Esta semana se volvió a abrir en el Paseo Begoña de Gijón el café Dindurra, una referencia única en la hostelería asturiana. Se abrió un Dindurra nuevo, pero con todo lo de antes, incluidas las baldosas hidráulicas que tenía el establecimiento hasta su cierre, hace un año. Pues esas baldosas nuevas hubo que ir a buscarlas y fabricarlas en Marruecos, según leo en una entrevista de La Nueva España al interiorista José Antonio Menéndez. Teniendo en cuenta que estamos en Asturias, una región con gran tradición cerámica e industrial, es un escándalo, pero, en el fondo tampoco nos debe extrañar, pues creo que es en Marruecos donde está la fábrica de loza de San Claudio y otras muchas empresas asturianas y españolas.
Hace unos veinte años que fui a Marruecos, a Casablanca, y no volví, pero ya entonces vine con la impresión de que los marroquíes, y especialmente, las mujeres, nos iban a sorprender gratamente en un futuro no muy lejano. Traté con mujeres periodistas y me impresionaron sus perspectivas de futuro, su formación y sus ganas de progresar. (Malgré tout, como dirían en Francia).
Creo que en otros veinte años podríamos ver como se nos caen encima los improperios que lanzamos ahora hacia nuestros vecinos. No sería de extrañar que las pateras naveguen en dirección contraria y los que pidamos trabajo seamos nosotros.
Si estos datos económicos son para preocupar, el bombazo nos lo da el estudio de la National Geographic que elabora el test genético de los asturianos, a partir de una muestra de 100 personas. Y ahí nos dan una buena colleja y nos bajan los humos, si los teníamos, de raza aria y perfecta, por aquello de ser tan blanquinos. Resulta que tenemos un gran componente genético que también nos llega de África y que se podría remontar 67.000 años atrás, a la primera madre. (Esta cifra habría que explicársela a los que aún creen que nos moldeó un Dios cuando estaba aburrido). También se la habría que recordar a todos aquellos que afanan riqueza como si fuesen inmortales.
Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
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