Isolina Cueli
La combinación de pan y periódico, o
periódico y pan, que Borja Márquez ideó hace 25 años para
distribuir El Fielato está en consonancia con lo que ya reivindicaba
Federico García Lorca (1898-1936) en el discurso que pronunció en
1931 en la inauguración de la biblioteca de su pueblo, Fuente
Vaqueros (Granada).
Decía Lorca que no sólo de pan vive
el hombre y que si él se viera con hambre en la calle "no
pediría un pan, sino medio pan y un libro". En el caso de
El Fielato, no se andan con medias, los panaderos y panaderas que
gustosamente reparten el periódico cada miércoles, añaden pan a
discreción, saben que el alimento para el intelecto también sirve
para vender la masa que sacia el hambre. Así, pan y periódico hacen
una simbiosis perfecta, no sé si inventada por Borja, pero hay que
reconocerle el gran acierto que tuvo en ponerlo en marcha y en
mantenerlo un cuarto de siglo.
Me enteré hace pocas semanas, en uno
de sus artículos, en ésta misma página, lo mal que lo pasó para
sacar adelante su idea y, peor aún, las zancadillas que tuvo que
sortear. También supe que la única que confió en el proyecto fue
Caja Rural, curiosamente, de las pocas entidades bancarias bien
administradas que sortearon dignamente las crisis y, de paso,
libraron de muchas penalidades a sus socios y clientes.
Hace más de ochenta años, García
Lorca se enorgullecía de inaugurar una biblioteca de pueblo, de las
pocas que habría en Granada, decía. Borja, por su parte, se inventó
el título de periodista de pueblo y hasta consiguió ponerles una
calle en Cangas de Onís. Yo me reconozco periodista de pueblo y
reivindico el papel tan importante que hacen los profesionales que
trabajan a pie de calle y de caleya, contando lo que pasa en las
zonas más alejadas de los centros de decisión. No les leen en
Moncloa ni en Zarzuela (Madrid) y es posible que ni en Suárez de la Riva (Oviedo), pero sí en los ayuntamientos
correspondientes y, de vez en cuando, colaboran para que las cosas se
hagan un poco mejor, es decir, ejercen de árbitros, que en el fondo
es el objetivo del oficio de periodista, sea de pueblo o de ciudad.
Ahora, gracias a las nuevas
tecnologías, los periódicos se pueden leer en pantalla en casi
cualquier sitio, pero la edición en papel es más difícil que
llegue a los lugares más recónditos y El Fielato, en la zona oriental de Asturias, sigue ahí cada miércoles, fiel a sus parroquianos. Yo pude comprobarlo hace muchos años,
cuando mi hermana y yo les dábamos una semana de vacaciones a
nuestros padres y teníamos que ordeñar las vacas bien temprano. Aún
recuerdo la increíble sensación de recibir el periódico del día
en la cuadra, a primera hora de la mañana, de manos del panadero.
Imagino que eso mismo les habrá pasado a muchos vecinos del medio
rural.
Conservo un ejemplar del año 1994, con
Susana Peruyera de directora, cuando se instaló la primera rotativa
de El Fielato en Huexes (Parres), en una nave en pleno campo. En el
reportaje gráfico del evento, hay una foto de mis padres. Hacía
años que yo estaba metida entre periódicos, pero ellos veían por
primera vez una rotativa, la máquina que los imprime.
En esta ocasión, para los XXV años
del semanario, la fiesta se celebró en Villaviciosa -con Javier
Peruyera como director- y en la foto sólo saldrá mi padre.
Aprovecho estas líneas para hacer una especie de catarsis y
agradecerle públicamente los esfuerzos que hicieron para que yo
pudiese cumplir mi deseo de estudiar más allá de la escuela de
Priesca. Eran los años sesenta y si vivías en un pueblo, estabas
condenada al internado de monjas. Así que estuve siete años
interna, que para mí fueron siete años de presidio, pero era el
precio que tenía que pagar si quería seguir adelante. Ese calvario
me impidió, durante años, reconocer el esfuerzo de mis padres y
darles las gracias como se merecían.
Sé que la mayor parte de mis
compañeras de internado no lo vivieron de forma tan trágica, en mi
caso, después de tantos años, aún sigo saboreando la libertad.
Y como viene muy a cuento, voy a terminar con unos versos del chileno Eduardo Frei Montalva, con los que cierra su último libro monseñor Nicolás Castellanos, misionero en Bolivia:
Si me dieran a elegir
entre el pan y la libertad,
elegiría la libertad,
para luchar por el pan.
Y como viene muy a cuento, voy a terminar con unos versos del chileno Eduardo Frei Montalva, con los que cierra su último libro monseñor Nicolás Castellanos, misionero en Bolivia:
Si me dieran a elegir
entre el pan y la libertad,
elegiría la libertad,
para luchar por el pan.
2 comentarios:
Me encanto tu articulo Isolina, querida amiga, y hoy en este dia que celebramos la gran familia que hemos escogido te quiero decir mi admiracion y mi cariño. Un gran abrazo
Enhorabuena a Isolina y a Borja, grandes periodistas.
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