto de sí que, a estas alturas, se está autodestruyendo.
A pesar de todo, seguiremos creciendo y evolucionando, pero con un coste muy alto para un grupo muy amplio, el de los parias modernos, los parados que hacen de colchón de la economía, esos que estarán dispuestos a trabajar a cualquier precio con tal de salir de la lista negra, aunque sea por poco tiempo.
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Imagino que éstas predicciones de Sampedro no le habrán sorprendido a Niño Becerra conocedor de la obra de Jeremy Rifjin, autor de El Fin del Trabajo, editado en 1994. El título ya lo dice todo, pero el contenido del libro es demoledor en sus exposiciones. El pensador norteamericano ya sabía entonces que el paro iría creciendo de manera implacable, gracias, o por culpa de, las nuevas tecnologías.
A día de hoy, todos los expertos saben que el desempleo no tiene solución, al menos, durante unos cuantos años, por mucho que los políticos intenten edulcorar el desastre.
En Estados Unidos la tasa de paro anda por el 9%; en España, el 20%. Dos realidades muy difíciles de asimilar, pero a las que nos tendremos que acostumbrar; incluso deberíamos visualizar que un día nos puede pasar a nosotros, para que no nos coja desprevenidos. Nadie está libre de pasar a la reserva de mano de obra que, en realidad, son los parados o desempleados. Algunos de la lista tendrán suerte y podrán salir por un tiempo, pero otros, se quedarán ahí para siempre. Por eso, lo que deberían hacer los mandatarios es hablarnos claro sobre esa pandemia que es la falta de puestos de trabajo.
El problema viene de lejos, el propio Karl Marx ya lo decía en El Capital al denunciar que "un sistema automático de maquinaria" sustituiría a los seres humanos en los procesos económicos. Y en eso estamos. El invento del capitalismo dio tanto de sí que, a estas alturas, se está autodestruyendo.
A pesar de todo, seguiremos creciendo y evolucionando, pero con un coste muy alto para un grupo muy amplio, el de los parias modernos, los parados que hacen de colchón de la economía, esos que estarán dispuestos a trabajar a cualquier precio con tal de salir de la lista negra, aunque sea por poco tiempo.
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