miércoles, 15 de octubre de 2014

El silencio de todos los corderos

A principios de los años noventa tuve la suerte de trabajar un trienio en Radio Nacional de España en Asturias. ¡Menos mal que no me renovaron el contrato, porque estaba hasta las narices de hacer todos los días la misma rueda de prensa!.
En esa etapa me levantaron un falso testimonio que aún no pude deshacer, pero, curiosamente, estaba por el medio José ángel Fernández Villa, el sindicalista que hoy se ve en boca de todos.
Un buen día, un innombrable de la emisora de Langreo, que debía depender de RNE, me pidió un careo delante del director, a la sazón, Carlos Rodríguez. Me acusaba de haber dicho que la emisora de Langreo estaba dirigida por Villa. Yo negué, con todas mis fuerzas, haber pronunciado esa frase, pero de nada me sirvió. Pero el innombrable argumentaba que la fuente que se lo había contado le ofrecía toda la confianza. Le pedí un careo con esa malvada fuente, pero tampoco lo conseguí. Menos mal que mi director no le dio más crédito y todo se quedó ahí.
A esa misma persona que, casualmente, llegó a dirigir la emisora en Oviedo, mis antiguas compañeras de redacción, lo llevaron ante los tribunales por motivos laborales. Era lo que tenía que haber hecho yo, para destapar al topo o la topa que me adjudicó la acusación a Villa, pero ni se me ocurrió.
Ese mismo elemento también tuvo la desfachatez de pedir mi expulsión de la Asociación de la Prensa de Oviedo. Menos mal que el presidente de los periodistas, José Antonio Bron, tampoco le dio más crédito y todo se quedó ahí.
Yo no pude pronunciar esa frase que me achacan, porque nunca había escuchado esa emisora, porque no tenía ni idea del poder de Villa y porque, como periodista, sólo hablo o escribo, de lo que veo con mis propios ojos o de lo que sufro en mis carnes, como éste episodio. Aún no perdí la esperanza de saber quien me adjudicó esa frase. (Tardé cuarenta años en comprobar que las monjas me habían birlado la posibilidad de ir al concurso de redacción de Coca-Cola, como había sospechado durante todo este tiempo). Sé que no viviré otros  cuarenta, pero espero que algún día el ínclito se digne aclararme el infundio.
Y todo este preámbulo para decir que, por lo visto y por lo leído estos días, hace muchos años que Villa tenía poder y aunque yo no lo supiese, sí lo tenían que saber todos los corifeos que se callaban y se aprovechaban de la ola.
Recuerdo a Villa defender con uñas y dientes del hospital Stephen Hawking, de enfermedades neurológicas, construido en Barros, Langreo, y que lleva más de tres años cerrado. No veo a nadie protestar por esa malversación del dinero público. Ni protestar por la ocurrencia de hacer un hospital de esas características, para enfermos de larga duración, delante de una autopista y de un cementerio.
Residencia del Montepío de la minería en Felechosa (Aller).
Creo que a Villa le debe el Montepío de la Minería la residencia fantasma, levantada a las afueras de Felechosa (Aller). Una ubicación que no se le ocurre ni al que asó la manteca. Pues allí está, en una paramera, mirando al Norte, rodeada de nieve más de cuatro meses al año y casi vacía. Tampoco veo a nadie protestar por semejante burla, ni pedir cuentas a toda la ristra de responsables que consintieron semejante desatino.
De Villa y de los Fondos Mineros es la responsabilidad de que lleguen a Langreo dos autopistas que se superponen (la Minera y la de los Túneles) y que costaron muchos miles de millones de euros. Es para echarse las manos a la cabeza, pero están ahí, en el Mapa de Carreteras de Asturias. Y tampoco nadie se manifestó para impedir esas obras.
Podría seguir con proyectos empresariales como Alas Aluminium, otra tomadura de pelo que se dejó muchos millones en el camino y que no se sabe donde están. Lo que sí se sabe es que cerró y la nueva empresa aún no produce, a pesar de las promesas de apertura.
Viví en Bruselas la reconversión minera de los belgas, que fue dura, pero supieron pasar la página. En Asturias, gracias a Villa, que se opone al cierre, seguimos con la agonía, pero esa agonía es buena para mucha gente, y por eso nadie protesta.
Si los Fondos Mineros se hubiesen empleado en ayudar a pequeños empresarios, jóvenes y menos jóvenes, con ideas y ganas de trabajar, Asturias podía estar en otra dimensión. Pero como los políticos no tienen ni idea y, para acabar antes con el dinero, sólo atienden a los proyectos grandes, los desastres también son de grandes dimensiones.
El presidente del Principado pidió hoy un pacto para empezar a ser buenos y no robar más. Me niego a pensar de que hasta ahora no se enteraban de que les estaban birlando el dinero.
La pena es que los técnicos están amordazados, pero si los funcionarios pudiesen hablar, otro gallo nos cantaría.
Mientras, ¡todos callados, como corderos!.



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