miércoles, 29 de junio de 2016

Villaviciosa, de espaldas a la Ría

Isolina Cueli

La ciudad de Barcelona se puso de cara al mar cuando le concedieron la organización de los Juegos Olímpicos en el año 1992. El lavado de cara previo, gracias a la Villa Olímpica, le sirvió para reconciliarse con su puerto y desde entonces lo disfrutan millones de personas y hasta la calle Diagonal deseboca en el mar.
El casco urbano de Villaviciosa no tiene mar, pero sí linda al Oeste con un kilómetro de la Ría, declarada Reserva Natural, pero casi nadie se percata de ello y ahí está oculta para el público. Con esta costa de ribera, el casco urbano de Villaviciosa podía tener hasta un pequeño puerto de marea, y sin grandes inversiones, sólo con unas estacas, a modo de amarres.

En Villaviciosa, al igual que en la antigua Barcelona, para esa zona, conocida como El Salín, se lleva todo lo que hay que esconder. Hace años, antes de la construcción de la depuradora de Rodiles, vertían allí las aguas fecales, y era lógico que lo ocultaran. Ahora creo que sólo evacúan las de lluvia. En su día estuvo el Punto Limpio, que, en realidad, era el punto sucio, por falta de organización. Ese solar sigue siendo una especie de vertedero, con montones de chatarra o algo parecido que dan una imagen deplorable. Tan desastrosa como el basurero pirata que hay casi al borde del agua, en la misma calle de El Salín, próxima a la senda de El Cierrón.
En esa zona también hay un pequeño polígono insdustrial, -con tres calles con nombres de playas: Merón, España y La Ñora-, fincas de fabes y porréos, que a mí no me molestan, porque las pequeñas empresas crean muchos puestos de trabajo. De paso, la calle El Salín se destina para aparcamiento de camiones. El polígono y los camiones no están reñidos con la Ría, a diez minutos a pie desde la plaza del Ayuntamiento y la mayor parte de los visitantes desconocen ese detalle, entre otras cosas, porque la calle no invita a entrar, con una acera estrecha e invadida por las malas hierbas.
Edificación en la Reserva Natural, zona de  El Salín.                    ( Isolina Cueli)
Pero ni los camiones ni el polígono industrial destrozan tanto el paisaje, que ocupa varias hectáreas, como los enormes edificios que emergen del trazado del túnel de la autopista. Si fuera propiedad de un particular no le habrían permitido dejar esas edificaciones al ventestate. Pero como es cosa de la Administración, hacen y deshacen a su antojo.
Se gastaron 7.000 millones de las antiguas pesetas en un túnel y no han reservado una mísera partida para colocar la pantalla vegetal que camufle los búnquer. Puede que hayan plantado árboles, pero luego no los atendieron y ¡más dinero a la basura!
Mucha gente de Villaviciosa recordará que antes llegaban hasta el Puente Huetes las competiciones de piragüismo, que era todo un espectáculo. Pues ahora ni eso. Se quedan en El Puntal, que así salen mejor en la tele.
Esa zona de la Ría tiene un cauce estrecho. Es la cola del estuario -que llega siete kilómetros aguas abajo, hasta la Playa de Rodiles, en el Cantábrico- y forma unos meandros muy bonitos, aunque invadidos por los matorrales y los restos de basuras que arrastran las riadas.
El Salín se encuentra entre el humedal de El Cierrón y el parque de La Barquerina, que linda con el río Linares, un espacio amplio y polivalente, que sirve tanto para el ocio diario, como para las ferias de ganado o para montar un circo o un concierto.
El Cierrón, un invento reciente, que también da la espalda a la Ría, costó 249.800 euros, según el cartel informativo que detalla la inversión de la obra. Alguien puso debajo, con rotulador, que son euros tiráos.Yo sólo diré que un cuarto de millón da para mucho más que unas cuantas tablas y cuatro charcas. Y ahí tampoco nadie reparó en camuflar el hormigón procedente del túnel, justo frente al Observatorio de Aves, que, a su vez, parece diseñado por el enemigo, por las molestas corrientes de aire.

A los paseantes, para llegar a la Ría, les sirve un camino de tierra expedito, que es lo que procede en esos espacios naturales y a los pájaros les vale..., bueno, a los pájaros se lo preguntaré, porque no encuentro palabras.

miércoles, 22 de junio de 2016

Hartos de campaña electoral

Isolina Cueli
Estaba en Londres la semana en la que fue elegido alcalde el laborista Sadiq Khan, abogado, musulmán, de 45 años, e hijo de emigrantes paquistaníes. Llegué el 3 de mayo y para practicar mi inglés, todos los días leía la prensa gratuita que reparten por la calle. En ningún momento vi alusiones a la campaña electoral, ni me salían al encuentro las caras de los candidatos, pegadas en las farolas, o en las paredes del metro. A efectos de una recién llegada como mi compañera de fatiga Nelsa Seijo, o como yo, allí no se veía ambiente electoral por ninguna parte.
El 6 por la mañana, día de las votaciones mi amiga María José, me envió un mensaje desde Liñero (Villaviciosa), para comentarme que estaba de elecciones de alcalde. Era la primera noticia. Y si, efectivamente, había elecciones, pero de otra manera.
En Londres, la campaña electoral consiste en la información que el candidato envía a la casa de los electores, con su programa y alusiones al de la competencia. Dan por hecho que la gente sabe leer y tiene su propio criterio. Además, evitan ensuciar las calles y ahorran dinero público. Como contrapunto diré que votó menos de la mitad del censo y eso también chirría.

Todo este preámbulo me viene a cuento para contrastar lo vivido en Inglaterra con lo sufrido en España. Aquí llevamos décadas en campaña electoral. Además de enviarnos las papeletas a casa, con un resumen del programan, los políticos no descansan ni los fines de semana, para suerte de los periodistas que llenan minutos y páginas con tonterías, y para desgracia nuestra. Se pasan el tiempo de mitin en mitin, a ver quien da más, cuando saben que lo único que pueden hacer es limpiarnos más el bolsillo, sino, ¿de dónde van a sacar el dinero? También saben que en el caso de la tele o la radio, las palabras se las lleva el viento, y en el periódico, el papel lo aguanta todo y por eso dicen los que les apetece.
Marta Alicia Ivancovich, argentina de visita en Asturias, estaba interesada en hablar conmigo de la situación política en España y yo no sabía por donde empezar. No tengo palabras para describir el callejón sin salida en el que estamos por la ineptitud y la mezquindad de cuatro iluminados.
De acuerdo con mi consigna de espíritu crítico, tendría que empezar por decir que somos los ciudadanos, o la ciudadanía, como nos llaman los políticos, los responsables del desatino. ¿Cómo es posible que en casi cuarenta años de práctica democrática no hayamos aprendido a votar? No sé quién nos tendrá que decir que hay que ser prácticos, que las ideologías -aquello de derecha/izquierda- ya no existen por mucho que nos digan que sí, que el romanticismo se acabó en el siglo XIX. Tenemos que pensar qué nos conviene a nosotros, no a los políticos.
Reconozco que cuando era joven votaba con el corazón, pero hace tiempo que voto con la cabeza. Voté por ideología; por confianza en la persona que encabezaba la lista; por aburrimiento. Hasta voté con la nariz tapada por aquello del pragmatismo. Y confieso que en una ocasión no voté. Mi voto nunca estuvo prisionero de nada ni de nadie. Tampoco es que vaya con los de la feria y venga con los del mercado, eso es grave. Tengo criterio, sentido común y la mayoría de edad suficiente para saber quien me engaña con mensajes que no va a poder cumplir.
A los políticos les interesamos ciudadanos analfabetos y sin espíritu crítico. Y casi lo consiguen. No hay más que ver las programaciones en las televisiones, que están ahí en las casas, como una matraca, inoculando en la gente grandes dosis de ignorancia y desasosiego, en especial las tertulias políticas, que son la mayoría.
Y, por todo lo dicho, para concluir, si usted estimado lector o estimada lectora, tuvo la paciencia de llegar aquí, quede claro que no pido el voto ni a favor ni en contra de nadie. Yo, como los británicos, doy por hecho que todos sabemos leer, escuchar y decidir.


(PD. Si usted quiere votar en secreto, al menos para el Senado, coja las papeletas en el Colegio Electoral. Cada partido tiene una tintada distinta del color sepia para los sobres y papeletas y si usted lo lleva de su casa, más de uno sabrá, de antemano, a quien está votando.)

miércoles, 15 de junio de 2016

“Seguid hambrientos, seguid alocados”

Isolina Cueli
Estas cuatro palabras del título,“seguid hambrientos, seguid alocados” no son mías, las pronunció
Steve Jobs, el fundador de Apple (manzana en inglés), en la Universidad de Stanford (EE.UU), ante los estudiantes que se graduaban en el año 2005.
No les enviaba a la hambruna ni al manicomio, trataba de decirles que, para alcanzar éxito en la vida,
como le pasó a él, a pesar de que había fracasado varias veces, hay que tener muchas ganas de seguir
aprendiendo. Que los títulos universitarios hay que abonarlos y alimentarlos cada día. Y que, junto
a ese espíritu de superación, tiene que haber una pizca de locura para arriesgar, para explorar nuevos horizontes y para ser atrevidos y fijarse retos, aparentemente, inalcanzables.
Les recomiendo que busquen el discurso de este genio Steve Jobs, y lo lean. No tiene desperdicio.

Por motivos familiares, la semana pasada, tuve que dirigirme a los estudiantes que se graduaban en la
Facultad de Química de la Universidad de Oviedo y me apoyé en las palabras de Steve Jobs, para decirles que, en la nueva etapa que acometen, además de buenas personas, comprometidas con la sociedad y buenos profesionales, responsables en su trabajo, no se olvidasen del hambre de superación y no aparcasen la pizca de locura que se necesita en la vida para perseguir los
sueños y alcanzar los retos

Estos días me regalaron cinco mandamientos: sacrificio, responsabilidad, respeto, humildad y cariño.
Me los entregó, de forma simbólica y con el saludo, un artesano en cristal. Fue toda una sorpresa, nunca me había pasado algo así, pero creo que con esos cinco preceptos laicos se puede ir con la cabeza muy alta por la vida. Son la mitad de los que nos recomienda la Iglesia Católica, pero, si fuésemos capaces de aplicarlos, sería un gran punto de partida para la vida pública y la privada.

De todas formas, para terminar, voy a echar mano de un salmo muy emotivo que se escucha en todas
las iglesias y se titula “Al atardecer de la vida me examinarán del amor”, un compendio de la filosofía
del sabio Jobs y del catecismo del agudo artesano en cristal. Me atrevo apostillar que en ése último
momento no habrá ningún examinador, que será cada uno quien reflexione en conciencia sobre lo que
hizo por los demás y por sí mismo.
En el examen del atardecer de la vida, les deseo a todos y todas, que su nota les de para un sobresaliente cum laude.

miércoles, 8 de junio de 2016

Los Guardas del Camino

Quiero dedicar estas líneas a todos los hombres y mujeres del medio rural, que son los verdaderos GUARDAS del Camino de Santiago y los grandes olvidados por los eruditos que hablan de la ruta jacobea, como si existiese por arte de magia. Pues no, los caminos están ahí gracias al uso  y conservación de los agricultores y campesinos que, sin saberlo, contribuyeron a que esas vías de comunicación milenarias, que adornan con sus frutales y sembrados y engalanan con flores, sean hoy Patrimonio Mundial de la Humanidad, según la UNESCO.
El último fin de semana de mayo, hice por primera vez, de forma consciente, un tramo del Camino, desde Tornón a Villaviciosa, unos cuatro kilómetros, con otras doce personas. Coincidió con el programa del II Encuentro Jacobeo celebrado en Villaviciosa, en la sede de la Fundación Cardín.
Como soy de Priesca, uno de tantos pueblos que atraviesa el Camino, llevo toda mi vida transitándolo. Cuando empecé a la escuela, con cuatro años, hacía todos los días cuatro kilómetros de Camino. Y para ir a Sebrayo, el pueblo de mi madre, también andábamos -porque no teníamos coche- el tramo más bonito en muchos kilómetros a la redonda, lo que nosotros conocemos como Carrusotu, que discurre paralelo a un pequeño río. Recuerdo que se veían peregrinos extranjeros, pero de forma más esporádica, no con la asiduidad actual que, algunos días, parece una romería.
Como agricultora, venida a periodista, también me considero una guardiana del Camino en la medida que siego matorrales y  malas hierbas, elimino basureros pirata, o les facilito agua o una fruta a los exhaustos caminantes. Pero no sé si a partir de ahora tendré que pedirle permiso a la UNESCO hasta para eso. Según lo que escuché en las conferencias, estos reconocimientos traen más burocracia. Ahora tenemos otro gestor, en este caso, extranjero y a ver quien le explica que los matorrales hay que cortarlos y los hierbajos, por muy bonitos que sean, también.
Sé que en algunos pueblos ya tienen problemas para mover una piedra con el papeleo y control férreo que se impone desde organismos de todo tipo: locales, comarcales, regionales, nacionales y ahora ¡internacionales!. Uno de esos estamentos proponía acotar 100 metros a ambos lados del Camino, para su control.
Me llamó la atención la preocupación de expertos como María Josefa Sanz, historiadora de la Universidad de Oviedo, o Juan Ramón F. Pacios, del Centro de Interpretación del Camino del Norte, en Mondoñedo (Lugo), temerosos de que el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad pueda acabar con el propio Camino. Según sus palabras: “con la masificación delCamino del Norte, como ya le pasa al Primitivo, conocido como el Camino Francés, nos podemos morir de éxito”. Por lo visto, en pueblos del último tramo, en Galicia, donde confluyen las dos rutas, hay días que coinciden más de 1.500 foráneos.  De momento, en Villaviciosa ya están pensando en ampliar la oferta de albergues hacia Gijón. !De qué creerán que van a vivir los hoteles de la zona con precios asequibles, si no aprovechan ese flujo de huéspedes¡.
Quiénes peregrinan saben que hay tantas maneras de hacer el Camino como personas se ponen en marcha.  Lalo, gran admirador de la Ruta Jacobea, me dice que no se puede explicar con palabras: “hay que caminarla, vivirla y sufrirla. Es un reencuentro muy personal”. Linda, americana de Tennessee, que acaba de llegar a Finisterre, lo define como “una experiencia de vida”.
No sé si tendré valor de echarme al Camino algún día, pero sí intento darles ánimos a los peregrinos que me salen al paso por los caminos, por las carreteras o por las caleyas de barro.
En el Encuentro de Villaviciosa aprendí que el saludo de los caminantes antiguos era ¡Ultreya!, del latín, ¡Vaya adelante!. Hoy decimos, ¡Buen Camino!. Ese es mi deseo para los peregrinos que lo patean y para los GUARDAS que cuidan del Camino y de los caminantes, facilitándoles información y ayuda de todo tipo: agua, medicinas, teléfono, comida, cura de heridas, etc. Un  servicio que tampoco interesa reconocérselo.

viernes, 3 de junio de 2016

Vuelvo a la opinión

En realidad, opino todos los días, y casi a todas horas, pero la reflexión en voz alta y con un altavoz como EL FIELATO, hacía tiempo que no la practicaba.
 De paso, aprovecho para copiarlo en mi blog, Con espíritu crítico.
Mucha gente me pregunta por la calle el motivo de mi ausencia, y la respuesta es siempre la misma: ya está todo escrito, dicho y criticado, el problema se encuentra en hacer las cosas bien y con sentido común. Sigo pensando lo mismo, pero no pude rechazar la invitación de Borja a colaborar en la tercera página de opinión del periódico más leído en las Comarcas de la Sidra y de los Picos de Europa.
Dice el fotoperiodista norteamericano James Nachtwey, reciente Premio Princesa de Asturias de Comunicación, que “los periodistas están obligados a buscar la verdad y contarla”. La sociedad necesita que le cuenten la verdad. Pero la verdad suele estar muy oculta y es difícil encontrarla.
Esta tarea de búsqueda viene explicada en la definición de noticia que alguien hizo con mucho atino y que dice que: noticia es aquello que alguien trata de ocultar en alguna parte del mundo. Y para dar con lo oculto, la sociedad tiene a la prensa, también denominada Cuarto Poder. Pero eso no siempre es así. El cuarto poder tiene los pies de barro y muy endebles.
Aquí no voy a dar muchas noticias, pero sí comentarlas y comentar la actualidad más cercana, mi pequeño universo. Trataré de ser independiente y objetiva en mis críticas y comentarios, aunque sé, de antemano, que me servirá de poco. Para los de izquierdas siempre seré de derechas y los de derechas me tacharán de izquierdosa. Vamos, que no acertaré nunca.
Esto ya lo dijo mejor que yo Ernesto Sábato en el año 1998 en su libro Antes del fin, refiriéndose al escritor de libros: “Los poderosos lo calificarán de comunista por reclamar justicia para los desvalidos y hambrientos; los comunistas lo tildarán de reaccionario por exigir libertad y respeto por la persona. En esta tremenda dualidad vivirá desgarrado y lastimado, pero deberá sostenerse con uñas y dientes”. Esta cita de Sábato la recoge Bernardo Díaz Nosty, mi profesor en Periodismo, en su último libro, “Periodismo muerto” en el que nos cuenta cómo está el oficio en América Latina.
No hace falta cruzar el Atlántico para ver que el periodismo no pasa por sus mejores momentos. Informar es caro. Dar con lo oculto, lleva tiempo, se llama periodismo de investigación y eso también cuesta mucho dinero y las empresas no lo tienen, porque les falla su principal fuente de ingresos que es la publicidad. No hay que ser muy listo para deducir que no nos enteramos ni de la mitad de lo que pasa. Además, para eso están los Gabinetes de Prensa, en los que, lamentablemente, hay periodistas, pero que están del otro lado.  Yo hice ese trabajo en más de una ocasión y se trataba de contar lo que quería el señorito, que casi siempre era ocultar la verdad o contarla a medias.
Como no tengo vocación de mártir, ya digo de antemano, que no vuelvo a la opinión para descubrirAmérica ni el periodismo, que está todo inventado. Intentaré aportar mi grano de arena para dar voz a los sin voz, -en homenaje póstumo a José Luis García, José Manuel Bárcena, José María Díez-Alegría y Bernardino Fernández-, y para reflexionar desde el sentido común.
Empiezo la cuarta etapa en mi vida, -hasta ahora son de veinte años-, y aunque cumplí ayer los 59, doy por hecho que ya estoy en una nueva década, y esta columna de El Fielato me sirve de apoyo físico y mental para entrenar el intelecto y aproar mi vida hacia una nueva singladura.
Gracias por la confianza.