Tuve la oportunidad de conocer los dominios de Gaspar García Laviana en Nicaragua en el año 1998, coincidiendo con el vigésimo aniversario de su muerte. A pesar del tiempo y de las nuevas generaciones, el misionero asturiano seguía muy presente en las mentes y las casas de San Juan del Sur, donde se veneraba su figura, que presidía los hogares. Algo parecido sucedía en la vecina localidad de Rivas, cuyo hospital lleva el nombre del misionero, que preside el acceso con un gran mural de su retrato, a lo Che Guevara. Dice el economista Niño Becerra que las revoluciones en el primer mundo ya no están de moda, quizás por peligrosas. Imagino que Gaspar, como estaba en otro mundo más miserable, fue uno de los románticos en dar la vida por unos ideales sociales, vistos desde un prisma religioso. A él no le salió bien la jugada, porque le fue la vida en ello, pero es posible que su sacrificio sí haya servido para dignificar la enseñanza en ése país. Y lo digo desde el conocimiento de otra experiencia misionera, la del dominico leonés, Gregorio Barreales, formado en Corias (Cangas del Narcea) director de la Escuela de Agricultura de Rivas, que desempeña una labor fundamental en el desarrollo del país centroamericano. Aunque en Europa, especialmente en España, el campo está considerado de segunda división, al otro lado del charco aún le dan una oportunidad a los agricultores profesionales. Y la Escuela de Rivas es un vivero de iniciativas y una pantalla ejemplar.Un proverbio chino dice que vale más una buena crítica que mil elogios. Aquí haremos crítica constructiva para dar voz a los que no pueden hacerse oír en la Aldea Global de la que formamos parte y que, curiosamente, nos satura de información. Un ruido que nos aturde y nos impide distinguir el grano de la paja; la cordura de la herejía. Dedicado a Mariano José de Larra(1809-1837), autor del grito: ¡Escribir en España es llorar! y a quienes pensaron lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
En recuerdo de Gaspar García Laviana
Tuve la oportunidad de conocer los dominios de Gaspar García Laviana en Nicaragua en el año 1998, coincidiendo con el vigésimo aniversario de su muerte. A pesar del tiempo y de las nuevas generaciones, el misionero asturiano seguía muy presente en las mentes y las casas de San Juan del Sur, donde se veneraba su figura, que presidía los hogares. Algo parecido sucedía en la vecina localidad de Rivas, cuyo hospital lleva el nombre del misionero, que preside el acceso con un gran mural de su retrato, a lo Che Guevara. Dice el economista Niño Becerra que las revoluciones en el primer mundo ya no están de moda, quizás por peligrosas. Imagino que Gaspar, como estaba en otro mundo más miserable, fue uno de los románticos en dar la vida por unos ideales sociales, vistos desde un prisma religioso. A él no le salió bien la jugada, porque le fue la vida en ello, pero es posible que su sacrificio sí haya servido para dignificar la enseñanza en ése país. Y lo digo desde el conocimiento de otra experiencia misionera, la del dominico leonés, Gregorio Barreales, formado en Corias (Cangas del Narcea) director de la Escuela de Agricultura de Rivas, que desempeña una labor fundamental en el desarrollo del país centroamericano. Aunque en Europa, especialmente en España, el campo está considerado de segunda división, al otro lado del charco aún le dan una oportunidad a los agricultores profesionales. Y la Escuela de Rivas es un vivero de iniciativas y una pantalla ejemplar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario