Hace dos años, cuando escuchaba por las mañanas en la Cadena Ser la publicidad del Residencial, que nos describía un geriátrico con piscina climatizada, a la vanguardia en Europa, no pude aguantar la curiosidad y en la primavera del 2013 fui a verlo para creerlo. Lo primero que me sorprendió fue la nieve a la entrada, en pleno mes de abril. Un obstáculo muy poco recomendable para gente mayor. Lo segundo, la ubicación del edificio, orientado hacia el Norte, por tanto hacia la sombra. (Espero que algún día mis compañeros periodistas investiguen quién era el propietario de los terrenos. Cualquiera en su sano juicio habría hecho el geriátrico en la parcela de enfrente, al otro lado de la carretera, y orientada al Sur, hacia al sol).
También podría convertirse en hotel de lujo para mayores, pero no para ancianos. Sé de un señor catalán que la utiliza como hotel de lujo y pasa largas temporadas. Pero hay que tener vocación cisterciense para retirarse al extrarradio de Felechosa a ver pasar los días.
Lo más llamativo es que ese proyecto pasó por los ojos de expertos de la Unión Europea, que puso la pasta, del Ministerio de Industria, del gobierno del Principado de Asturias, del Ayuntamiento de Aller y de los sindicatos Soma-UGT y CC OO. Pues ninguno se atrevió a levantar la voz y decir a quienes manejaban el cotarro sin tener ni idea y con muchos delirios de grandeza, que los viejos, generalmente, no tienen el cuerpo para muchos baños, aunque sean calientes, que prefieren sentarse al sol. Que los viejos no tienen el cuerpo para pasear entre la nieve. Que los viejos, salvo raras excepciones, quieren estar cerca de la familia. Que las familias, elegirán una residencia próxima para facilitar las visitas.Por si fuera poco, todos ellos, que son republicanos y de izquierdas, no tuvieron inconveniente en invitar a los entonces príncipes a inaugurar el centro, que ya llevaba abierto varios meses, pero al que no llegaban las reservas. Los tontos, creían que por traer a la hora reina Letizia ya se les llenaban las habitaciones. Y los príncipes, que si yo les llamara para un evento, ni siquiera me contestarían, acudieron raudos y veloces a Felechosa y se tragaron, sin rechistar, el sapo que les pusieron delante.
Ya me gustaría equivocarme y que el Residencial de Felechosa se llenara de jubilados válidos, aptos para disfrutar del balneario o incluso del esquí, pero mucho me temo que no hay tanta gente loca, como para exiliarse a la carretera del puerto de San Isidro.
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